Anteojos para la ceguera
Lentes muy pulidos con aumentos de cristales rotos
Mamparas* de barrotes transparentes
Mientras transeúntes salen a caminar como sus perros prisioneros
La casa es habitable ahora
Adentro las arañas tejen un sudario que no lo completarán
Ni en los rincones más profundos
Es todo lo que se escucha en las orejas y también en las narices
Silencios trastocan lo que tocan cuando sus ecos vuelven
Y aun así a cada quien le toca callarse muy dentro de su propia
boca
El crepúsculo anocheció temprano
Las zarzamoras hincan sus espinas en un jardín ajeno
La hora de dormir señala su destino repetido
El reloj despertador le cuesta destorcer la clavija
Es la cabeza sobre la almohada
Cabellos mesados en el insomnio
Ningún sueño viene a la memoria
Sólo se recuerdan diccionarios y otros desvelos más crudos
Por un instante el instante duró una noche
En que el día no llegaba
Sin embargo ya tantos indicios lo pregonan
Los pájaros profetizados ayer
Y un cielo que amanece más claro que nunca
Falta dormir un poco
O dormir mucho cuando menos
*En Venezuela la mampara es una pequeña verja, ajustada a los vanos, para que los niños pequeños no se salgan.
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