miércoles, 8 de abril de 2015

PONER LA SANGRE




Fui soldado en cada aguda bala. Fui mariscal en cada difunto romo. Padecí la guerra en la paz de mi silencio. Entonces callé como una piedra; y entonces no supe qué hacer con otra piedra, justo cuando nadie contestaba. Ya no puedo quejarme de no haber sufrido mucho. Son las profecías las que me alegran.

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