Escampó y en su paz el agua
clara
Se daba así de plena al vasto
cielo,
Que tanto descorría vagos velos
Hacia el fondo y a tientas de
su vara.
Febril lo que el profeta
figurara;
Pensar y ver cual visto siempre
es celo
De temer que los soles quemen
lelos;
Y en rayos ardan, y entre muertes raras.
Allí el llanto lo mengua aquel recelo
De una fiebre tan roja que ya aclara
Al ave de revés en pronto
vuelo.
Mas en inversa estirpe igual
su tara,
Por otra vez soñar aquel
desvelo,
Le repone la cara faz que encara.
De Cien Sonetos
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