jueves, 10 de septiembre de 2015

CODA






Mucho nos abruma ver por doquier la facultad alcance los demás vigores, sin que al menos se atisbe una grieta en heridas que nos conmueven hasta lo insondable. Aun porque de cualquier espuma se filtren lágrimas de otras esperas, el cielo es el mismo en su corriente interminable. En cada alborada el crepúsculo escoge las celestes profecías y sus propias profecías y también los pájaros que dormirán después del sueño venidero. El vacío, del que se teme tantas acumulaciones invasoras, no puede ahondar sus rincones en los ojos de criaturas transparentes.
Apenas se sabe que la soledad existe de verdad. Sí; como existe un espejo abandonado en una mesa abandonada dentro de una casa abandonada que está a la vuelta de una esquina abandonada entre las calzadas abandonadas de una ciudad abandonada.
Con todas las cosas encimas, como si ninguna se pudiese sostener de ningún punto, doy un paso cualquiera, un paso salvador que ha de preservarme, pues todos los pasos nos llevan al primero.  No debería caer y de ningún modo caigo, pero también sé que no estoy sólo, que las raíces florecen de los capullos al fin y que la miel es mucho menos dulce que lo que empalaga siempre.
Bajo sombras breves, he esperado con audacia que lluvias ajenas hallen sus cauces muy dentro de cualquier gota, de cualquier gota a punto de caer.



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