Se
oye en el umbral de un bosque o en el parral de una boca
Tan
profunda como un espejo.
El
amante calla sin entender mucho por qué lo hace,
Pero
confía en su oído,
Que el clavel recién segado azora,
Y espera, apenas sin moverse...
Que el clavel recién segado azora,
Y espera, apenas sin moverse...
Y
prefiere para sí un cielo que tampoco invoca en tierra.
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