TUTANKAMÓN

(Noviembre, 2011.)











DRAMATIS PERSONÆ


Tutankamón (Faraón)


Ankesenamón (Gran esposa del faraón)


Ay (Consejero del Faraón)


Horemheb (Comandante de Egipto)


Najtmin (Favorito de Ay)


Mutnedymet (Segunda mujer del harén)


Mujeres del Harén

(Coros)

Escribas


Usermont (Chaty del Alto Egipto)


Pentu (Chaty del Bajo Egipto)


Maya (Supervisor del tesoro)


Shubiluliuma (Rey hitita)


Zannanza (Hijo del rey hitita)


Reina Hitita


Siervos

ACTO I



Escena 1


(En Tebas; un apacible jardín del alcázar).


TUTANKAMÓN

La arena que nos veda en los desiertos y que bajo las huellas nuestras nos recorre paso a paso hasta que caer nosotros al fin se diera sobre sus muchas patas; es infinita en el puño que apenas la retiene, o se desperdiga en un ámbito que el viento agota hasta avivar estertores ajenos con su ahogo. Con duro metal queremos duplicar un orbe pretencioso que vaporosamente nos reclame el mismo brillo, y vos, arena que nos veda en los desiertos, levantáis en vuestros lomos los mismos prodigios del eclipse vuestro, como si de vuestra sutil materia hicierais horizontes donde duplicar lograran los horrores sus venturas. A tientas vagué con mi diadema, y largo parecía el viaje para un chico que a oscuras contaría los soles como granos de arena con sus báculos agudos le espinaran también a tientas. Mi ceguera era briosa entonces, y a cada estímulo se empecinaba en su travesía. ¿En qué grano veré ahora vuestro destino solitario, el que se cuenta grano a grano y no se pierde? Ah, cómo un tesoro os trajeron hasta mí, desde la mitad de mi travesía y entre este relicario de oro. Vinisteis por hombres que sueñan ser libres de esos sueños que les demoran felizmente en el catre. De tan lejos ellos os trajeron que escarbaron como si pudieran hallar al fin a sus sarcófagos atiborrados de repletas luces… y aquí estás, a mi alcance, como si os hubiera tasado para una cuenta exacta. Un grano tan sólo en mi dedo que le atina. Un grano tan sólo.

(Topa de repente una especie de guijarro que al punto atrae a sí.)

Y vos, ¿por qué te habéis ocultado acá? ¿Qué miedo os excitó tanto que vinierais con audacia a enorgulleceros así? Pero mirad, no es un guijarro tan sólo; solitario y trémulo. Su forma, aunque ordinaria, tiene una marca remota y de ese mismo modo original. ¿Ya le veis? Como la de un bicho que importunara las primeras noches del primer faraón. Nunca he visto que tantas patas se escurrieran de los gritos de nuestras señoras, a fe que no. ¿Entre los laberintos de estos surcos quién durmió eternamente y según su sueño? Eternamente, según ya no se le ve en su mortaja. Poblaste la tierra como los bichos que hoy me mortifican, pero moristeis tan quieto que aún se os sospecha en esa misma pausa; no hay tenaz bicho que ahora os persiga en el ejemplo, porque toda procesión animadamente de vos se rezaga. Estáis solo; nadie os sirve, nadie os reclama servidumbre; tan sólo íntimamente un vacío os constituye hasta el último albor. Vuestra ventaja es vuestro glorioso ornato; y vuestro reino, justo la forma de haber persistido aquí.

(Pausa. Mirando en derredor mientras sopesa el guijarro.)

¿Habláis de algo fijo, faraón? Pues que vuestras palabras ni uno de sus pelos muden. Cuántas fieras rebeldes entre sus jaulas, cuántos simios que casi con voces quedas y doctas disculparían sus bruscos ecos, cuántos dóciles animales (unos para la encomienda de su vigor bruto y otros que nos prodigaban el pábulo entre el trigo y la cebada), cuántas aves del cielo y de la tierra, cuántas serpientes que reptaban con encanto, cuántas ranas entre nenúfares y cuántos peces en el estanque. Cuánto había de un mundo que entre ese delicioso confín vivía su mundo. Era yo entonces el profeta esclarecido de lo que pudiese ver al cabo, que era todo, y era el presente de esa misma era. Las aguas claras decantadas del Nilo y las columnatas que aún se les iba cincelando el gorgoteo de esas corrientes que volvían al estanque y al Nilo. Cuánto vi en Telamarna si fue mi don el ver allí lo que veía. Era difícil estudiar entonces de donde venían esas criaturas, porque todas estaban allí para un orden nuevo bajo el sol. Se me enseñaba, sin embargo, que venían de otras partes, de crepúsculos lejanos o alboradas refulgentes; cogidas todas entre los ángulos de ese mismo cielo que todavía vislumbro con su sol. Recuerdo que caí de una joroba indómita. Recuerdo que pesqué en el estanque un número impar de peces. Recuerdo que acosé con mis inocuas flechas a liebres ariscas. Recuerdo las peleas de lo faisanes y la oratoria de los papagayos. Recuerdo las jaulas y la carne tierna entre las fauces hambrientas. Recuerdo colosales elefantes como estatuas. Lo recuerdo todo, ahora que me acuerdo. Lo recuerdo como si mi memoria fuera un guijarro que preciso entre más arena, como si todavía así se sujetaran las impresiones de todas aquellas extintas voluntades. Qué no sea entonces mi ajetreo el recordar lo que tanto me demore.

(Pone el guijarro en el relicario)

Pero fue un hombrecito, apenas pequeño se pudiera decir, el que me conmovió más. Lo trajeron por el río que todo lo trae y todo lo lleva. El silencio de aquella criatura parecía aconsejarle callar, pero desobedecía de un modo tan incomprensible y obstinado, que era como si se esforzara en traducirnos sus penurias. Yo le veía tan inimaginable delante de mí como antes le imaginara. “Cuidadle que no le agote la travesía, que las aguas no le mareen; que llegue vivo y vivaz como ya se me figura que también lo sea; que coma bien, que duerma si este mismo trance también es su sueño.” Tanto le intimaba a sus captores, que me impacientaba en verle ya. Y le vi; al fin le vi. Era un hombre como cualquier otro (inimaginable, pero como cualquier otro); tenía diez dedos en sus manos vacías y otros diez dedos le numeraban sus descalzos pies. Vi sus ojos, y sus ojos me miraban. Estaba ahí, algo cansado e inquieto. Nacido en la selva y atado a sus captores como sus captores a él mientras en lo tenso del vínculo lo traían a rastras. No me entusiasmaba ya el tenerle cautivo como a los animales, me parecía que alardeaba de una maldad inconcebible, que su lengua extraña al cabo se conjuraría a votos funestos y que aun su muerte le coronaría como a tantos enemigos que se esconden. Era el hombre mismo a través del hombre el que veía; era una inocencia pavorosa y cruel como los vicios de sus iguales y era el otro y el mismo: cautivo, pequeño, solo, inimaginable como inimaginable pudiera así imaginarme yo, y, finalmente, en el devenir de todos estos hechos ordinarios podría haber sido otro cuya clarividencia tuviera la facultad de obrar por su garrote. Criatura. Criatura entonces…

(Como al intangible aire.)

¿Su voz condescender nunca pudiera

Con los dones de muchos animales?

ESCRIBAS

Pues os habló y de tantos memoriales

Dijo lo que ni así se le entendiera.

TUTANKAMÓN

¿Cómo, entonces, aquellos principales

Signos en el guijarro nunca viera?

ESCRIBAS

Porque no recordáis lo que afuera

Reforma siempre arrugas capitales.

TUTANKAMÓN

No recordándolo, ¿a sus tantas veras

Advierto tanto como a sus muchos males?

ESCRIBAS

Es así que el olvido a inmortales

Sueños unge sus muchas calaveras.

TUTANKAMÓN

¿No le engendró en el furor, pues el mismo padre suyo?

ESCRIBAS

Tal que así le engendró

TUTANKAMÓN

¿No le concibió su madre en el sufrido vientre suyo?

ESCRIBAS

Tal que su madre le parió.

TUTANKAMÓN

Si así fue que él al claro mundo vino,

Tal que le hicieran ya venir a mí,

En qué formas la otra le convino.

ESCRIBAS

De cierto en tales que de cierto aquí

Entrañan lo desnudo de un revés

Que entre lo eterno siempre conseguís

TUTANKAMÓN

¿En qué sustancia blanda, pues,

Aun corrupta quizá se precisara,

Al detalle le alberga cuerpo y tez?

ESCRIBAS

En la dura esperma que tanto se ablandara

Según la forma que remotos hombres

Allí concebir puedan sus duras caras.

TUTANKAMÓN

¿Me decís que en cualquier hombre?

ESCRIBAS

Lo aconseja bien quien así lo escucha.

TUTANKAMÓN

Luego, ¿en la misma talla que le nombre?

ESCRIBAS

Y al cabo de que salten sordas luchas.

(Entra Ay.)


Escena 2

TUTANKAMÓN

Anciano Ay, conocisteis al padre de mi padre y ahora de mí también sois el consejero.

AY

Para ese rol se me aconsejó nacer.

TUTANKAMÓN

Pues escuchad a quien vuestra profesión escucha.

AY

Os escucho, mi Faraón.

TUTANKAMÓN

Anoche soñé lo mismo que se me figura vagamente de cada noche.

AY

¿Un sueño que recurre todas las noches?

TUTANKAMÓN

Tal vez como el mismo sueño que me tumba para así soñarle noche tras noche.

AY

¿Qué recordáis, señor, del sueño?

TUTANKAMÓN

Nada y tan sólo lo que así pudiera yo expresar.

AY

Sin embargo, le mencionáis ahora con tal ahínco.

TUTANKAMÓN

Porque no puede mi memoria refrenarme ni ninguno de sus lujos hospedar esas formas en un molde.

AY

Entonces, tiene un paraje en que cimentarse y transcurrir. ¿Un paraje lóbrego para su afín progreso?

TUTANKAMÓN

Al contrario, anciano Ay; pues no pudiera yo encontrar horrores entre un vergel tan apacible.

AY

Pero, ¿os inquieta igual este sueño?

TUTANKAMÓN

Tanto que me despierta en el apuro de algo inquietante sin duda.

AY

Sin duda, así me lo decís, mi señor. ¿Desde cuando que nunca antes lo confesaras?

TUTANKAMÓN

Desde ahora, porque lo confieso.

AY

Es el tiempo propicio de indagarle entonces.

TUTANKAMÓN

Preguntad, pues.

AY

¿Algo brusco se revela?

TUTANKAMÓN

Nada.

AY

¿Algún vértigo os atrae?

TUTANKAMÓN

Ninguno.

AY

¿Despabiláis como en otro trance?

TUTANKAMÓN

Sólo duermo conforme sueño.

AY

¿Entre un vergel apacible?

TUTANKAMÓN

Y sin hallar en él horrores.

AY

¿Quieto o agitado en ese consabido centro?

TUTANKAMÓN

Sin ningún dilema que me anime a extremar en mis modales.

AY

¿Sois vos mismo en el sueño?

TUTANKAMÓN

Como con este mismo ser ahora lo relato.

AY

Nada encuentro, pues, que os asombre.

TUTANKAMÓN

Nada me asombra el hallazgo de este sitial.

AY

¿Una nada que sin amenazas se repite?

TUTANKAMÓN

Noche tras noche, según esto sí recuerdo.

AY

Es una pesadilla fastidiosa apenas, que aunque no hay signos que le acomoden se concentra entre lo dicho ya.

TUTANKAMÓN

¿Una pesadilla?

AY

Sólo las desventuras y los tumultos del pánico pudieran convenir un efecto parecido.

TUTANKAMÓN

Pero os digo que no los hay.

AY

Un benéfico paisaje que se repite cada noche es lo que os inquieta, Faraón; porque a cada noche se repite entre el convenio de tales esplendores. No temáis; esto nada puede entrañar de más.

TUTANKAMÓN

En la noche no puede exceder sus leyes, pero al despertar…

AY

Al despertar, que es este trance el saberle así, ya os ocuparéis en dormir mejor, tantos otros asuntos os intiman ese recato que cumpliréis tan fielmente vuestro destino. A vuestra educación apelo, tal que a mí también me infunde el plazo de comunicar lo que Amón instruye.

TUTANKAMÓN

¿Una admonición?

AY

Disculpo a mis palabras por no poder potenciar los hechos como vuestro juicio rector lo hace.

TUTANKAMÓN

Hablad anciano protector.

AY

Os digo que debéis procrear vuestro linaje, mi señor. Muy joven sois aún, pero siendo tan joven como sois tendréis el temprano vigor de engendrar hijos jóvenes también. ¿Cuántas estrellas constelan ya vuestro reinado?

TUTANKAMÓN

Mil ochocientos veinte días han pasado con su mismo sol.

AY

¿La cuenta lleváis?

TUTANKAMÓN

Con sus noches y el mismo sol.

AY

Son muchos días lo que colmáis en el compás. Conviene que ningún fortuito agobio agite vuestro corazón. La paz casi siempre es el acicate para el brío. Tomad a vuestra mujer, convidadle a vuestro sosiego y no os afanéis en bostezar sobre el mismo lecho que el deber os tiende. Tened descendencia de vuestra favorita, que es tan fecunda como vuestro padre truncamente probó de ella. Los hijos verdaderos son como los hijos que no tengáis, pero los primeros en mucho aventajan a los otros. Qué diadema no le distingue a una prole rezagada sino de cierto aquella que aunque suntuosa le ancle detrás de todo.

TUTANKAMÓN

La paz que con entusiasmo invocáis es la que deseo para mis dominios. Tendré descendencia, después de sucederme.

AY

Qué queréis decir con esto.

TUTANKAMÓN

Toda prosapia tiene un principio, que siéndolo en primer lugar auténtico nos demora.

AY (aparte)

¿Entre las pajillas de otro lecho?

(Solemnemente.)

Yo atestiguaría el porvenir, cuanto que soy el abuelo de vuestra mujer.

TUTANKAMÓN

Abuelo sois también de lo que proclamáis.

AY

Y paternal en heredar los hijos.

TUTANKAMÓN

Por de pronto, no cesa el reino en sus cinceles; mejor decidme si con tanto ruido se obra en nuestro reino.

AY

¿Qué ecos escucháis de los constructores?

TUTANKAMÓN

Sólo lo que de lejos me devuelve el prístino sonido.

AY

Pues de cierto os digo, mi señor, que todo el tiempo se le avasalla a las canteras. Los dioses compuestos de varias de estas moles se forman adustos en sus formas, decididos en sus propósitos y prontos a una eternidad que diariamente al mundo entero un íntimo mundo le conmueve.

TUTANKAMÓN

Diréis, sin embargo, que la piedra no mana lágrimas por mucho que esa misma incapacidad le mortifique.

AY

Y diré, de éste otra manera, que el llanto de los dioses no rezuma al través de ninguna sustancia. El agua, que del cielo cae, le veis correr en el apuro concebido y sólo así, aunque con igual denuedo aplaca la sed como socavar pudiese a las canteras no vierte de ella otra esencia.

TUTANKAMÓN

Luego nada con lo cual una docta mano a dioses les detalle puede al fin sino mostrar tan sólo el rigor impenetrable de esas divinas voluntades.

AY

Porque, ¿qué umbral, entonces, se profana por fuerza de aquellos mismos votos, hallándole a tientas del cincel sediento?

TUTANKAMÓN

Tenéis razón visir. Tebas como un dios fue labrada en la piedra viva; y justo allí no hay al parecer más que los ángulos de un cauce antiguo.

AY

Le veis mi Faraón. Se habita apenas la antecámara del fin recóndito y perfecto. Y he aquí, bajo el amplio cielo de este mundo, la ciudad en la que ahora reináis vos.

TUTANKAMÓN

Y en la que, sin embargo, soy el faraón también.

AY

No es sólo el sueño que os intriga, otro es el desvelo de este arrebato.

TUTANKAMÓN (aparte)

Qué me despertará entonces, e investido para qué rol.

AY

Vine, mi señor, con el comandante de los ejércitos.

TUTANKAMÓN

¿Horemheb?

AY

¿Le recordáis aún?

TUTANKAMÓN

Tal como en el guijarro.

AY

¿Cuál guijarro?

TUTANKAMÓN

Uno que cedí el mismo día de mi coronación.

AY (aparte)

Con qué largueza agradecéis el cetro.

TUTANKAMÓN

Se podría decir que con largueza agradecí el cetro.

AY

No perderéis nada, mi señor, sino la vida que poca ganancia os ofreció en vuestra infancia desgraciada.

TUTANKAMÓN

Dejadme aparte entonces, pero volved pronto con él, que aunque la impaciencia sea de mi soledad consejera, yo de ella a solas su mejor consejo tomaré.

(Sale Ay, en busca de Horemheb.)


Escena 3


HOREMHEB

Mi señor, heme aquí reunido ya con vos.

TUTANKAMÓN

De bastante lejos venís, noble comandante.

HOREMHEB

Vengo de donde incluso las fronteras están a favor del extranjero.

TUTANKAMÓN

¿Son los votos de hoy en día?

HOREMHEB

Son los votos desde hace un tiempo tan lejano como el punto de donde traigo tales certidumbres. Vuestro padre con encono difundió su herejía a todo los dominios, y hasta la obediencia temerosa huyó con el servil arrebato de difundir esa misma prédica tan lejos. Tan lejos, se me figura que sólo frente al trono lo diría, que desde donde estuve apenas un erizo se vislumbraba por todos lados.

TUTANKAMÓN

¿La barbarie premedita entonces tantos medios?

HOREMHEB

Al menos los que por mitad promulgan ya un único y terrible fin.

TUTANKAMÓN

¿El de tratar de conquistar a sus conquistadores?

HOREMHEB

Eso nunca, ni que enteramente lo demoren por toda la eternidad.

TUTANKAMÓN

Entonces, de qué otro modo puede la barbarie concebir a medias otro fin. ¿Cuál fin entonces?

HOREMHEB

Pues el de acabar como las alcahuetas fronteras que le sirvan. Tendida y fija para guía de sus muchos dolientes.

TUTANKAMÓN

Es un fin, que como lo habéis advertido, carece de la otra mitad que lo complete.

HOREMHEB

Pero aquí, noble Faraón, tiene ya sus medios.

TUTANKAMÓN

¿Repasar sugerís todos los tratados? Es una tradición el seguir igual, y ya es tan antigua que no se me figura que reinstaurarla proceda en el porvenir; además, poco conveniente sería hoy cambiar una eficacia que permite esos plazos.

HOREMHEB

Vuestro padre a tientas anduvo y aun con su ceguera siguió en su porfía. Ya no es lo mismo dar de palos.

TUTANKAMÓN

Pero, acaso no se le ha restituido al orden real. Al menos así le noto yo, me veo tan diferente que se podría decir que otro faraón sería de no ser el mismo. Los sacerdotes de Amón me bendicen y hasta contestan por mí tales bendiciones, y lo hacen de un modo que me conviene, cómo entonces no les convendría a todos la paz que en el alcázar se me atribuye.

HOREMHEB

Sabios son los sacerdotes en preferir vuestra paz. Si ha de tocar la guerra, la preferirán también.

TUTANKAMÓN

No declino de la guerra cuando las palabras en sus empuñaduras se contienen. ¿No recordáis, noble Horemheb, como con hormigas me enseñabais unas lecciones belicosas que mucho me excitaban? Rayábamos en tierra una imaginaria batalla y me decías que las hormigas no podían ver como nosotros; que sus líneas eran otras y que antes le concebían que le palparan con sus antenas.

HOREMHEB

Tan refulgente era la herejía que por no encandilarse apenas cabizbajo se podía entonces en el suelo marcar una estrategia.

TUTANKAMÓN

Y, sin embargo, pasan y pasan las noches y aún esos días les recuerdo igual de claros.

HOREMHEB

Erais un niño entonces, Faraón. Y los niños son tan vivaces que siguen sus cabriolas aun en los recuerdos de los viejos. ¿Cuántas estrellas constelan ya vuestro reinado?

TUTANKAMÓN

Mil ochocientos veinte días han pasado con su mismo sol, y una pregunta que a la vuestra precediese.

HOREMHEB

Entonces tenéis razón en que el orden real se ha restituido.

(Entra Ay.)

AY

Cómo no se había de restituir lo que de ningún modo era fantástico.

HOREMHEB

Pues si el lujo igual se ve en la diadema, os aconsejo, Faraón, que esos esplendores lo hagáis notar bastante lejos también. Si no es la espada, que no lo sea entonces, pero mostrad el brillo de vuestra corte.

AY

Un consejo que los consejeros ya siguen con ardor.

TUTANKAMÓN (con cierto dejo)

Y que así me lo aconsejan.

HOREMHEB

Pues que la diplomacia nos guíe con su aplomo.

(A Ay)

No os enfriéis en el ardor.

(Al trono)

Faraón, larga vida y salud.

(Sale.)

AY (indagando una extrañeza en el faraón)

¿Le recordáis igual que en vuestro guijarro?

TUTANKAMÓN

No muy distinto, ahora lo veo.

AY

Yo, en cambio, le veo igual que ayer.

(Oscurece.)





Escena 4


TUTANKAMÓN

Cómo quisiera escuchar de vos, mujer, algo más que respuestas a mis preguntas.

ANKESENAMÓN

Callad entonces, esposo mío, mientras en mucho rebaso el cuestionario interminable. Mi virginidad desde el principio se abrió como el enraizado atajo a la preñez. Hija de mi madre y su rival en el harén igual lo fui; mi hermana fue la nieta de mi abuelo Ay y de éste, una estéril nuera también lo fue como así lo fuese de su combinada consorte Nefertiti; mientras en mí engendraban un primogénito, hermano de mi hermana al tiempo que su único sobrino, y que según esta apretada dinastía había de ser nieto de mi madre y de mi padre hijo antes que prolongar pudiese en otra forma su forma que, ah, al cabo no se diera. Preñada entonces por el faraón anduve en los jardines donde vos me contemplabais con apetito ciego. Os amé entonces; os amé como una madre, pero no porque lo fuera de vos (que tales lazos nos anudaba también), sino porque cuando os amaba estaba encinta de mi suegro. Antes fui vuestra hermana; aquella de aquella otra madre que nunca os quiso a vos. Era vuestra hermana, la que alargaba vuestra calvicie mientras le iba trenzando hasta el extremo, la misma que cambiaba con vos las piedras que encontrábamos entre los rubíes y las esmeraldas; la que sus manos puso entre las vuestra de juguete y la que besaba vuestra boca para que no me ofendierais cuando os enfadabais conmigo. Después el lecho de mi padre, y de seguida la cuna en que apenas cupe para alumbrar un luto que ni con el llanto le cubriría entero. ¿Os acordáis, esposo mío, cómo el estrépito de tantos animales iba y venía entre los cinceles y los martillos?

TUTANKAMÓN (sopesando tristemente un guijarro al que examina)

Evoca mi memoria tales veras, acaso como grabadas por pacientes artesanos.

ANKESENAMÓN

El gorgoteo del agua, el croar de las ranas, el mugido entre belicosos cuernos, el trinar de pajarillos de fantásticos colores; todo ese tumulto que os divertía me convidaba a veros en el jardín. Como encaramada en mi maternidad os divisé con el nostálgico deseo de seguiros adonde fuerais. Murió mi fruto al fin y desconsoladamente me quedé tendida en lo alto, hasta que me apeé en busca de que vos al menos me reprocharais del modo que yo pudiera aplacaros con mis labios. Pero era yo la princesa intocable y aun la trunca consorte de unos de los corregentes. Tan sólo os veía mientras vuestros atentos ojos me miraban, y vos me espiabais detrás como si estuviera en mí el don de que vuestros ojos pudieran a tientas ver lo que al través de ellos vos mismo distantemente vislumbraras.

TUTANKAMÓN

Y así lo fue. Así lo sigue siendo, mujer.

ANKESENAMÓN

Pero ya no se me figura que os divertís en ningún lugar.

AY (espiando detrás de los cortinajes)

Pese a que su otro cetro le indique en donde.

ANKESANAMÓN

La diadema os mortifica el ceño. Desde que nombrado fuerais de todos el faraón, la serie de los días ya suman una cuenta que le lleváis ahora. Y si a esa memoria de nuestros besos le consigo intacta, cómo hemos vivido sin observar en el ejemplo sino la cualidad. Dejad que pregunte yo, que de cierto preciso tantas contestaciones como preguntas un límite me confieran delante de vos.

TUTANKAMÓN

Recordamos la cicatriz, que si es notoria se le lastima entonces de tal modo que nunca olvide contenerse en su costura apenas. En rigor se siente lo que nos hace en ello ser sensibles. Sí, mujer, puedo al fin contestar a vuestra interrogación, que siendo plural ella en una se engolfa cabalmente. El tiempo pasa, mas no es el tiempo; sólo recordamos lo que tanto nos demora en su confín. Cuando os alegráis de que ha mucho al menos sonreíais es porque vuestra felicidad tiene el alcance de ese fin que tanto os conmueve. Una vida hace falta para la memoria, pero vivir es el compás fijo en que se recuerda según es posible en su extensión exacta. Lo sabemos hoy, lo sabremos siempre. Lo sé en verdad, que ahora lo descubro y de cierto no en este antiguo guijarro, sino en las piedras que edifican eternamente la memoria de los dioses.

AY

Tal vez lapidándole se le aligere un poco, qué muchacho tan pesado.

ANKESENAMÓN

Pero intacta sigo procurando vuestra piel.

AY

No lo creo, pues intacta no dejaba una virgen el ciego faraón.

TUTANKAMÓN

Porque creí que no podía tocaros; hasta hace apenas un instante lo creí. Era vuestra belleza insustancial a mis ojos tal como así os recordaba. Se me figuró que si cedía mis manos a las vuestras no la empuñarías, sino para hacer palpable la impresión de una figura inerte como los surcos en la cambiante arena. Condenado me sentí a que se me retratara al lado de una esposa que sobre la misma piedra del retrato igual me convidaba, y tan sólo igual.

ANKESENAMÓN

Tocadme entonces, que no soy de piedra ni insustancial por ser sensible.

(El faraón la besa.)

Son mis labios que verazmente al cielo le proclaman.

TUTANKAMÓN

Son los míos que en ellos la proclama acatan.

ANKESENAMÓN

Vuestras manos otra vez entre las mías.

TUTANKAMÓN

Como el agua que bebéis de ellas.

AY

De cerca ya descubrís los indicios que aun de lejos tanto se le ven. Ya el asunto se encamina. Pero… Mejor interrumpirles así tenga que insistir en mi consejo, no vaya ser que delante de mí con ardor lo sigan, y ya bastante anciano estoy para atestiguar mi rol de decrépito alcahueta.

(Se les aparece ceremoniosamente.)

Excelencias, permitidme paso hasta vuestro solio.

ANKESENAMÓN

Paso lo tenéis ya, que a otro aposento me dirijo sin obstáculos. Mi faraón, vuestra virtud de constante estrella ya relumbra.

(Sale.)

AY

Es vuestra consorte extraña a mi trato y se me figura que hasta con encono nació de mi hija, pues mediando una maternidad tan prominente por estorbo podía huir de mí con mayor ventaja.

TUTANKAMÓN

De seguro os formáis una equivocada idea respecto a ella. Yo mismo creí por años que era aún la esposa que codicié desde que así lo fuera.

AY

Puede que sea mi achacosa vista, que sólo ve al aguzarle tanto que los ojos cierren.

TUTANKAMÓN

Que la vejez no os aflija, anciano.

AY

Poco lo hace si de vos es el consuelo.

TUTANKAMÓN

Así que Najtim comparece hoy.

AY

Ciertamente así lo hará, con puntual premura le busqué según lo dicho. Permitidme que vaya a por él.

TUTANKAMÓN

Le espero entonces.

(Oscurece.)


Escena 5


NAJTMIN

Delante del gran faraón me agiganto a sus pies.

AY

Sus méritos lo traen a vuestro solio, y en guía de su viva antorcha no detendrá la ambición que vuestra voz imparta. Dos grandes comandantes Egipto ostenta entre soldados aguerridos. El uno ya le conocéis desde que vuestro padre le trajo de una espinosa batalla; el otro, que aquí frente a vos domeña su natural carácter, ha aprendido del primero un pasado tan glorioso que hoy día se reparte en el porvenir de estos dos. Quisieran nuestros enemigos, más que vencerles en la guerra, disuadirles por dividido trato en pos de sus ejércitos unidos.

NAJTMIN

Acredito las palabras que me introducen al alcázar.

TUTANKAMÓN

Una paz que despierte a todo el mundo os desvelará todas las noches.

AY

Mirad como no le despabilan los peligros, pues su sueño más profundo es morir con denuedo intacto.

NAJTMIN

Acataré vuestro coraje siempre; de noche o de día, y será mi alcance el que muy cerca de vos yo os escuche.

TUTANKAMÓN

Respondedme algo, que yo también tengo mis dudas.

AY

Lo hará como por su honor.

TUTANKAMÓN

¿Con la misma audacia de vuestra boca os guardáis de vuestras palabras?

NAJTMIN (contrariado)

Diría, como así creo que le preguntáis, que lo he jurado con mi vida.

AY

Como un fiel mortal os jura.

TUTANKAMÓN

Qué viváis tanto como vuestro juramento entonces.

AY

Y que si perjuro, dure menos que lo que tarde en morir.

NAJTMIN

Sea.

(Sale tras una genuflexión.)

AY

Veo que con cierta indiferencia le habéis atendido.

TUTANKAMÓN

Muy diferente me lo presentasteis vos.

AY

Cómo no hacer notar sus rasgos si se asemejan en mucho a los de Horemheb.

(Aparte.)

Y como no sabemos cuando éste noble comandante nos traicione por su deber, es justo prever de su falta un derecho que nos incumba.

TUTANKAMÓN

Se os ha escuchado con juicio siempre y con tales palabras que doctamente le tasáis sin profusiones truncas, no sabéis con qué oídos me maravillo.

AY

Notable observación, eso desde luego.

(Acercándose.)

Con sabiduría me escucháis, así que con sabio empeño de mi parte os imitaré al no callar, sino lo que precisa tal argumento, que en suma viene a ser tres cosillas insustanciales nada más; ni que mencionarlas aquí, mi faraón, y mucho menos ellas me enmudecerían ahora. Más bien, lo bastante de vos ha de aprender este caduco anciano cada tanto locuazmente le escuchéis, entonces hablaré con denuedo y de continuo, dado que si he de infundir un arte que me instruya será de cierto aquél que os convenga siempre, mi señor.

TUTANKAMÓN

Muy bien dicho he de advertir.

AY

Mejoraré cada vez que me notéis de mal virtud.

TUTANKAMÓN

Eso aún se escucha mejor.

AY (aparte)

Inmejorablemente os diría de no ser tan astuto.

TUTANKAMÓN

Porque quisiera regir por consejo de un docto anciano y no como a tientas iba con mi cetro.

AY

Erais tan tierno aún cuando la diadema os encubrió, pero para ventura de los dioses así lo fue, porque desapercibido apenas fue que vuestro carácter pudo prevalecer entre tantas calamitosos desafueros, ah, que aún todo lo agita. Ahora también podéis escuchar estas palabras que al oído os murmuro. Me escucháis, ya lo dije, y lo haréis siempre que no seáis sordo a mis ruegos.

TUTANKAMÓN

Facultad de la que yo también aprenderé sin duda.

AY

Por Amón que así lo sea.

TUTANKAMÓN

¿El comandante Horemheb no ha partido aún?

AY

No, según lo que el mismo me noticiara hace un rato.

TUTANKAMÓN

Mas tiene convenido partir hoy.

AY

A lo menos me lo hizo saber muy tarde ya.

TUTANKAMÓN

¿Ratificará los términos con los mismos reyes?

AY

Sólo sé que el rey hitita vive desde hace mucho.

TUTANKAMÓN

El oro sigue sus leyes y por ello brilla.

AY

Horemheb es un hombre decidido y no parece que el alejarse de la corte le acobarde.

TUTANKAMÓN

Sekhmet y Set discuten una tregua cuyos excesos les prolonga a ambos, y temo ya que sólo con foráneas palabras traduzcamos la pendencia.

AY

Las palabras extranjeras dicen lo que dicen, que es más o menos lo que se les advierte pregonar, pero sólo las nuestras tienen el verbo de sus propias facultades. Si hay desordenes la ley divina sobre tales os concede también el cetro, y sólo vuestra voz ordena entre los súbditos.

TUTANKAMÓN

Sabias palabras de un reino antiguo. Esperemos por Horemheb entonces.

AY

Najtmin en su ausencia le rivalizará a su favor.

TUTANKAMÓN

A veces juramos el propósito para estorbarle en su potencia.

AY

No pudiera juraros, entonces, lo contrario, pero testigo soy de que otro comandante no pude prevalecer en la ausencia de Horemheb, y ninguna queja nos advierte éste.

TUTANKAMÓN

Las armas siempre tienen sus sustitutos. Ahora mi impaciente consorte, por de pronto, me convida.

AY

Id al punto, pues, no faltaba más. Pero que la prisa no os haga perder el rastro de la calma.

TUTANKAMÓN

Qué tengáis buena noche, noble anciano.

AY

Por ventura que la vuestra os desvele en mucho.

(Ay hace una genuflexión, y el faraón sale.)

Que mientras el goce de procrear ciegamente os perpetúe, yo regiré hasta el fin de mis días, que no siendo muchos tales los haré rendir con mis consejos. Os han cargado de oro para que otro en secreto brille, a fe que esta discreción no se la contaré a nadie, ni siquiera a vos por mucho que al oído os dicte los preceptos. Me verán apenas sólo aparentando lo contrario, porque aunque ello me mortifique sé que un sacrificio como este le conviene a mis achaques. El mundo esta ostensiblemente cerca y cuando ya le tocáis, mi senil señor, sentís las yemas de vuestros dedos que a los dedos mismos tientan.

(Oscurece.)



TELÓN






















ACTO I I



Escena 1

(Reunidos bajo una tienda.)

USERMONT

Son mis pies, querido Chaty del Bajo Egipto, raíces cuyo mayor arraigo es el de llevarme a todas partes. Siguiendo esa corriente desde donde vengo, he aquí, pues, que sobre la arena abrazo fervorosamente vuestra bienvenida.

PENTU

Bienvenido entonces, Chaty del Alto Egipto, porque vuestra también es mi bienvenida, y compartiéndola de tal modo nos conviene su egoísmo, y tanto más si entre el ancho imperio se reconcilian nuestros brazos. Qué la concordia bajo esta tienda invoque felices votos. Si con el auspicio de sus pliegues nos cubre, es porque de la intemperie aprende esta templanza, oh, que como su estandarte también le tome el cielo. Venid.

USERMONT

¿Tanto los designios aún adversamente se conjuran sobre nos?

PENTU

Vuestra pregunta es correcta sin dudar que así una esencia entrañe, y por virtud no quisiese errar al contestarla, y de ningún modo que a su implícita elocuencia trunque.

USERMONT

Qué decir del reino podemos diariamente, sino contar sus muchos días.

PENTU

Día tras día como una pesadilla que en vago se repite, y a la cual nos acostumbraremos a referir con sus apuros, pero nunca a soñarle cada noche, pese a que sus horrores con calma imiten nuestros miedos y que con tal arte además siempre nos sean tan parecidos.

USERMONT

Y hasta lo que no se da se nos hace eterno al volver como la espuma.

PENTU

Esperar precisa a que tales eternidades se den al cabo, sean porque se den en verdad, o porque al no transcurrir de ningún modo se les deje rezagadas en su compendio.

USERMONT

Algunos años han pasado, algunos, ciertamente se diría en apenas otros venideros años, desde que la perjura Nefertiti, dicho sea por veraz, se dividiera con su esposo el harén que ambos procrearan en el mismo lecho compartido. ¿Qué príncipes de esta suerte prodigarían en el lujo, y con qué fecundas entrañas pudieran así nacer quienes en el cruce fueran milagrosamente concebidos? Supo la muerte, sin embargo, polinizarlos de verdad, a fe que con su aguijón, y del modo… y del modo que Amón entre lo caduco del oro sentenciase. Pero toda conversión a las costumbres anteriores era desandar a tientas el crepúsculo. Con rigor yo mismo hice obedecer a los singulares rayos de esa herejía, y ya cuando sólo a Atón rogaban la gracia de mi indulgencia, entonces tuve que volverme contra ellos con más vigor aún para que proliferar pudiesen en un credo ya perdido entre la noche.

PENTU

Aquí no se procedió con similares ímpetus, porque las ruinas que acarreaba el poderoso Nilo a la vista de todos conmovían. Sin embargo, la confusión tallaba entre las piedras lo que con desespero también borraba.

USERMONT

Y ahora el joven Tut nos convida a su palacio, que sea para su coronación que comparezcamos ante él. Pues su interina infancia no fue tan inocente al suplirle en su corona.

PENTU

¿Y cómo más pudiéramos nosotros seguir el duro ejemplo, sino atendiendo lo que a él se le impusiera desde el principio? A ciegas no hubiéramos advertido ni la oscurana que a tropezones nos topásemos.

USERMONT

Tenéis la razón.

PENTU

Quizá porque la retengo como una fiera entre sus fauces, pero apenas así… qué súbdito no obedece a su encarnado faraón.

USERMONT

Para ir restituyendo la gloría sólo un tierno niño tenía el temple que sabiamente sus consejeros infundieran. Los edictos como himnos laudatorios podían proclamar a los confines cualquier rigor secreto, y benéfica había de ser una tiranía así de cultivada.

PENTU

Ciertamente tal había de ser en las tinieblas. Y ahora, como vos también en vuestra razón decís, ya se nos convida de nuevo a comparecer frente al faraón que nos instruya iluminadamente.

USERMONT

Una duda, sin embargo, me intriga…

PENTU

No dudéis que al anciano Ay le intrigará también. Silencio, que aquí viene.

(Entra Ay.)

AY

Queridos chaties, Usermont, Pentu, las aguas del Nilo les reúne en tiempo de cosecha. A fe que los reúne en la ilimitada síntesis del reino.

(Aparte.)

Cómo a una ciega yunta de labranza los reúne.

USERMONT

Esclavos, oro, pieles, marfil y piedras colman las arcas que al faraón les traje.

PENTU

¿De veras se nos invoca después de tanto tiempo?

AY

De veras podéis saberlo ahora, ¿acaso espléndidos tesoros no escoltan a tan preciados personajes? Venid, venid conmigo. Ah, el faraón, si he de ser tan breve en la reseña, pues os digo que durará para siempre. Goza de un ánimo que tanto lo excita en ese goce, hasta un par de hijos ha engendrado ya, y lo ha hecho con el mismo entregado énfasis de llorarles después de que ninguno naciera. Le veréis tan joven que nunca hubierais imaginado que otra previa edad le arraigara a ella por un tiempo. Es sabio cuanto no hace más que escuchar de los sabios el consejo. Venid conmigo. No sabéis con qué cuidado me encomendó venir por vosotros. Venid. Venid. La barca nos aguarda en el Nilo.

CHATIES

Al Nilo vayamos.

(Salen.)

ESCRIBA 1

Sostenida en tierra, vuestra forma

Desde el cielo se acuesta a convenir

Pacientemente el agua que a partir

De ser la misma lluvia se conforma.

ESCRIBA 2

Sois del cielo también sus normas

Que conducís por siempre al devenir

De una corriente antigua como ir

A colmar en el cielo igual su horma.

ESCRIBA 3

Adentro el corazón de todos late

Oculto para todos; y aun secreto

Lo que del ahogado se rescate.

ESCRIBAS

Vuestra ceguera tienta al muy sujeto

Bastón que en orbe nada y le combate

A peces que se pierden ya repletos.

(Oscurece.)

Escena 2


AY

No le mortifiquéis al faraón con cuanto hoy le estorbaría el porvenir.

USERMONT

Ya habéis escuchado vos tantas calamidades, gran consejero.

AY

Y sabré dulcificarlas al oído.

USERMONT

Mas, ¿no es un mal presente presentarse así?

AY

He cuidado de él como el padre bienhechor que nunca tuvo, y sé que listo está para regir cuando el caos le sea del todo favorable, así que nunca vuestras palabras perturben con asombro tales hechos. Querido Chaty, Egipto al fin escuchará a su faraón, y tan firme se le ha de oír como esto previamente así proclamo. Id con él, pues. Y sed solícito a sus convicciones; muchos tesoros traídos desde el sur a vuestras palabras un norte les decide.

(Usermont pasa delante de la pareja real.)

Seguro estoy que se me entenderá mejor a través de un maduro faraón.

USERMONT

Faraón, Gran esposa del Faraón. Pentu me aconsejo el camino que igual transito hasta vuestro preclaro solio.

TUTANKAMÓN

A vos quisiera escucharos principalmente, Usermont. Mucho calla el hombre cuyo retiro es también su mensajero.

USERMONT

Mas detrás de mi mensajero he venido, faraón, a obligarle que predique lo que hasta vos os traigo.

TUTANKAMÓN

Habladme, pues, de vuestras palabras. Quizá el silencio previamente les calumnió.

USERMONT

Si tal lo hizo no callaré en el reclamo.

ANKESENAMÓN

No os ofusquéis, Chaty, que vuestras señas tartamudearían sin razón.

USERMONT

Que sea la calma, entonces, en la cual confíe.

TUTANKAMÓN

Encuentro que la mar de fábulas me podéis contar.

AY (aparte)

Como para que un nuevo y más terrible sueño no os deje conciliar el que siempre os mortifica.

USERMONT

Y a fe que he venido dotado de esa facultad, tan voluntariosa que de las selvas desentraña los enigmas. Aun desde este regio alcázar, por ejemplo, se pueden divisar la caravana que acarrea vuestros tesoros.

ANKESENAMÓN

Así que ¿tantos son que aun lejos de nos se ven?

USERMONT (contrariado)

Bestias a las órdenes de vuestros esclavos sabrán salvar el medio, señora.

TUTANKAMÓN

Se me figura que viendo con nosotros la caravana podréis guiaros mejor.

USERMONT

Me condecoraríais con este privilegio.

TUTANKAMÓN

Salgamos, pues.

(Sale la pareja seguida de Usermont.)

AY

A fe que magnífica visión tengo de quien a tientas va.

(Tras una pausa en la que Ay parece musitar detrás la cortina, entra Najtmin)

NAJTMIN

Dijisteis que me esperaba el faraón desde hace una semana.

AY

Pues hoy al faraón le indispuso la codicia. Además os llamé y con el mismo mensajero os apurasteis en remitir vuestras excusas. Todo un haragán el caballero. Lo más difícil que os queda en ese afán, es no hacer nada y con que lo observéis enteramente no se os reprochará mucho.

NAJTMIN

Una mujer me había atado con artificios.

AY

Si la pereza fue el nudo, la verdad que bastante brío tuvisteis en desatar el redoblado lazo, aunque tarde.

NAJTMIN

De cualquier modo ya estoy aquí.

AY

De cualquier modo eso es verdad, mientras el faraón no conozca más que lo que le diga. Pero…

(Entra Horemheb.)





Escena 3

HOREMHEB

Hacía al faraón en su trono.

AY

Lo cual os confirmo yo, sucede que el Faraón atiende al noble Chaty Usermont, a cuya caravana fueron a ver.

NA JTIMN

Se pudiera decir que guerreamos por comunicar nuestros pacíficos reportes.

HOREMHEB

Que no nos enemiste esa premura.

AY

A fe que cómo pudieran reñir los dos grandes comandantes de Egipto. Pero, decidme, Horemheb, qué muestran los extranjeros.

HOREMHEB.

Encuentro en las fronteras un límite para todos. Llevar hombres para contrariar esto con porfía es un alarde que nos contiene en la proeza.

AY

Es la diplomacia, Horemheb, la que obra hasta con la herrumbre de las armas. Poco conviene vencer por otro medio cuando el fin es el mismo de hace una eternidad, y falta mucho aún para que otra a los hombres les demude, tanto, pudiera así decirse, que impacientarse le haría tardarse más.

HOREMHEB

Ciertamente que muchos años faltan. Prefiero en el presente servir a Egipto.

AY

Y en Egipto le serviréis. Najtmin esto misma declaración me hizo hace un momento.

NAJTMIN

Y sin que pereza alguna me disuada a contrariar mis sueños.

AY

Con briosos comandantes, nuestro ejército sabrá aguardar por siempre.

NAJTMIN (aparte)

Mientras tanto, ruego que a los valientes no se les ocurra lo contrario.

AY

Hoy en día nadie habla de guerras, y hasta la gente se pelea por los himnos laudatorios de este tiempo.

HOREMHEB

Pues tan es cierto que se me figura que la apatía de otros reyes riñe con sus sueños, y es esa la pendencia que a todos los arrulla. Pero entre nuestro adiestramiento debemos aguzar los filos. Aquí en derredor la gente es disoluta o reacia.

NAJTMIN

Reclutar un numeroso ejército para confinarlo entre el vulgo, me parece que es una idea muy espinosa.

HOREMHEB

Os equivocáis en ello, Najtmin, porque entre lo hostil vive quien de este medio rinde su provecho.

NAJTMIN

Sería un estado que se vuelve contra sí.

HOREMHEB

Un estado inexpugnable.

NAJTMIN

Pues no estoy de acuerdo, Horemheb.

HOREMHEB

¿Eres un militar?

NAJTMIN

A fe que sí, lo juro por mi espada.

HOREMHEB

Entonces, ¿así dais constancia de ello?

AY

Acaba de jurarlo por su espada. Yo, Horemheb, soy testigo de que vuestra pregunta lleva la razón. Seguro Najtmin coincidirá en contestaros, según su juramento.

NAJTMIN (desafiante)

A fe que sí.

HOREMHEB

Pues, ¿cómo no nos convendría que los militares dentro del reino puedan jurar todos por sus espadas?

NAJTMIN

Desenvainaréis la vuestra para aumentar mi agravio.

HOREMHEB

Lo haría para desagraviaros, porque lo habéis jurado ya.

AY (interviniendo)

De estrategia poco sé, nunca en mi vida una espada he blandido contra nadie ni por ella he tanteado lo contrario en otro mapa, pero advierto lo juicioso de un comandante que a su espada acata, reprimiendo con ella a quienes celebren la paz que no los apacigüe. Horemheb, decís bien que entre los desórdenes se indique agudamente el lugar que cada cual le concierna. Y en este punto, los sacerdotes sus preces al cielo elevan y el faraón una guirnalda os confiere. Najtmin, encuentro que vuestra juventud os traiciona al rayaros como arrugas unas estrategias simples.

NAJTMIN

Soy joven, mi señor, con otra ventaja no puedo destacar mejor.

AY

No insistáis, Najtmin. Vencido a mi parecer fuisteis vos por la experiencia, y de negaros a lo explícito vuestra ignorancia sólo podrá enseñar las encías desdentadas.

NAJTMIN (aparte)

Como un sabio entonces me muerdo para contener la cólera.

HOREMHEB

Aquí, entre nuestros hogares, otra cosa descubro al venir, de la cual apenas se me alcanza una noción.

AY

Sí es algo que me concierne, podéis confiar en mí. Si es menester que el faraón lo sepa, pues responderé como por mi honor.

HOREMHEB

Es algo que sólo con egoísmo comprendo aún; compartiéndole ahora no me haré entender. Debo marcharme ya. Señores, hasta que otra estrella nos reúna.

AY

Id por venturoso auspicio de los dioses. Qué las huellas encaucen vuestro valor con gloria siempre. Qué el gallo proclame con audacia la virtud que os desvele. Qué el bronce se aguce a vuestro tacto. Qué las bestias vuestro rigor acaten siempre y qué esclavos de vuestro afecto sean quienes libremente os amen.

HOREMHEB

Mucho me enorgullecen vuestras bendiciones, noble anciano.

AY (aparte)

A falta de que mis maldiciones no sean tan adecuadas, mejor es bendeciros.

(A solas con Horemheb.)

Si os mortifica guardaros para vos un secreto decidle así no se le halle significado alguno, que mucho nos alivia un sacrificio. De cierto que tenéis razón en que con otro no se puede ser discreto. Pero más tarde podemos conferenciar aquí. Mi voz conoce cuán sensible es el faraón; así que tan cerca le hablaré a su oído, y con tal gracia, que mejor dichas vuestras palabras no se les escucharán jamás. A fe que os honraré siendo de ellas fiel portador.

HOREMHEB (secamente)

No os lo diré nunca, Ay.

(Sale.)

AY

Nunca es tan inminente todo el tiempo, que mejor esperáis un poco aún. A fe que con paciencia he llegado a ser un anciano perspicaz.

NAJTMIN

Entonces indulgentes somos con quien así nos reta.

AY

En principio con disciplina nunca os condujisteis, sino que en el afán de vuestro rango reclamasteis lo que hoy se os alcanza apenas.

NAJTMIN

Pero vos mismo, el gran consejero Ay, condescendisteis cuando podíais ventajosamente avivar mi ardor.

AY

Tal vez en vano fue mi esfuerzo, porque casi sobresalí entre los tres sin que vos me percibierais en la lección que notablemente os impartía.

NAJTMIN

Sois el consejero del faraón, ¿no basta, pues, con que yo sea vuestro favorito?

AY

Qué nos importa que se ejercite en el vulgo al no poder expandir allí sus ansias; pues ni que sangre a medio mundo sentiremos sus toscas puyas. Por otro lado, ningún sacerdote preferirá que os luzcáis en contra de Horemheb, y Horemheb, creedme señor mío, que no sólo por bendición de ellos dará constancia de este lazo. De cierto os digo que dividir espadas frente al faraón es inconveniente, puesto que una notoria diferencia entre el erizo puede apenas con un piquete despertar a quienes en el sueño del faraón pernocten. Con este personaje hay que ser humilde, es lo que mejor combina con su arrogante ánimo. ¿Qué otra prevención nos suscita más obvios sentimientos si la diplomacia dispone el campo donde Horemheb no le queda más que obedecer a su pesar? Mientras más brusco se muestre el hombre, tendremos el aplomo de averiguarle, que fácil es guiarse de quienes una conocida arenga les trastorna en el combate. De hoy en más un consejo seguiréis como al consejero le seguís. Sed cobarde para desafiarle a este hombre, porque sabréis mediros en vuestro medio. Sed valiente para rehuir de sus arranques, porque os alcanzará la razón en el propósito. Cicatrices le fueron aquellas que por cubrirle su desnudez mucho le enredaron en el lujo, con urdimbre le cargaremos el ornato hasta que suntuosamente una mortaja refrene sus ambiciones.

NAJTMIN

Pero si el faraón os oye, por qué no calumniarlo ahora.

AY

¿Cómo se fiaría de mi maldad si soy tan malo? Con qué encantadoras palabras le hablaría si me lengua la bifurco según los partidos de cada una de mis caras. Bastaos con saber que vos mis órdenes siempre vais a despachar altaneramente.

NAJTMIN

Más me ordenáis domeñar mi espíritu.

AY

¿Y tan pusilánime os mostráis en ello como en todo? Venid, aguerrido comandante, es cabal morir según se vive, así que no os desaniméis.

NAJTMIN

A vuestros aliados atas y con tanto alborozo celebráis al enemigo vuestro.

AY

Es un arte que en lo primo tiene por afecto el lazo, y que en trampa lo segundo ofrece, porque qué enemigo no se pierde si le cedéis el desierto todo. Ya os dije que es hombre brusco y temerario.

NAJTMIN

¿Qué se guarda para sí, que ni de este modo se le escucha?

AY

Su silencio callar lo hace, pero el eco más elocuentemente lo delata.

NAJTMIN

Yo sólo advierto que el acertijo se repite.

AY

Decís bien, porque en lo doble lo segundo lo primero su voluntad profiere, habiéndola comprendida en la forma comprendida.

NAJTMIN

Luego, ¿qué sabéis que aún no se me alcanza?

AY

Lo que alcanza vuestros méritos militares.

NAJTMIN

¿Qué es ello que aun así no me condecora?

AY

Una patriótica estrategia, y por ella le rendiremos algún día.

(Oscurece.)


Escena 4


AY

No con agudas palabras infiltraré su atención, porque a su mansedumbre le instigaría inconvenientemente. De hace un tiempo pregunta con el afán de que las misma cuestiones le acompañen más de lo que yo podría acompañarle mientras le responda. Más bien con la agudeza de encubrir maldiciones en el fondo de floridas campanillas, haré que de cierto oiga el canto de tales campanillas, que se excitan por potencia de tales maldiciones. Reservad vuestro discurso, anciano. Sí. Para decíroslo, faraón, que aquí venís.

(Entra Tutankamón)

Al fin llegáis, no sabéis, mi faraón, con cuánta impaciencia me resigné a no veros hoy, mas mis ojos con paciente sagacidad profetizaron lo contrario, sólo que a tientas, pues soy viejo ya caduco, casi no os pueden ver.

TUTANKAMÓN

Qué las lagrimas os unjan.

AY

A fe que lloraré como si hubierais muerto ya, si al menos ese fingido trance me hiciera veros igual de como sois.

TUTANKAMÓN

El duelo puede enceguecernos hasta el luto, os digo que no os desveléis tanto que se os resequen los ojos. A fe que con eso basta; cuando os desperecéis de este régimen las lágrimas vendrán solas a ungiros de verdad.

AY (aparte)

Con cierta ciencia es mi discípulo el condenado.

TUTANKAMÓN

Ya era menester escucharos a vos, Ay. Al levantarme del lecho, escuché un zumbido que me iba guiando hasta vuestras palabras, o se diría que otro zumbido me despertó para que en el continuo devenir del siguiente el hilo de vuestro discurso siguiera hasta vos, y a fe que os encuentro a solas ensayando calladamente en el vacío.

AY

Le he prohijado sólo para no perder la pericia en ningún recodo.

TUTANKAMÓN

Hablad, pues, os escucho como quien de vos la lección aprende.

AY (aparte)

Ah, como quisiera vaciaros de cuanto os dije, si bastara con una palabra…

TUTANKAMÓN

¿Me decías, señor?

AY

Preguntaba, primero al vacío, si acaso se sigue repitiendo aquel sueño.

TUTANKAMÓN

No sé si decir tal, porque cuando estoy en vela se me figura que nunca podía haber soñado lo que quizá escuché de niño en todos sus verídicos esplendores.

AY

Entonces es aún más inocua la pesadilla.

TUTANKAMÓN

Si lo fuera así como la pintáis, de cualquier modo ya no me desvela el procurar un significado para tal sueño. Pero de seguro a vuestra pregunta previa; sobrevenían otras palabras, que mi respuesta entonces les invoquen. Hablad, pues.

AY

Como sabéis, mi faraón, nuestro ejército lo constituye un conjunto de hombres tales que siéndolo en número indistinto se reúnen con sus armas a la voz de la conquista, disolviéndose después en los menesteres que sostienen el mapa en nuestra sangre dibujado. El noble y valiente Horemheb, que bajo todos los soles Sekhmet le cobije con su gracia, os ha hablado de instituir una conglomeración distinta, la cual aquí profese disciplinadamente el rigor de aguardar por la guerra tan sólo. Y de tal modo ha convenido instruirle según mandato de vuestra explícita facultad. Loable es con mucho lo que propone, himnos laudatorios sus méritos inspiran a los hombres que le siguen en su ardor. Yo, que jamás he sopesado un arma entre mis manos, encuentro que aferrarse a la tierra de tal modo que la paz en su fragante belleza esgrima sus espinas, conmueve tanto como para defender este propósito hasta con las armas y con más constancia si nos servimos de ellas. Mas hemos de convenir también que si Egipto se excita con ese furor patriótico podríamos lastimarnos entre los estorbos de tan encarecidas intenciones. Viéndonos tan armados nuestros enemigos, nos juzgarían indefensos y ni con la diplomacia pudiéramos atenuar el ánimo extranjero.

TUTANKAMÓN

¿Ninguna derrota nos ha hecho firmar la paz?

AY

A fe que ninguna, y tan tradicional es lo implícito de tales tratados como el que nuestras armas se conjuren según la ocasión dispuesta.

TUTANKAMÓN

Mas con audacia nuestros militares divisan el porvenir.

AY

Sin duda, faraón, que Horemheb piensa en que la gloria de Egipto está en aumentar sus dominios ilimitadamente.

TUTANKAMÓN

Para lo que se necesitan medios.

AY

Medios que por su extensión no pudieran concentrarse sino en siglos. Eterna será la gloria de Horemheb, e indiscutida la sostiene Najtmin, pero no nos alcanzará para cumplir un propósito desmesurado.

TUTANKAMÓN

Luego, ¿lo conveniente es seguir los hechos?

AY

Como el Nilo sigue su corriente. Otros sucesores en el delta verán anegarse al mar.

TUTANKAMÓN

Sugerís entonces… porque ¿una alternativa tenéis al cambio de nuestras costumbres?

AY

Si es preciso instaurar un nuevo régimen que sólo por su naturaleza puede devenir de lo constante, pues os sugiero lo que se presenta así: desarmar a todos y armar sólo a Horemheb.

TUTANKAMÓN

¿Con eso basta?

AY

Es el gran Horemheb.

TUTANKAMÓN

Cuya eterna gloria, sin embargo, no nos alcanza.

AY

Para cumplir un propósito desmesurado.

TUTANKAMÓN

Dejemos que la tradición decida el dilema entonces. Así como el panteón ha recobrado a los ojos de los sacerdotes su orden, cada individuo en los altares se regocijará que los menesteres ordinarios los reagrupe. Llegará un tiempo en que escuchemos loas y después éstas serán nuestras nuevas arengas.

AY

Mantenerse en los firme es una excelente posición de vuestra parte.

TUTANKAMÓN

Con audacia es lo más inteligente. Siglos nos convidan desde muy lejos, pero tantos otros almanaques previos nos respaldan.

AY

Eso os dije antes.

TUTANKAMÓN

Y antes se os escuchó como si lo repitierais ahora.

AY

Luego, estáis de acuerdo conmigo.

TUTANKAMÓN

Y del modo como os honraría un faraón. Esperemos aún como esperará Horemheb, pues antes de cambiar hay que persistir, cómo, si no es por tal constancia, que pudiera progresar el mundo.

(Sale.)

AY (con irónico aspaviento)

Quise mandar como el más ilustre faraón que detrás de otro su poder infundiera animadamente a todo el orbe. Quise ser quien en la regia forma de un niño flaco consiguiera disimular sus achaques, y a fe que jamás se vieron, aunque con mucho escándalo me sacrificara en comprimirles hasta ese patrón enfermizo. Todopoderoso me impuse ser mientras mandaba a través de un oído al que todos, como el faraón, acataban del otro lado. Pero el mundo, que con secundarios títulos me colmara desde siempre, igual me impide con estos ropajes, que ni desgarrándoles en el desespero me libra de embarazos, pues, si desnudo en mis proporciones, aún quedarían las arrugas que como cicatrices de mi juventud a mi doliente cuerpo me atan. Es mi destino el que se interpone en mi conducta, quisiera observar un rol apacible y bendecido, pero azorado por las rémoras tengo que pensar como un malvado si quiero que mi virtud persista entre tantos avatares. Quisiera que los mimos de mis dolientes me amortajaran primero, mas tengo que preocuparme de que no se me adule en estas circunstancias.

(Pausa. De repente.)

Hay que visitar a los sacerdotes.

(Oscurece.)


Escena 5


AY

Hoy podemos glorificarnos de que el panteón ha sido restituido según la encumbrada regencia de Amón. Horemheb se apacigua en la paz que vosotros bendijerais. El faraón ha engendrado ya el príncipe de Egipto que aunque siendo el tercero de la prosapia quiera Hator que éste sí prospere en el vientre de su madre. Los súbditos acatan a los altares sin acarrear el desconcierto que nos conmoviera a todos. Renace el arte y la herejía se borra de las piedras con los extremados cinceles del olvido.

SACERDOTE 1

Una herejía que desafiaba con los rayos del sol al cielo, y de la que sólo subsiste la penitencia de quienes le sobrevivieran en su servicio.

AY

Penitencia de mi parte que he transmitido al nuevo faraón, revelándola manifiestamente cuanto que por sincera y eficaz le juzgáis vosotros a favor de lo propicio.

SACERDOTE 2

Ciertamente habéis obrado según Amón lo dispusiera.

AY (aparte)

Y según mutuamente nos conviniera a todos.

SACERDOTE 1

Pero si alguien os juzgara por lo pasado, sucumbirías sin hacerlo siquiera en el presente.

AY

Os equivocáis en el efecto, pues con vosotros hablo y de un futuro que nos excede sólo por su natural ventaja.

SACERDOTE 2

Las dudas, aunque grandes, nos aconsejan nuestra conducta.

AY

¿No me aceptáis por mis nuevas obras? Pues fueron mis obras antiguas las que recién me redimen. Sí; aconsejé a quienes prosiguieran con tiranía ilimitada. A fe que si fuera mi nobleza de mejor cuna mis consejos les hubieran embotado a este matrimonio todo proceder, pero no tenía más poderes que el de lamentar a solas esta falta. Fui el humilde mentor que apenas le estuvo dado aconsejar el desatino, y tan sólo eso. Cómo hubiera querido obrar por contrario de mis consejos y, con el mismo aplomo con que Amón no dejó que me extraviara en la herejía, oponerme a un yerno y a una hija cuya locura los habría de destronar al cabo. Cuánto no quise para mí que mi silencio tuviera la facultad de persuadirles en contra de lo que me correspondía vociferar a gritos, pero por más que callaba se me oía tan sólo lo que ellos convinieron de mis votos. Así que me mortifiqué en esta cabal empresa hasta casi sucumbir al sacrificio, mas así habría de sobrevivir para iluminar a un niño que nunca hubiera pensado por independencia propia. Porque con qué otro brío me hubiera guiado hasta la restauración que hoy celebramos juntos. Que afortunados sucesos no me conservarían para el bien, sino aquellos que otrora se me achacarían.

SACERDOTE 2

Con indulgencia advertimos que desciendes de una noble casa.

AY

Hijo de ella no podía ni por fuerza de unos locos hacer prevalecer. Fue, entonces, mi observancia también mi doblez que doblemente se oponía desde dentro.

SACERDOTE 1

No recordemos más aquellos aciagos días, que el olvido no los vede.

AY

Antes bien, otras taras taparan las antiguas.

SACERDOTE 1

¿Qué decís?

SACERDOTE 2

¿Notáis que algo más el joven Tut heredó que la diadema de su padre?

SACERDOTE 1

Ah, arañamos al cielo de tal modo que la tierra se refleje.

AY

No está loco, porque si así lo estuviera apenas yo el consejero pudiera ser de él.

SACERDOTE 1

Luego, ¿aún mandáis sobre sus deseos?

AY

De modo que coincidimos en cada edicto.

SACERDOTE 2

Mas ¿os preocupáis de algo recóndito?

AY

Que ya se le echa de ver.

SACERDOTE 1

Si no es un fallo aún, ¿entonces qué?

AY

El muchacho asiente cada uno de nuestro propósito con inteligencia.

SACERDOTE 1

Lo cual es una bendición, después de tantas injurias contra los dioses.

AY

Siempre que se concilien los mismos cometidos, cualquiera se ufanaría de vaticinar el venturoso porvenir.

SACERDOTE 2

¿Teméis que con el tiempo disienta?

AY

Quizá yo no alcance a mis temores, bastante viejo estoy para sostener con tenacidad cualquier temblor que me postergue.

SACERDOTE 1

Pero mucho vivirá el faraón para tener vuestras mismas prevenciones.

AY

Después de todo, si Ankesenamón alumbra con bien al príncipe tenéis otro sucesor de vuestra doctrina.

SACERDOTE 2

Por de pronto, cómo contener a un ambicioso, si tal es el asunto.

AY

Sois vosotros quienes mejor pueden indagarlo, porque más sabe el que sigue vivo que el que espere revivir de su esperanza.

SACERDOTE 1

¿Es que acaso os aqueja un mal?

AY

El de morir cada día un poco más de lo que mi cuerpo resista.

SACERDOTE 2

Mas se os ve entero.

SACERDOTE 1

Y tan entero como sois.

AY

El trabajo que delante del solio tanto me aflige no le da respiro a mis estertores.

SACERDOTE 1

Harta experiencia tenéis para contestarnos entonces.

AY

¿Y queréis una garantía de mi parte, aunque ya caduca por mi edad?

SACERDOTE 2

Si salisteis con bien de aquella Telamarna, un largo trecho os espera delante de vuestras huellas.

AY

Pues de cierto os digo que si el muchacho se rebela será porque es mayor de lo que yo pudiera ver.

SACERDOTE 2

Hay que vigilarle cuando menos.

SACERDOTE 1

Y con atenta servidumbre.

AY

Cuando ya no pueda sostenerle al faraón su diadema en la cabeza, ya cabizbajo entonces, adoleciendo miles males, a punto de sucumbir bajo mi joroba, cederé mi calva para interinato de mis manos, pero cuando la muerte al fin destrone mi servidumbre sólo me ocupará los asuntos de mi tumba. Sólo eso puedo asegurar a vosotros y a todo el reino.

SACERDOTE 1

Que esto os bendiga, anciano Ay.

AY (aparte)

Y me dé larga vida también.

SACERDOTE 1

Decidnos, ¿tan cambiante se muestra el faraón?

AY

No habrá problemas mientras yo viva, porque poco viviré para morir, y en ese término nadie se vuelve más audaz de cuanto se aviniera a mi juicio. A menos que mis propios males me hubieran vedado frente a los males ajenos.

SACERDOTE 1

Nunca pudiera haber más, a fe que no, si de esto que contáis sois nuestro vigía.

AY

Nunca se sabe, sin embargo, cuánto vemos.

SACERDOTE 2

Vigiladle de más cerca.

AY (aparte)

Tan cerca que le tropiece.

SACERDOTE 1

Y si alguna anomalía os perturba, más de cuanto apuren vuestros males, contadnos al pronto.

AY

No moriría, sin hacerlo, aunque esto dilate mi reposo.

SACERDOTE 2

Hasta el amanecer que ya con sus gallos clarea.

AY

Rogadle a Amón que nos ilumine a todos,

SACERDOTE 1

Eso justamente haremos.

(Salen los sacerdotes.)

AY

Ya no mando detrás de esta máscara, ni con ella puedo encubrir por mucho tiempo mi impotencia. Pero, ¿acaso portándole en el dolor fingido, cuanto que le fuera funeraria a Tutankamón, no pudiese desenmascararme delante de toda la corte? Ah, si a puñalada pudiera influir me andaría con el mismo rigor de mi ambición, enceguecido, pero sin errar con el cetro que así de terrible me guíe hasta el trono. Y a fe que no se me vería tan mal si muero en esa potencia que desde hoy me instiga con vigor. Seguir envejeciendo a merced de otros me sacaría más canas de las que mi ingenio ya presume.

(Oscurece.)



TELÓN























ACTO III



Escena 1


ANKESENAMÓN

De cuántos hijos mi vientre será el túmulo. ¿Qué milenaria dinastía mediré en tantos meses como sumen todos ellos años en miles comprendidos? ¿Dentro del vientre de mi madre fui tan egoísta entonces, que desatendiendo las lecciones de nuestro género tan sólo me concentré en nacer?

MUJER 1

Vuestros hijos muertos se conduelen de vuestro dolor.

ANKESENAMÓN

Mucho sufro aún, porque también mis lágrimas ahogan a su llanto inconsolable.

MUJER 2

Que nuestras lágrimas beban de las vuestras tantos Nilos como en el mismo fondo pueda sobrevivir el llanto que preciáis.

ANKESENAMÓN

Soy la doliente madre del tálamo real. La mujer cuyo fruto primogénito le indispone… sí, ahora veo que más de lo que sus embarazos en ella fomentaran. Menor es él, el primogénito con su antorcha deslumbrante… Menor es entre los que le sobrasen en el luto y sin embargo ninguna arruga le acobarda. Menor, porque si vierais que nunca su inocencia he sentido palpitar dentro de mí, como si no existiese quizá por esperar de sus mayores el milagro.

MUTNEDYMET

Vuestra maternidad trunca os alumbra al menos, no desesperéis entre las tinieblas.

ANKESENAMÓN

Ah, Mutnedyment, cómo me decís por consuelo algo que me hiere desde las entrañas.

MUTNEDYMET

Os digo, porque sois la consorte que el faraón fecundará siempre.

ANKESENAMÓN

Siempre” le llamáis a esta eternidad que ahora me consume.

MUTNEDYMET

Nunca le he llamado de tal naturaleza, sino porque al fin se reunirá puntualmente en un parto feliz.

ANKESENAMÓN

Madre soy de tu profecía, pues en mi vientre (hasta el fondo vaciado) le concibo del modo que el primogénito a su padre le suceda, por ser gemelo del signo así vaticinado. Ah, perdonadme, dioses, si mis votos os suplican que igual a como sucediera a sus hermanos mayores al padre le suceda.

MUTNEDYMET

No profiráis al cielo tales votos, que si así se bendice vuestro vientre, puede malograrse su heredad de tal modo que más le hubiera convenido al príncipe regir entre los otros.

ANKESENAMÓN

Ah, el amor de una madre puede ser tan ciego que apenas a través de las lágrimas ve… Amado esposo, Gran Faraón de Egipto, amoroso padre que se impacienta en cada ocasión, mas sin perder en los recodos la gracia de su estirpe. Me detracto de lo dicho al cielo, y si he de abismarme al cielo para renegar mi audacia lo haré entonces así me descalabre, y tal lo juro con palabras que en tierra aguarden el milagro de revocar aquellas otras. Ah, mujeres, son los gritos que me arrastran insensatamente, aunque provienen de mi apenado corazón mi boca se prosterna.

MUJER 3

El dolor os desgarra hasta tales ecos que en girones devuelven vuestro hálito.

MUJER 1

Callad, compañera, y que cada palabra meditada en ese sabio rango se dilucide sin complicar otros acertijos.

MUJER 2

Porque vuestro silencio os guiará en este trance mejor que mil consejos.

MUTNEDYMET

Aciertan ellas en deciros que el énfasis de nuestra común desgracia es el de resignarnos.

ANKESENAMÓN

¿Resignarme decís? ¿Permanecer inmóvil como un sol muerto en mitad de un cielo infinito? ¿Justo cuando he sido dotada de todo cuanto pudiera otro todo irradiar?

MUTNEDYMET

Entendéis equivocadamente, Ankesenamón, os decimos que de la costumbre podéis vislumbrar un mundo que fue hecho igual de como en el vivís.

MUJER 1

Las mujeres tenemos el don de aquietarnos en ese umbral y desde él centrar nuestros anhelos.

ANKESENAMÓN

¿Que me tienda no para procrear, sino para esperanzarme de una estirpe?

MUTNEDYMET

Tenéis el temple de vuestra juventud además… y también la gracia de ser la favorita de todo el reino.

MUJER 3

Nosotras, en cambio, lloramos de nuestros lazos virginales otros hijos que vuestro esposo no ha querido ni engendrar.

MUTNEDYMET

Sólo los castos galanteos de vuestro señor nos reúnen en el mismo tálamo. Sabed entonces que hermanadas estamos todas a resistir nuestra común desventura.

ANKESENAMÓN

¿Me habláis de una causa?

MUJER 1

En ello somos tías de vuestros hijos anteriores.

MUJER 2

Como ellos primos de nuestros frutos.

MUJER 3

Algún día esa prole se conocerá.

MUTNEDYMET

Como aún le desconocemos nosotros.

ANKESENAMÓN

No, no, no… No me envidiéis con lo que por regla os atormente, porque ni que lo hagáis en la súplica de cambiar conmigo vuestra suerte os concederé partido en mi falta. Sola al cabo seré quien la sostenga hasta el punto de parir al fin.

(Oscurece.)



Escena 2


AY

Si no era posible ser invisible en mi poder, cuando menos quise ser el poderoso Ay que se notara como los huesos en la mustia figura de Tutankamón, pero ya su clarividencia quiere sobrarme en lucidez. Pretencioso muchacho, cuya juventud no aplaca sus ahogos en los goces del lecho. ¿No os bastó a vuestra ambiciones que todo el poder le pudierais a otros conferir? Muchacho ingrato, más os hubiera enriquecido el oro que lleváis antes que codiciar mis austera investidura. Ahora rebajado soy a obrar en contra de mi diadema; no pude ser invisible, ni deshaciéndome en el afán, tampoco puedo asomarme desde lo expuesto, aunque esto apenas se notara, así que ahora tengo que ser menos para regir a Egipto. Bastante duro es para mí que con ser tan poco sea tan sólo lo que a solas me haría ser el faraón; no obstante, es una graciosa coincidencia que mi desgracia cave tanto en pos de un tesoro tan inmenso como el agujero que en su busca deje mi codicia.

(Entra Najtmin.)

NAJTMIN

Con cuánta urgencia me llamabais.

AY

Y esta vez diligentemente vinisteis.

NAJTMIN

El gallo con prisa me convidó.

AY

Y parece que a rastras os trajo también.

NAJTMIN

No, señor. Poco hace falta un acicate, desde que sin perder pisada a todos lados os sigo en vuestros consejos.

AY

En verdad os felicito, entonces.

NAJTMIN

Aunque eso de presentarme en el esplendor de mis debilidades no puede contenerme en algunos recodos de provecho. El comandante Horemheb no parece siquiera pestañear frente a mí, con firmeza toma más de lo que yo tenga que ceder. Lo cual me hace más cobarde a sus ojos, y tanto más que ya apenas si me nota frente a él.

AY

No temer al cobarde es tan peligroso como desafiar al valiente, Najtmin.

NAJTMIN

Según esta máxima tampoco debo desafiarle.

AY

De cierto no, y esto ya lo sabíais; lo que no sabe nuestro comandante es que vos le acecháis tan cerca como él cree corretearos.

NAJTMIN

Muy de cerca entonces.

AY

Que ya lo veréis a él, como él al fin os note frente a él.

NAJTMIN

Mucho me impacientan nuevos planes, que es ello también lo que aguza mis ánimos hasta este filoso temblor que me exaspera. Pero veo que ahora todo va tan conforme a lo que tanto deseáramos en secreto.

AY

En tan propicias circunstancia se me antoja fundar una dinastía nueva.

NAJTMIN

Con príncipes como los que engendra el faraón a fe que el gran Osiris su látigo prestara a esa tiranía.

AY (sonriente)

Eres un súbdito bastante soez, para estimar en mucho vuestras carnes.

NAJTMIN (interpretándole)

Pero a juzgar por vuestras ligeras palabras, otras más graves promueven vuestras acciones.

AY (tras una pausa)

Pues sucede que el sucesor soy yo. No pudiendo mis bisnietos, con todo y que son más jóvenes, reclamar el trono, mi ventaja será la que me conduzca a sostener la corte.

NAJTMIN

¿Vos el faraón?

AY

Acaso no lo he sido siempre, para mandar además de Egipto a otro faraón.

NAJTMIN

Pero, sentado en el trono…

AY

Sentado y acostado, porque ya estoy muy viejo.

NAJTMIN

Me dejáis frío.

AY

Mas me miráis con tal ardor.

NAJTMIN

Esa empresa tiene hartos impedimentos. Para empezar tendría que morir el faraón.

AY

Alguien tan flaco por un pelo apenas, por uno tan sólo muere; porque cualquier flaqueza le atraganta.

NAJTMIN

Tendrías que tener la merced de los sacerdotes.

AY

Ellos siempre bendicen la malicia que combine con sus bienes.

NAJTMIN

Pero debéis emparentaros con la viuda.

AY

Es mi nieta, no lo olvidéis. La viudez al fin la dejará tan en flor como siempre le he deseado.

NAJTMIN

De cierto Horemheb se opondrá, y él otras razones puede infundir a los sacerdotes.

AY

No estará entre nosotros el que otras fronteras tiene.

NAJTMIN

¿Matarle también?

AY

Cómo se os ocurre tal.

NAJTMIN

Si el faraón muere, digamos que de cierta forma pudiera sucederle él.

AY

Ni así compartiré mis facultades usurpadas.

NAJTMIN

Callarlo os costará un soborno muy dispendioso.

AY

Tanto que podría ser la diadema del imperio.

NAJTMIN

Entonces, con qué se conformará alguien tan ingrato.

AY

Con nada y mucho. Agitaremos las fronteras hasta que los desórdenes entrañen un desastre.

NAJTMIN

Hartos riesgos es mostrar un desastre al enemigo.

AY

Pensáis como estratega.

NAJTMIN

Como cualquier egipcio pudiera suponer de esto.

AY

Imaginaos a Horemheb (yo siendo leal y probo egipcio me lo figuro así) irá aunque a su despecho tantas calamidades le sujeten, y a fe que sólo con melifluas palabras le estorbaremos a sus arengas.

NAJTMIN

Remover las aguas después que entre tantas ondas se calmara, pudiera enturbiar nuestra maldad.

AY (aparte)

Así tenga que regir sobre las ruinas, seré un tirano.

(Tomándole de los hombros)

Tantos siglos nos custodian, que una anécdota militar será el ardid.

NAJTMIN

Tenéis razón.

AY

Teméis ahora, porque pudiera decirle Horemheb que eréis más cobarde de cuanto le conviene a él prevenir.

NAJTMIN

Elegid ya los puñales.

AY

No presumáis de vuestro oficio que igual os comprendo desarmado. De cierto que a puñaladas sería una buena forma de seguir nuestra puntería, pero estos síntomas nadie los creerá, ni siquiera el faraón que tanto los padezca. Además, debe enfermarse de a poco para que también entre su delirio espaciemos los plazos acordados. Cuando Horemheb se ocupe de las fronteras sabrá que el faraón muere, entonces tendrá que apurarse en atenuar una ruina muy lejos, porque tales rumores se pudieran difundir a los hititas.

NAJTMIN

Con cuánta confianza lo decís que parece que narráis lo hecho ya.

AY

¿Teméis aún después que los horrores esclarecieran vuestras dudas? Que es vuestra voluntad temblar, joven Najtmin.

NAJTMIN

Maestro, sólo detrás de la espada le temo a mis temblores.

AY

Y seréis el comandante que en mi corte no precise de tales báculos.

(Oscurece.)



Escena 3


TUTANKAMÓN

El primogénito que de príncipe he querido en mi alcázar está confinado, y sólo a sus hermanos puede mandar por emisarios de su remoto cautiverio. Tres ya han llegado hasta mí por la misma ruta que el vientre de mi doliente mujer ha alumbrado en vano. Qué dioses me castigan, al privarme de un heredero que renace en el dolor de no nacer. No he ofendido al cielo al rogar del cielo su indulgencia ni en la tierra he cimentado murallas que alberguen a perjuros. Con sabiduría he aprendido del ingenio ajeno y con aplomo he llevado un cetro que desde muy temprano se me obligó empuñar. Este cetro, que nunca ambicioné, entre mis puños he sopesado con justicia en una época en la cual sólo a tientas de él podía conducirse un tirano. He devuelto la paz a Egipto reconciliándola en mis oídos y ahora profiero al mundo cada pinta de mis preceptos. Mas mi primogénito detrás de sus mudos emisarios lo sigue desvelando lo que sus ojos veda, tan inocente es, y así se esperanza en no morir, que le confunden con un hipócrita cuya semblanza adoctrinada oculta un abominable crimen. Ah, dioses, os ruego que os volváis con misericordioso aliento. Permitid que mi mujer nazca al fin del parto de mi hijo; recién nacida por fin será su madre como recién nacido él, mi primogénito.

(Entra Horemheb.)

HOREMHEB

Gran Tutankamón, no hay huellas que encaucen tanto afán, y sin embargo me planto frente al solio para encomendar colmadamente mi partida.

TUTANKAMÓN

Adónde vais, pues, que vuestros ímpetus os obligan a un dilema. ¿Ni Pentu ni Usermont os es preciso indagarles en sus extremos?

HOREMHEB

Más al norte de estos opuestos dominios he de ir, naturalmente si vuestra bendición me instruye. Y a fe que debéis prevenir que acaecidos las revanchas de unos insensatos sobrevengan más tumultos. Todavía nada se eriza sino con pescozadas de paisanos, pero incluso algunas flores se arman con espinas, ¿cuánto más pudiera entreverarse a la vista de extranjeros?

TUTANKAMÓN

Hay un límite que ahonda la frontera.

HOREMHEB

Las fronteras son serpientes que a cada encanto despiertan indecisas.

TUTANKAMÓN

Creí que bastaba con que la paz se le difundiera con ardor.

HOREMHEB

Mucho le hemos permitido a la diplomacia, que ahora habrá que disputarle a ella cualquier guerra que nos urja.

TUTANKAMÓN

Tenéis razón en ello, comandante. Es tiempo de que los escritos quedan atrás describiendo un pasado tan estático como las hendiduras en la arcilla. Iréis al norte, de cierto que así va ser, como no puede el ocio ya demorar al atareado porvenir que impaciente ahora nos convida. Haréis respetar nuestra ley con el rigor de inventaros las excepciones que vuestras armas precisen. Sostendréis por la fuerza vuestro coraje y hollaréis la tierra como el arado, pero que vuestras persecuciones jamás siembren una yerma injusticia entre los surcos. Tenéis la licencia de mi cetro y la discreta orden de guardaros tales extensiones. Aquí dilataré yo a los cobarde recreándoles un apacible retiro que los vede a sus temblores y cuando vuestra causa quede satisfecha, cuando ningún desorden excite a las serpientes, cuando caigan quienes se obstinan en proliferar en contra de mi indulgencia, la convención será la de conquistar a nuestros enemigos en todo el orbe. Iremos por el mundo sin que el mundo nos soborne con una tumba mezquina y cercana.

HOREMHEB

Mis oídos se alegran de escucharos al fin.

TUTANKAMÓN

Mucho he oído en este alcázar, Horemheb; sé qué significa cada palabra y sé la potencia que tales significados en verdad constriñen.

HOREMHEB

Halagos sobre mí se me figuran, pero también injurias que abiertamente me difaman.

TUTANKAMÓN

Contra vos nada, porque de vos escuché lo que nadie al oído pudiera explicarme entre el coraje mudo de las hormigas.

HOREMHEB

Saltan tantas calumnias de cada inesperado recodo que los ecos divagan más de lo que a sus espaldas tanto se dijera. Esta calma se me ha hecho incómoda desde siempre, como si el áspero lino me retuviera a persistir en silencio y forzando de los lazos un acomodo que no le encontraría nunca en tales circunstancia. Faraón, partiré al norte, con tan ostensibles órdenes de vuestro mérito y confiado en la gracia de volver por las armas que en nuestra ausencia por miles se fabriquen. Antes hubiera creído que hasta con despecho de mi deber me tocara partir lejos de la corte, pero abrazo mi profesión por virtud azarosa del convenio. Un militar sabe que los plazos se reparten arcos de extendida tierra y que en esa contienda calcula sus progresos.

TUTANKAMÓN

Id, pues.

HOREMHEB

¡Que los dioses os bendigan siempre!

(Sale Horemheb.)

TUTANKAMÓN

Yo pronto veré con mi mujer si he sido por ellos bendecido.

(Oscurece.)



Escena 4


TUTANKAMÓN

Anciano Ay, desde ayer he escuchado de vuestros enjutos labios que en cada palabra proferida vais a morir. Si os desvive esa inscripción tal que al pie os aflige divulgarla, no temáis que a ella sea yo insensible como mis oídos fueran siempre. Pues confío, entonces, en interpretar según vuestro acomodo lo que me decís. Cómo sabéis ya los edictos se despachan con el mismo ánimo al que les infundo una esencia original y un eterno arco en sus progresos, y en las moles de piedra se inscriben al punto de que en la carne les sentencie a todos su observancia. De vuestros consejos he aprendido no sólo a hablar conforme nunca me hubiera enseñado mis doctos balbuceos, sino que por seguirles pude al cabo orientarme como señor de las dos tierras. Ahora, en la práctica de vuestras lecciones puedo especular una ciencia que me atribuye un carácter solo e indiviso. De eso os podéis enorgullecer, cuando ya las quejas os aconsejen dictar vuestros estertores.

AY (aparte, amargamente)

Que suspiros serán en contraste de los vuestros.

TUTANKAMÓN

Habéis hecho lo que la corte dispuso, y lo habéis hecho cabalmente. No tenéis que apresuraros en unos temblores que ya no siéndolos propios de la edad estorbarían el impulso de vuestros genuinas dolencias. El lecho es vuestro trono; con sabiduría lo ganasteis y en rigor de una vida tenaz. Descansad en él mientras yo me agite entre mis brazos. Lejos estáis de las ataduras que tanto os retuvieran a los oídos de vuestros tiranos señores. Callad ahora, que ya podéis hacerlo a vuestro gusto, y no porque disculpéis un silencio penitente, sino para que la paz de vuestra voz consiga al fin el himno que justamente le glorifique.

AY

A fe que ahora callo, pero sólo porque vuestra lengua con mis palabras me asombra.

TUTANKAMÓN

Os pregunto: ¿tan viejo estáis que ya os cuesta proclamarlo?

AY

A fe que sí.

TUTANKAMÓN

Así que os pesa estar en pie.

AY

A rastras ocupo ya mis huellas, es verdad.

TUTANKAMÓN

Que el lecho entonces os sirva de morada, qué sueños no os abrirá allí un constelado cielo.

AY

Puede que en verdad el reposo me apacigüe, pero no a dormir he de retirarme al lecho.

TUTANKAMÓN

Si algo os desvela, podéis resolvedlo sin salir de él.

AY

Se me figura que me encadenáis como un esclavo.

TUTANKAMÓN

Os equivocáis, anciano, porque absolutamente libre seréis en vuestro medio.

AY

Mas en medio estoy de cuanto así decís.

TUTANKAMÓN

Os desvelasteis por el faraón y ahora que he despertado quiero con mi protector compartir mi sueño.

AY

¿El que se repitiera en un vergel?

TUTANKAMÓN

Vuestra porfía me apena de que sea yo por vos tan considerado.

AY

Envidio vuestras consideraciones, pero me apena que aún insistáis.

TUTANKAMÓN

Exageráis en invertir mis modos.

AY

Decidme, entonces, qué hacer con mi arrebato, pues el no conocer de él un fin todo me atribula más.

TUTANKAMÓN

De cierto os digo que si un consejo me pedís, os lo daría con el gusto de que para bien de vos lo dé.

AY

Y cuál sería que así también le merezca yo.

TUTANKAMÓN

Pues que nunca más seáis mi consejero.

AY

No lo seré entonces, porque vuestro consejo me lo impide.

TUTANKAMÓN

Aun el no acatarlo os lo impide ya.

AY

Ya que lo decís; pues no me basta sino entristecer hasta morir de pena.

TUTANKAMÓN

Exageráis otra vez.

AY

Tal vez no tanto como antes.

TUTANKAMÓN

Y, sin embargo, puede la tristeza acabar con vuestras alegrías.

AY (aparte)

A fe que no; si como el más abnegado doliente me elije vuestra viuda.

TUTANKAMÓN

Allegaos. No soy vuestro verdugo.

AY (aparte, en la fingida)

Pero igual cómo torturáis al vuestro.

TUTANKAMÓN

Vuestro llanto tartamudea en vano lo que tanto dice.

AY

Perdonadle es que su oratoria mucho la interrumpe la esperanza.

TUTANKAMÓN

No hay consuelo, entonces, porque os he dado más de lo que vuestros músculos pueden sostener.

AY

No, no, no. No tenéis porque admitir los caprichos de un viejo. Nunca reprocharía vuestras palabras, mi señor. Viejo soy en verdad; de esta acusación no puedo defenderme.

TUTANKAMÓN

De nada os acuso.

AY

Para nada puedo defenderme entonces. Sé que el lecho me sentaría bien, mis entumecidos huesos me lo dicen en la crepitación de los calambres, mis carnes magras al calco lo repiten; pero son las lágrimas que a todo malestar se oponen, siendo de su partido copiosas partidarias. Cuando las arrugas tiran de nosotros ningún arraigo hay, del cual no nos aferremos a disuadir a los amigos, a los más amados. ¡Ah, ni al amor sobrevivimos! Por eso me desconsuela el irme, perder de mi señor la gracia. Dormir cuando tanta gloria a vuestro mundo lo desvele. No me han acostumbrado los años a morir, porque he vivido tanto y tantas cosas que otras costumbres ni comprendo ni en una eternidad me harían servir mejor.

TUTANKAMÓN

Si no es el lecho, pues que vuestro mismo cuerpo os sirva de sitial. No sé si sobre esas mataduras podréis seguir el régimen, pero le habéis escogido en cambio de lo que encarecida y especialmente os ofreciera a vos.

AY

Descansaré tan obediente que no importará que me duerma en todas partes.

TUTANKAMÓN

¿Vuestro retiro será discreto?

AY

A fe que sí, faraón. Sólo alrededor del trono quiero estar, hasta que una regia tumba me convide.

TUTANKAMÓN

Que así sea entonces.

AY

¿Me permitiréis allegarme a vos?

TUTANKAMÓN

Entretanto ningún despropósito os instigue.

AY

Ninguno, señor. Muy sensible seré de vuestra suerte.

(Aparte.)

Tanto me dolería que os salvarais del veneno, y ya veo, tirano, que vuestros verdugos me harían llorar también.

TUTANKAMÓN

Conocéis los ángulos de vuestro retiro, sé que no me importunaréis cuando la impaciencia me convoque.

AY

¿Y vuestra mujer admitirá a su abuelo?

TUTANKAMÓN

No aprecio por qué os figuráis una aversión de tal encono.

AY (aparte)

Es que será una viuda muy rebelde.

TUTANKAMÓN

Tampoco le frecuentáis como para prevenir los desplantes que tanto suponéis. Pero mirad, aquí mismo viene Ankesenamón.

AY

No me expongáis en su presencia. Las mujeres de cualquier borde se figuran más, y no sabéis a qué conclusiones les incita lo que otros exageren.

TUTANKAMÓN

Es una mujer tan virtuosa como en el candor de su belleza presume sus pudores.

AY

Me alegro que con tales flores me la adornéis. Ya me la figuraba sombría y reticente.

(Aparte)

Y también sin dote…

(Entra Ankesenamón.)

TUTANKAMÓN

Favorita mía entre las vírgenes del Harén, mis brazos se agarraron de cuantas esperanza pudo coger al menos.

ANKESENAMÓN

Desatadles para anudarlos a los míos.

TUTANKAMÓN

Beso vuestros labios, que en el beso me incitan a imitarles.

AY (haciendo un ademán que lo haga notar)

Felices sois para conjurar tristeza, y no quiero en ese trance importunar a los esposos.

(Aparte.)

Más pudiera ver, detrás de mi velada excusa.

ANKESENAMÓN

Sin embargo, cuánto os demoráis en declarar lo que de cierto tampoco os inspira ninguna apuro.

AY

Con impaciencia, señora, a mis pies persigo.

ANKESENAMÓN

Acosadle, a ver si al fin salís.

TUTANKAMÓN

Cómo os atrevéis contra el anciano.

ANKESENAMÓN

No he apurado sino sus mismas palabras.

TUTANKAMÓN

Del modo que le atropelláis.

AY

No os avivéis tanto. No hay por qué, mi faraón.

TUTANKAMÓN

Entre mi parentela también la paz invoco abnegadamente.

AY (aparte)

Muerto seréis más sacrificado, y así me defenderéis mejor de vuestra mujer.

(Sale.)

ANKESENAMÓN

Veis, esposo, que no se volvió a reconocer vuestras palabras.

TUTANKAMÓN

Esperemos que se marche, por lo menos.

ANKESENAMÓN

Se marchara, esposo mío; pues ya una tumba le convida.

AY (escondido)

La dejaré plantada para no faltar a otra.

ANKESENAMÓN

No le escuchéis más.

TUTANKAMÓN

Desde hoy ya no le escuchó. Singular será mi oído en adelante.

ANKESENAMÓN (animadamente)

¿Mandaréis con vuestra voz?

TUTANKAMÓN

Y siguiendo los preceptos de la corte.

ANKESENAMÓN

Se diría que Ay os dicta tales leyes.

TUTANKAMÓN

Y a fe que no lo haría tan mal si le dejara persuadirme.

ANKESENAMÓN

Entonces cómo regiréis, siendo el mismo faraón.

TUTANKAMÓN

Horemheb, marchó al norte con denuedo.

AY (sonriente)

Y yo que con despecho lo creía entre nosotros.

ANKESENAMÓN

¿Una guerra os aclama vuestra efigie?

TUTANKAMÓN

La paz, señora, que se agita en doquier de suerte que nos inquieta ya sus púas. Mas Horemheb aplacará los espíritus de todos, y hasta que no retorne con la misma exultación con que partiera, la tradición nos acostumbrará a sus subterfugios de siempre. Tened paciencia, que todo el orbe cambiará al signo que mi cetro infunda. Los dioses en el refulgente sol iluminarán entonces las antorchas que ya nos guían. Y mandaremos, mandaremos de verdad, como ningún consejero soñó señorear en mis oídos.

ANKESENAMÓN

Con tal gozo atiendo vuestro gozo, que de cierto ya en mi vientre engendráis al príncipe.

AY

¡Vil traición la de estos dos! Ah, y tener que envilecer la mía en el disimulo del veneno.

(Oscurece.)



Escena 5


ANKESENAMÓN

Por fin una alegría inmensa en este duelo que me abate.

MUTNEDYMET

Temo que en pos del desesperado alivio os acostumbréis a sufrir irreflexivamente.

ANKESENAMÓN

Mereciera otros dolores si el despecho implicara la razón primera.

MUTNEDYMET

Luego, cómo se aclara vuestro luto.

ANKESENAMÓN

Al paso del regente eclipse.

MUTNEDYMET

Me confunde vuestro misterio sus respuestas.

ANKESENAMÓN

Preguntad entonces, y preguntad cuanto más el misterio combine todo en una dimensión absoluta.

MUTNEDYMET

Luego un cuestionario se precisa, y lo abreviaré del modo que abarque mis dudas por entero: ¿El Faraón os cederá un hijo de sus vírgenes?

ANKESENAMÓN

Las vírgenes sólo rubores tasan en sus vientres.

MUTNEDYMET

Y tanto me avergüenza ello, que nueve meses ya me apuran a mostrar el fruto.

ANKESENAMÓN

Desdichadas por nuestra sombra, en el desvelo de un faraón urgido, hemos soñado todas en el tálamo real despertar algún día de ese mismo sueño. Pero regocijaos de que el mundo con sus ruidos nos arrulla hasta lo insondable de nuestra misma esperanza.

MUTNEDYMET

¿El mundo con sus ruidos?

ANKESENAMÓN

La paz que se agita en doquier, de suerte que nos excita ya sus púas.

MUTNEDYMET

No os entiendo, cuanto que me es incomprensible el que insistáis así.

ANKESENAMÓN

Que os enseñe la prudencia también sus modos.

MUTNEDYMET

Merecedora soy de callar el secreto que os anima a proclamarlo en la ventura de sus símbolos.

ANKESENAMÓN

¿Y lo harías aunque el silencio os corrompa?

MUTNEDYMET

Y aunque mi solemne juramento nunca se le escuche.

ANKESENAMÓN

Pues os digo, mujer, que sin contrariar la corriente seguiríamos el atajo más directo en su figura.

MUTNEDYMET

Hacia dónde si son las costumbres el cauce.

ANKESENAMÓN

Lo habéis dicho ya, pese a que no os alcance aún lo que inspira vuestra ignorancia.

MUTNEDYMET

Al cabo ese trance habrá de enseñarme el modo, según acate vuestro rigor.

ANKESENAMÓN

Permitid que divulgue las palabras en el devenir ingrato de su elocuencia, porque la desgracia con sus estragos ha oprimido la casa del faraón; ningún recato frente a ella nos reserva una ventaja. Hemos sufrido la indulgencia de que se nos estime sólo en el tormento. Hemos llorado sin escampar de nuestras lágrimas. Hemos acarreados sobre nuestros hombros un lastre que al hundirnos bendice nuestro peso y lo honra con cargadas primicias de oro y piedras, y sólo en los besos de un amor estéril nos hemos desahogado…

MUTNEDYMET

Así parece que reináis entre los otros.

ANKESENAMÓN

El retorno de los sacerdotes tiraniza el cielo conforme en la tierra lo hecho así impone a todo penitente una ilusoria dicha. Pero cuando la tradición se aquiete entre sus normas, cuando ya Amón rija el orbe con la virtud que todos honran como antes, entonces el gran Tutanjatón abatirá al universo con su báculo y volverá el caos aclarar el sol que pese a la herejía concitada nunca nos ha dejado de alumbrar.

MUTNEDYMET

Cómo decís eso, gran Ankesenamón.

ANKESENAMÓN

Porque le vaticino aun con ese nombre que me invocan hoy.

MUTNEDYMET

¿Es una pesadilla la que me contáis?

ANKESENAMÓN

Sólo para quienes se duerman lo será.

MUTNEDYMET

Pero cuántas calamidades no pudieran despertarles a todos.

ANKESENAMÓN

Despertarán, a fe que sí.

MUTNEDYMET

No emprendáis contra el panteón otra vez, escuchad mis ruegos.

ANKESENAMÓN

Si vuestra discreción me acata por callar lo que a gritos al júbilo desborda, son vuestras súplicas entonces las que me desobedecen de antemano.

MUTNEDYMET

Escuchadles a ellas, os lo ruego también, aunque os abofeteen a cuatro manos.

ANKESENAMÓN

Me duelen vuestras palabras; no porque al treparse con arañazos a mis candores me lastimen, sino porque os estancan en ese rincón desde el cual me invitáis a refugiarme con vos como si el delirio de vuestra fiebre fuera un resplandor de guía.

MUTNEDYMET

Perdonadme, pero os estimo en mucho y no sé apurar otra salvaguarda que la que genuinamente me compromete al tálamo. En la casa de Jeneret se nos instruyeron las costumbres que sólo por costumbre pudiéramos seguirles; ninguna otra ascendencia nos guiaría según las lecciones acatadas desde que nacer pudiéramos en esa cátedra.

ANKESENAMÓN

En cambio yo soy la hija de Nefertiti, cuya audacia me inspira.

MUTNEDYMET

Y nieta sois también de vuestro abuelo Ay.

ANKESENAMÓN

Cuyo parentesco mi valentía desconoce.

MUTNEDYMET

Reconoceos, pues, en la suerte de vuestra madre, porque ¿no fue su descalabro encumbrarse hasta los cielos?

ANKESENAMÓN

Y no será mi gloria encumbrarme desde este fondo donde distingo su esplendor.

MUTNEDYMET

Ah, no sé qué funesto signo entraña una temeridad que repite su catástrofe, pero a fe que puede redoblar en mucho mis profecías.

ANKESENAMÓN

Callad, insensata. Que a vuestra boca le recorten las piernas según las palabras dichas… ah, pero que digo, si bastante pesadas son ellas para que vuestra lengua agazapada las empuje más allá de su sentido. Qué ilusa fui al transigir con el entusiasmo de un cobarde. Pensé que al compartir el infortunio podía dividir entre dos la carga de aligerar el paso.

MUTNEDYMET

Nada diré; lo he jurado como que mi virginidad le tomo desde hoy en ofrenda.

ANKESENAMÓN

No importa lo que os guardéis porque no puede un cobarde infamar un propósito elevado.

MUTNEDYMET

El mayor temor de un cobarde es el de no serlo justo cuando más se precise de tal audacia. Desnuda no puedo mostrarme más ante vuestro ojos, pero tales trazas me atavían a vuestro servicio, por eso acudo a contrariar con sensibles votos vuestras razones insensibles. Disuadidle a nuestro común señor, harto más saben las mujeres principales domeñar las ambiciones masculinas.

ANKESENAMÓN

Le instigaré más bien con la varonil promesa de cumplirla siempre.

MUTNEDYMET

Qué príncipe descender pudiere de esa sociedad.

ANKESENAMÓN

El que al fin nacer pudiere de mi vientre.

MUTNEDYMET

¿Os oís?

ANKESENAMÓN

Como que, ah, también os escucho a vos.

MUTNEDYMET

No es contrario mi partido al vuestro. Escuchadle más y os escucharéis a vos misma.

ANKESENAMÓN

Ya mucho he escuchado que me aflige. Por los dioses, sepultaré también mis esperanzas en un secreto.

MUTNEDYMET

Que muy hondo guardaré porque resucitarán vuestras esperanzas.

ANKESENAMÓN

Mejor gritadlo a todos, que en cada recodo os escuchen, porque en el desacato me cumpliréis hasta por contradecir mi espíritu. Decídselo a mi esposo también que os escuché muy cerca de su oído, pues a través de vuestra traición también lo aliento.

MUTNEDYMET

Ah, me herís con vuestras espinas.

ANKESENAMÓN

Llorad entonces con mis lágrimas.

(Oscurece.)




TELÓN











ACTO IV



Escena 1


SACERDOTE 1

A vos venimos gran visir Ay.

SACERDOTE 2

Antes de volver al templo una antorcha trajimos a vuestra guía.

AY

Cómo sabréis soy el siervo que apenas ronda sumisamente el trono. Otro poder no me está dado.

SACERDOTE 2

Por los cielos que sí.

AY

Cuál entonces que de cierta forma me reivindica.

SACERDOTE 1

No blasfeméis.

AY

Contra nadie armo, sacerdotes, porque sé que mi vejez es obediente a todo embate, y si sucede que los dioses me hacen desandar las huellas hasta reducirme a mis pies, me planto de pie a celebrar ese prodigio.

SACERDOTE 2

Con cordura asumís el precepto universal.

AY

Si en el oído de un hereje he dudado, cuánto no me exigiera en el juicio de su sucesor indemnizar el trono. Pero ya estoy relegado de los asuntos del reino y si una ambición me excita con ardor es el de planear tan sólo lo que por medios privados no pudiera ejecutar jamás. Dejadme conmigo mismo; ya el faraón lejos de mi destierro reside según su rango.

SACERDOTE 1

Qué sobreviene ahora que el faraón manda por su empeño propio.

SACERDOTE 2

Qué edictos le perfilan antes que los cinceles.

AY

Mandará conforme se le educara para el mando.

SACERDOTE 2

Pero si ya no estáis para corregirle.

AY

Le guiará entonces su rutina.

SACERDOTE 1

¿La que alguna vez le aburra?

AY

En esto tenéis razón; porque haberme marginado de su oído se escucha mal, pues hace suponer de su carácter que aborrece las costumbres con encono.

SACERDOTE 1

Al menos las observará por un propósito encubierto.

AY

Sin duda que sólo esto podemos ver ahora.

SACERDOTE 2

Ah, si se pudiera mandar a su despecho.

AY

Yo, que en mi mente resignada me encierro a veces, he pensado en algo, pero la clarividencia me muestra tal idea enmarcada en mi muerte.

SACERDOTE 1

Una idea se os ocurre, después de todo.

AY

Cómo sabéis la tumba me decora cada paso y no puedo sino pensar entre sus lujos.

SACERDOTE 1

Pero se podría decir que habéis extremado vuestra idea.

AY

Con cierta lucidez que se afana en todos los detalles.

SACERDOTE 1

¿Le encomiamos como a Amón? El joven Tut es joven todavía.

SACERDOTE 2

Desde luego. La adulación reduce los sentidos a oír lo que se quiera, a oler lo que podrido un perfume exquisito lo destila, sorber el brindis de todo exceso y palpar al tiento de tal ceguera siempre, dejándole al potentado como el insensible dios que mucho se le pareciera tallado entre las rocas.

AY

Envenenarle os dará más espacio en el trono y os estorbaréis menos en servirle.

SACERDOTE 1

Cómo cicuta difícil de digerir vuestras palabras caen.

AY

Es más cómodo que muera un faraón irresoluto a que nos matemos en domeñar a uno muy rebelde.

SACERDOTE 2

Habría que matarle para que morir le sea el destino encomendado.

SACERDOTE 1

Y la muerte cuando el reino le descubra tiene que procurar su acopio.

AY

No es para espantarse que el gran Osiris se nos aparezca de repente. Todos al cabo de vivir morimos, cuántos faraones con ventaja a éste le preceden desde los tiempos de Narmer.

SACERDOTE 2

Y pudiera darse el caso que enfermara.

AY

No lo rezaguéis, entonces, con otras excusas que no le sean tan venenosas como lo que al cabo haya de matarle.

SACERDOTE 1

Pero le mataríamos para sacrificio de sus hijos muertos.

SACERDOTE 2

Porque no tiene otro heredero que con tiernas orejas se deje naricear a nuestro juicio.

AY (aparte)

Eso no os discuto, aunque mi nariz os saque los ojos.

SACERDOTE 1

¡Qué difícil es mantener la tradición por fuerza de sus mismas leyes!

AY

Me pedisteis mi consejo, y os lo he dado tan fielmente como si aún me quisiera escuchar el faraón.

SACERDOTE 2

Mas quien le sucederá será la incógnita.

AY

Una que se resuelve con apenas preguntar.

SACERDOTE 1

¿Cuál? Decidnos, entonces.

SACERDOTE 2

No hay incesto que aún conserve un cercano fruto.

SACERDOTE 1

Además coronar a la reina es como insistir en restituir a su madre.

AY

Os dije que tal idea le concebí en un marco funerario.

SACERDOTE 1

Que era el vuestro.

AY

Y que siéndole en detalle os responde con igual fidelidad.

SACERDOTE 2

¿Vos el faraón?

SACERDOTE 1

Cuando fuisteis su consejero.

AY (aparte)

Y nunca un sordo.

(Retomando el hilo con cierta afectación.)

Será apenas un interinato que en poco demorara mi muerte, pues ésta sí que otro turno, imperecedero como se sabe, me obligará a cumplir en toda regla. Por lo demás, puedo declinar si no lo consentís así.

SACERDOTE 1

Todo encaja. Horemheb está lejos y podríamos en su ausencia desacatar lo tácito con cierta excusable zalamería.

SACERDOTE 2

La viuda es vuestra nieta.

AY

La dulce Ankesenamón, hija de mi repudiada hija Nefertiti (que Amón niegue toda misericordia).

(Volviéndose.)

De cierto que os haría un servicio antes de morir.

SACERDOTE 1

¿Además de moriros en un plazo breve?

AY

Algo que por demás no postergaría ni con arrugas que de mi rostro sobresalgan.

SACERDOTE 2

Cuál servicio entonces.

AY

El de procurar el heredero de las dos tierras.

SACERDOTE 1 (mirándose los sacerdotes con cierta picardía)

En tan breve plazo y siendo ya tan viejo

AY (riéndose)

Tienen trucos los viejos consejeros que ya quisiera vuestra castidad oír para sus regímenes. Además, convendréis que sólo en estas circunstancias podrían obtener vosotros un fruto. Mucho lo intentó el muchacho y con conocidos efectos no emulará mi despedida.

SACERDOTE 1 (disimulando los rubores)

Son domésticos asuntos que no nos incumben.

AY

Y de lo que, sin embargo, seréis sus protectores.

SACERDOTE 2

Os ceñiremos la diadema cuando muera el faraón. Incluso si poco dura vuestro reinado el gran Amón verificará su vuelta en la conservación de las costumbres.

AY

Duraré tan poco, que creeréis que he brindado con la misma copa del joven Tut. Mas mandaré conforme los siglos que me precedieran fueran la profecía de los dioses.

SACERDOTE 1

Dejemos que los hechos sean testigos durante ese breve reinado.

AY

Y que los dioses los auspicien.

SACERDOTE 2

Si al cabo de morir no tenéis un hijo ya se nos ocurrirá parir incluso de la nada la ocasión venidera.

AY

Igual tengo un favorito que bien pudiera ser hermano de Nefertiti, según pudiera aborrecer también su memoria.

SACERDOTE 1

Ya habíamos pensado en Najtmin.

SACERDOTE 2

Que la acción suceda a estos pensamiento, ya veremos que ha de devenir.

AY

¡Qué los dioses nos alumbren!

SACERDOTE 2

Sea, pues.

(Salen.)

AY

Ilusos que creen que de mi codicia obtienen más de lo que se me alcance a mí. En mi tumba relatarán que no pudieron sino recamar en oro la ambición eterna que me hospede entre mortajas.

(Entra Najtmin.)


Escena 2


NAJTMIN

¿Arreglasteis ya con los sacerdotes?

AY

¿Con qué arreglo me previene vuestra pregunta?

NAJTMIN

Pues sucede que les vi salir al paso de un mismo individuo.

AY

Y enterados por igual están de cuanto a dúo convinieron. Ya lo dicho nos profetiza en la acción, el veneno no hará sino seguir de nuestros movimientos el motivo.

NAJTMIN

Al verles a los dos en un indivisible apuro como decís, casi como si huyeran al templo a revocar el pacto contraído, se me figuró que yo podría abordarles por mi cuenta para excitar sus moras mucho más.

AY

Y con qué razón, si previamente fijamos que no os moveríais al margen de mi cauteloso acecho.

NAJTMIN

Pues sucede, Ay, que he averiguado algo abominable, que mucho incita a mi malicia. Nada alucinaría más a estos varones (naturalmente después de abstenerse menos) que la insolencia de un hereje.

AY

¿Qué decís?

NAJTMIN

Que el faraón piensa reivindicar los desmanes del padre.

AY

De quién habéis escuchado esa calumnia.

NAJTMIN

¿Se te figura que así lo sea?

AY

Si la difundís sin precaver su oportunidad, hablará peor de vos de cuanto se tenga que excusar de él.

NAJTMIN

Pero lo he oído de su esposa.

AY

Ni porque os escupa podéis relacionaros con sus labios.

NAJTMIN

La verdad que fue una doncella del harén, quien al oído me lo dijo sin reserva y justo cuando yo me ocupaba en hacerle gritar lo que casi me ensordecía y desde luego me espantaba. Como nuestro grandísimo faraón mortifica a sus vírgenes entre las mismas sábanas donde también es el tirano del opuesto exceso; pues al margen yo, a la más hermosa y vivaz de tales mujeres, le consolé tanto y con tantas caricias que terminé por desflorarla, y harto revelador fue el llanto que le enmudecía hasta oír de ella sólo el sollozo entrecortado. Se diría que Mutdenymet, la mujer que así le conseguí de informante, profirió aquello como si desobedeciera un juramento tan conmovido que me hacía llorar al verle de perjura. Dijo algo que puedo recordar más o menos de este modo, aunque ciertamente no del mismo modo: “Atón, perdonad a mi señora, que os confunde con Amón; perdonadme a mí en este trance porque tampoco es Tutakjatón.”

AY

De qué se jacta vuestra perfidia, porque yo no veo nada.

NAJTMIN

Pues de haber descubierto enigmas justo detrás de aquella trémula desnudez. Si le insinuamos a los sacerdotes apenas algo, pues querrán averiguar todo por su empeño, y tan castos son estos varones, y tan encerrados en sus ideas, que hallarán directamente el misterio en las otras vírgenes también.

AY

Ah, cómo os atrevéis a envilecer nuestros planes. Buscasteis a una pobre mujer para que os dijera lo que se os antojaba, le escuchasteis del modo que fuera a vuestros oídos un antojo más y le robasteis de sus entrañas una exclamación que se guardaba ella para sí.

NAJTMIN

Con perplejidad os atiendo, señor, porque se diría que con el rango que me distingue sería provechoso sacar ventaja en cualquier doméstica disputa.

AY

Tres modos explícitos censuran vuestra infamia. Primero: el faraón sabe que su mejor socio sería el ecuánime Homhereb, ya vuelto de tan lejos y glorificado; poco pudiera persuadirle si no lo fuere con costosas guerras. Segundo: cualquier restauración tendría que seducir a la corte con precedentes tan funestos como impracticables en un renovado desorden. Y para terciar lo dicho: cualquier acomodo que pudiera propiciar con el tiempo una ambición semejante no le ganará a nuestro tósigo en su expedito medio. Finalmente, otro modo, esta vez implícito, os censura todavía más.

NAJTMIN

Decídmelo para que mi silencio también lo acate, incluso por mucho que este último no lo entienda.

AY

¿No fue entre las mujeres que se confió el significado de aquellas palabras?

NAJTMIN

A lo menos así me lo figuré al escuchar el nombre de la reina.

AY

Habéis traicionado entonces el secreto de una traicionera amiga, remedándole a ella a través de medios que nunca os desagraviarán a vos. Violentasteis la intimidad que desventuradas compañeras pactaran en un lecho estéril y lo hicisteis sin que la sangre os disuadiera en su soborno. Obtuvisteis del llanto incomprensible una intriga, que ahora no podéis interpretar para otro provecho que no sea el que mancille la reputación de vuestra amante como la vuestra propia. ¿Os ufanáis con valentía? pues encuentro que la respuesta os ha de avergonzar tanto como a ella.

NAJTMIN

Pero si ni siquiera fui descortés con ella y encomiables fueron mis labios al besarla conforme le alabé sus formas.

AY

Se puede matar para un fin que nos complazca hasta la muerte, pero poco conseguiréis de un medio que os arruine antes. Aquietaos amigo; no os costará mucho. ¿Acaso ya no sois el comandante que valerosamente se guarece en la corte? Pensad en ello.

(Sale.)

NAJTMIN

Con franqueza admito que la sabiduría de este anciano me corrige. No hay en el mundo, sin embargo, un mundo que del todo él conozca, y allí insistiré con mi rango trayéndole, así sea a lo bruto, una prueba que le asombre.

(Al ver venir a su amante.)

¿No es aquella la sensible Mutdenymet? Pues viéndole de lejos se diría que insensible también lo fuera.

(Entra Mutdenymet.)

Oh, mujer infame, que con vuestros artificios me hicisteis cautivo del mal.

MUTDENYMET

Cómo decís eso mi señor, si fuisteis vos quien me desflorasteis.

NAJTMIN

Vuestra castidad fue un ardid al que este iluso sucumbió.

MUTDENYMET

Pero cómo podía engañaros al daros todo.

NAJTMIN

No hablo de que me fuerais infiel a mí.

MUTDENYMET

Entonces, porque os lo sea al faraón.

NAJTMIN

No es de varones pretender vuestra audacia.

MUTDENYMET

Cuál, que aún no me atrevo a reconocer.

NAJTMIN

¿No musitasteis una herejía que sólo Nefertiti le hubiera infundido a su princesa?

MUTDENYMET

¿Eso escuchasteis de mi temblor?

NAJTMIN

Y a fe que en ello fuiste fría.

MUTDENYMET

Cuando en la tierra algo nos conmueve nos volvemos a exclamar al cielo.

NAJTMIN

Escuchad bien a mi pregunta, entonces, para que respondáis tan bien como escuchéis: ¿me diríais que confundí vuestra blasfemia?

MUTDENYMET (contrariada)

No sé que oísteis, pero de cierto que si por callar pudiera definirlo mejor volverían los ecos a convenceros de que ninguna falta carece de argumento.

NAJTMIN (con iracundo aspaviento)

Ah, Mentirosa. Mentirosa. Cómo os atrevisteis a envilecer nuestros besos. Buscasteis a un inocente hombre que con apenas escuchar de vos lo explícito le tornaríais para siempre malvado.

MUTDENYMET (entre sollozos)

Pues sólo así ahora me podéis tratar así.

NAJTMIN (sin atender a los sollozos.)

A este hombre le estrujasteis su silencio del modo que ello fuera a vuestros oídos un antojo más que pactara con el perjurio, y le robasteis de sus entrañas una exclamación que se guardaba para sí, porque ¿acaso no dulcifique vuestro orgullo con tan bellos piropos que merecerían los suyos particulares? Ah, pobre de mí. No sólo a mí traicionasteis, pues de eso modo divulgabais una traición vuestra que yo desconocía como también desconocía vuestras artimañas. Sí; habéis traicionado entonces el secreto de una confiada amiga, remedándole a ella a través de medios que nunca os desagraviarán a vos. Violentasteis su intimidad al ofrecer la sangre vuestra con que me manchabais. Obtuvisteis del llanto incomprensible una intriga, que ahora no podéis interpretar para otro provecho que no sea el que mancille la reputación de vuestro amante como la vuestra propia. ¿Os ufanáis con valentía? pues encuentro que la respuesta os ha de avergonzar tanto como a él.

MUTDENYMET

Cruel, quisiera poder responderos como vuestros méritos me instigan así los rubores me consumieran…

(Se encoje en sollozos.)

Pero…

NAJTMIN (aparte)

Si no del pecho, del despecho entonces podré algún día escoger su corazón.

(Volviéndose)

La culpa me reprocha no haber sido más severo, pero la educación, que es más sensata, me contiene en mis costumbres.

(Sale.)

MUTDENYMET

Pobre de mí que la humillación me lacera con tantas espinas que aun tomándole en mi resguardo no pudiera con ellas vengarme cabalmente.

(Oscurece.)




Escena 3


TUTANKAMÓN (como conteniéndose la cabeza.)

La impaciencia revuelve mis pensamientos, y tan doloroso es el desorden que da tumbos en su prédica.

(Entra un siervo.)

SIERVO

Permitidme paso a vuestro solio, que vengo en guía de mi oído.

TUTANKAMÓN

Entonces venís a noticiar un acontecimiento.

SIERVO

A eso se me ha enviado, faraón, y así puedo decíroslo frente al solio. De las canteras pudieron al fin a la mole extraer intacta.

TUTANKAMÓN

¿Ya le acarrean hasta Tebas?

SIERVO

Eso no se me encomendó decir, ni cuándo.

TUTANKAMÓN

Muy diligente fuisteis al no demoraros en detalles. El que la mole haya caído intacta predice que le traerán igual.

SIERVO

Conforme estoy, pues, de haberme extremado en ello.

TUTANKAMÓN

Mas las lágrimas os avivan vuestros ojos.

SIERVO

Acaso para ahogarlos en el trance.

TUTANKAMÓN

Por qué os afligís si la noticia es buena.

SIERVO

Porque os la traigo en luto.

TUTANKAMÓN

¿Ha muerto alguien de vuestra casa?

SIERVO

Una mujer y dos hijos.

TUTANKAMÓN

Y qué pudo reunirles de ese modo.

SIERVO

No podría decirse que algo, pero cómo lo inapreciable nos consume así.

TUTANKAMÓN

Relatadme qué sabéis, pues detrás de ello nada existe que no sea la nada en sí. Yo sabré cómo averiguarlo.

SIERVO

Primero una fiebre les mermó el entendimiento tumbándoles en el catre a todos y después con espuma formularon los incomprensibles sonidos de un recién nacido; más murieron en esa compartida cuna los tres.

TUTANKAMÓN

Alguna enfermedad los abatió.

SIERVO

Una que adolecen varios ya.

TUTANKAMÓN

¿Cómo es ello?

SIERVO

Pues otros en las barracas mueren detrás de mis parientes.

TUTANKAMÓN

Ah, me decíais que os mandaron a avisar lo bueno, mas de cuenta propia encarnáis a quién así lo bueno consigue al fin comunicar.

SIERVO (sollozando.)

Perdonadme.

TUTANKAMÓN

No lloréis; sé que mucho lamentáis ser el portador de tales nuevas.

SIERVO

Mucho me bendice vuestra indulgente gracia también.

TUTANKAMÓN

Marchad a vuestra casa y velad por los vuestros. En el camino no discutáis con ninguno vuestra prisa, y cuando cuidéis a los enfermos no le demoréis con vuestros achaques. Mañana os enviaré las hierbas de un preclaro y también los guardias que a un padrón os enumeren. No divulguéis lo dicho, guardad silencio, que será vuestra más conmovida súplica. Tasad el luto con el egoísmo de llorar a solas, que las lágrimas prolongan el medio del funesto germen.

(Pausa. Teniéndose la cabeza otra vez.)

Idos, pues; según lo dicho.

SIERVO

¿Algo os pasa, mi gran señor?

TUTANKAMÓN

Es sólo que me pasa todo.

SIERVO

Se os ve muy pálido.

TUTANKAMÓN

Es el rubor de mi invisible ensueño. Marchaos, pues.

SIERVO

Larga vida os dé la vida vuestra.

(Sale.)

TUTANKAMÓN

Ya gravámenes me da para vivirle, y en obsequio mutuo me sacrifico en su doctrina. Sin duda esta fiebre que me exalta ha de provenir de aquellos muertos, pues cómo, si no con su agudeza, vislumbro mi porvenir en el apretado ámbito de un guijarro. Sí, infecto estoy entre una pestilencia que combina ya tantos dolientes falsos como incorruptibles me sobrevivan todos. Qué no sea mi silencio la súplica entonces, pues no la callaré cuanto ella en reclamo ya se convierte. Ah, Atón, que refulges cada amanecer ¿no fue mi padre el que casi a tientas os vio en vuestra absoluta potestad como ningún despabilado sacerdote lo hiciera sino apenas en el oro de Amón? ¿No se os hizo un cielo aquí en la tierra y a vuestra medida justa? Mas tan fácil como os destronaros nunca un prodigio cumplisteis a mi casta, sino que le alumbrasteis a todos en su ruina. Por contraria alternativa poblé el panteón otra vez y el efecto recrudece en mi perjuicio. Abjuro de estos poderes que la tierra como el cielo se disputan y en pos de una fe consagro mi corazón a su medida. ¿Qué oigo de todos? Porque sabed todos que os escucho como si fuerais consejeros de mi padre extinto. Sí. Celebrad vuestro apetito aun si el ayuno os da el sustento. Brindad por que vuestra sed os guíe en cada apurado sorbo. Retozad a razón de una numeraria prole y dormid profundamente como si murieras en cada sueño. Pues la vida es vida nos repite el sabio y la muerte es revivir más vivamente esos felices esplendores…

(Levantándose del solio.)

Ah, dioses, si me complacierais con este régimen no quisiera yo morir ni por repetir el colmo; pero ya no los pesares sino la muerte me hace cojear hasta mí, y no sé si para llegar alguna vez.

ESCRIBAS

Os eclipsan las ojeras y en el estupor la boca encubre vuestras palabras, por lo que por despecho proferís tales votos al cielo dirigidos. Morir es prolongar los brazos y las piernas. Morir es agigantar la vista en corona de una antigua ceguera. Morir os da la vida que viviste y os la da sin taras ni reclamos.

TUTANKAMÓN

¿Lo dice Atón, o el hijo de Mut con el mismo disco lo señala?

ESCRIBAS

Contestadme, ¿no amanecen todos bajo el mismo sol?

TUTANKAMÓN

Amanecen quienes sueñan, no quienes despiertan.

ESCRIBAS

No va su giro eterno en el confín cerrado de los días.

TUTANKAMÓN

Es un luto que encandila.

ESCRIBAS

¿Conocéis acaso su destino si apenas os deslumbra su encordado arco?

TUTANKAMÓN

Ignoto puede serlo, si tales potencias les ignoro.

ESCRIBAS

¿A sus espaldas no teméis de las tinieblas una prolongada noche?

TUTANKAMÓN

Pesadillas ruego a mis horripilantes vigilias.

ESCRIBAS

Entonces, ¿os refrescan sus remansos?

TUTANKAMÓN

Me enmohecen como también la sed lo hace.

ESCRIBAS

No vuelven sus rayos a disipar ese tupido asiento.

TUTANKAMÓN

Para opacar a las estrellas que ya me guiaban.

ESCRIBAS

Ah, faraón admití de mis preguntas cuando menos vuestras respuestas.

TUTANKAMÓN

Tal vez sea mi ciencia el demorarme en el estudio.

ESCRIBAS

La vida se puede encarnar en piedra, pero no la viviréis mejor de cómo os toca morir.

TUTANKAMÓN

No me atormentéis con la agazapada astucia de una esfinge.

(Entra Ankesenamón.)

ANKESENAMÓN

Qué os pasa, mi señor, se os ve en el rostro uno muy distinto.

TUTANKAMÓN

Son los colores del luto que me cambian la diadema, más el rostro es el de siempre, señora.

ANKESENAMÓN

Y en el de siempre os veo las arrugas.

TUTANKAMÓN

Dadme la mano que os desposo.

ANKESENAMÓN

Desposada ya soy.

TUTANKAMÓN

Y en tales votos renuevo mi condición.

ANKESENAMÓN

Me asustáis.

TUTANKAMÓN

¿Os horroriza, mujer, nuestro amor?

ANKESENAMÓN (viéndole fijamente)

Tanto que os amo con el mismo brío.

TUTANKAMÓN

Ah, si nos bastara con tenernos, más ha menester también de salud…

(Se desploma.)

ANKESENAMÓN

¡Socorredme! ¡Socorredme!

AY

No seáis insensible, viejo. Soltad el tósigo a tierra y socorredle, que mejor mañana traeremos los remedios que entonces con acierto habrán de empeorarle.

(Deja caer el brebaje y se apura a los gritos de Ankesenamón.)

¿Qué sucede que os morís?

TUTANKAMÓN

Sucede que vivo con tales estragos que revivo a cada instante. Ah, dioses.

ANKESENAMÓN

No os plantéis a divagar en las quejas de un noble varón.

AY

Bastante viejo soy para cogerle entre mis brazos, señora.

ANKESENAMÓN

Pues bastante viejo lo sois para estorbar también.

AY (a la reina)

Me confunden vuestras lágrimas, más del faraón soy adicto.

TUTANKAMÓN

Calmaos todos que ya el ánimo me asiste, y bastante cuerdo estoy para reprimir esa demencial disputa.

ANKESENAMÓN (avergonzada y abnegada)

Preciso es que os respaldéis en algo.

AY

Pero no en el solio, mujer; llevadle a su cámara. Mirad aquí vienen unos siervos.

(Iracundo.)

Vosotros no oís acaso, pues a gritos tenéis ahora que cumplir vuestra suerte. Tomadle al faraón con cuidado y conducidle como si le fuerais a coronar de nuevo.

(Los hombres toman a Tutankamón.)

ANKESENAMÓN (ya insensible a las ironías de Ay, solo concentrada en su marido)

Ah, señor, ¿qué os abate así?

AY (aparte)

Lo que sirve de guía a sus remedios.

(Palpándole)

Ardéis en fiebre, señor.

ANKESENAMÓN

¿Qué os malogra?

TUTANKAMÓN (haciéndoles señas a los siervos para que se detengan)

Se diría que una noticia, pues al oírla me inficionó cada engendrado mal.

AY

¿Tan mala?

(Aparte.)

Porque ni por mucho que infiltré vuestros oídos tuve el mismo efecto.

TUTANKAMÓN (incorporándose, a los indecisos siervos)

Soltadme. Soltadme os lo digo; ya puedo andar por mis pies.

AY (afeándole a los siervos severamente)

Sus huellas le encauzan; no contrariéis la corriente.

ANKESENAMÓN

Señor, ¿de veras estáis mejor?

(El faraón asiente.)

AY

Son esclavos, señor, así estéis tan bueno que peséis más, no hay que aminorarle la carga nunca.

(Aparte.)

Aunque qué carga.

ANKESENAMÓN

¿De veras podéis caminar ya?

TUTANKAMÓN (tras una pausa)

Sí.

(A los siervos, con imponente voz.)

Vosotros marchaos de aquí.

(Salen)

AY

Pero, señor…

TUTANKAMÓN

Callad, que ya veréis que de otro modo no escucharéis mejor. Una peste nos asolará pronto y temo que tan infortunado es Egipto que el mismo faraón en ella preside la corte.

AY (aparte)

Con tan encomiables bendiciones de mi parte.

ANKESENAMÓN

Cómo decís eso, mi señor.

TUTANKAMÓN

Un mensajero me dijo que mueren en las barracas, y harto conocido es que la muerte se suceda en los eslabones de la fiebre.

AY (aparte)

A fe que no es delirio.

TUTANKAMÓN

La pestilencia como una serpiente cebada al árbol nos acecha a todos.

ANKESENAMÓN

Sacrificaremos a los dioses para honrarle a ellos mismos.

AY

Yo os recomiendo que no os agitéis mucho. Más bien, debéis reposar a solas y en el recogimiento de vuestra fe; los dioses a los que impetra Ankesenamón os escucharán a vos si calladamente descansáis sin agitaros. Yo mejor me voy a ver que hierbas los preclaros cortan, poco haría aquí que no sea importunaros.

(Aparte, saliendo.)

Vuestra enfermedad conviniéndome me espanta, porque aunque morir pronto sea mi suerte no quiero hacerlo antes de mi suerte. Qué suerte la mía entonces, tras una vida de tantos sacrificios.

(Sale.)

ANKESENAMÓN (apenas entendiéndosele entre sus sollozos.)

Amado esposo, la misma boca mía que os besa os alienta con el mismo ardor.

(Trata de besarle en vano.)

¿Por qué me rechazáis?

TUTANKAMON

Porque sólo el amor me atrae a vos.

(Oscurece.)


Escena 4


ANKESENAMÓN

Ah, la corte está tan agitada por la parsimonia de ese infame viejo que los delirios del faraón hallan nuevos recodos afuera. Sin poderse él apear de otra briosa pesadilla se extravía en el insomnio que me espanta. Se me figura que todos los esclavos conspiran con una abnegación tan irreprochable que hace votos por un usurpador encubierto. El vulgo nos achaca sus dolores como si fuéramos insensibles a perecer en cada uno de sus finados. Los sacerdotes nos recuerdan a nuestros mayores como si ya se les hubiera olvidado, y todas las estrellas inmutables se aferran en la desesperación de sus agudas uñas. Mi materno seno pesadamente me ancla a una maternidad sin hijos que ya no tendrá porqué morir, sino que la vida le sentaría tan bien para tanto infortunio. Desdichada soy como si sufriera los mismos males de mi señor, porque además le lloro con toda la potencia de mi saludable estampa. Apartada soy del solio, que es lecho donde día tras día se le destrona. Ah, Mutdenymet, Egipto muere en mi espíritu y sólo al retumbo de mi corazón escucho una arenga que igual será fatal.

MUTDENYMET

Muchos remedios se le han traído al faraón desde lo más recóndito de sus dominios; la tierra entera combina la fórmula de los dioses.

ANKESENAMÓN

Ah, la tierra se le ha revuelto desde el cielo.

MUTDENYMET

Sabrán escogerse una cura de esas hierbas.

ANKESENAMÓN

Gran señor, ¿ninguno de los dioses en disputa os socorre ahora? Con atractivos sucesos los dos se pelearon el reinado, con vistosos alardes se amenazaban antes de encararse abiertamente, mas, ¿ningún milagro puede decidir el dilema? Ah, señor. El gran Tut amado de Tut, decidid por vos mismo que ardorosamente yo el ejemplo seguiré en ese culto.

MUTDENYMET

Que vuestras palabras los otros dioses asientan.

ANKESENAMÓN (de repente, vivamente)

Si mi señor muere, yo moriré también, y sin que ello pueda herirme lo bastante se me hará vivir otra vez, pero al lado de un regente ajeno que me mortifique.

MUTDENYMET

Disgusto ingrato para todas, en el cual seguiremos siendo con gusto vuestras doncellas.

ANKESENAMÓN

Cautivas en la corte; sólo el ocio mimará nuestros dolores.

MUTDENYMET

Ningún fruto pueden arrebataros para coronarle. Tampoco varón alguno sobrevive en el linaje, ¿con quién, entonces, se os hará casar?

ANKESENAMÓN

Con el mismo viejo que se pavonea en su dolor fingido y que tantas arrugas le amortajan en una vida infelizmente tan eterna como su inalcanzable muerte. El propio padre de mi madre será mi esposo. Ah, esposo mío no me deis de dote una viudez ni por muy honrosa.

MUTDENYMET

Revelaros, gran Ankesenamón.

ANKESENAMÓN

Me lo dice quien antes me aconsejó no acatar mi herencia; pues ahora mi abuelo si me obligará a no acatarla nunca.

MUTDENYMET

Os lo dice la misma que reconoce en el ejemplo decidido una valentía que no tuve nunca, y que asustada de todo me entregue a los miedos como si tal sacrificio bastara. Ah, quisiera yo en el arrebato de una venganza actuar igual de decidida, pero mis garras sólo se aguzan en maldiciones; vos sí fuisteis desde siempre discípula de quien os trajera a un mundo concebido así por ella. Envenenad tantos esposos como os obliguen a casaros.

(Consolándole.)

Por qué lloráis

ANKESENAMÓN

Porque estás lágrimas ya envenenan a mi esposo.

MUTDENYMET

Tanto me arrasa vuestro dolor.

ANKESENAMÓN

Mucha razón tienes en instigarme y si he sido valiente en contrariaos lo seré aún más en escucharos.

MUTDENYMET

Que bendiga vuestra audacia a mi cobardía. Pero matar tantos esposos como os asigne no os liberará mejor que un retiro casto, mas cómo os resistiréis a que los sacerdotes elijan tal marido no habiéndolos preferido para ellos.

ANKESENAMÓN

Tendré que aceptarlo tal como se me imponga, a menos que un príncipe extranjero reclame en Egipto el derecho de su casa.

MUTDENYMET

Escribidle entonces.

ANKESENAMÓN

Aún a los enemigos de Egipto apelaré con orgullo. No desfalleceré para que mis palabras se escuchen secretamente, y que así uno de sus nobles hijos me lo envíen de marido.

(Otra vez entre sollozos.)

Seré su fiel y leal esposa antes que la viuda de alguien que pervivirá en mi recuerdo.

MUTDENYMET

Otra vez el llanto.

ANKESENAMÓN

Porque este juramento también envenena a mi marido.

MUTDENYMET

Tal vez tantas dosis destiladas con amor le vuelvan del trance.

ANKESENAMÓN

Bendigo vuestras bendiciones.

MUTDENYMET

Entretanto debéis escribir con sigilo.

ANKESENAMÓN

Con el mismo sigilo que el rey Hitita comprenda.

(Oscurece.)


Escena 5

(En una estancia del palacio hitita)


SHUBILULIUMA

Con cuánta impaciencia ya esperaba tu regreso. ¿Has podido espiar en la corte?

ESPÍA

En ella, mi rey, figuré tan servil como si por descubrirme me hubieran esclavizado ya.

SHUBILULIUMA

Hasta se me figuró que en verdad te habían descubierto.

ESPÍA

Esa gente se fía tan sólo de sus andares, advierten apenas del vecino algún prodigio que ya por ventura no le hayan a sus dioses. Es una madriguera de topos que se tientan a mordiscos.

SHUBILULIUMA

Luego, ¿es cierto que el faraón está agonizando, y que por dividir intrigas sus interesados dolientes se dividen además?

ESPÍA

A fe, y como la pregunta lo indaga. Al faraón la peste le acosa en el reposo y su mujer, sin dejarle, le llora como si ya hubiera enviudado una docena de maridos. No hay herederos, ni que recién nacidos porten la corona y el harén sólo prolifera en sus mujeres. El provecho de ese venidero luto ya ofusca las ambiciones del gran consejero Ay, y los sacerdotes parecen haber pactado con éste y a despecho de quienes guardan las fronteras.

SHUBILULIUMA

Refieres los hechos según así le tocara a la reina Ankesenamón dictar su doliente poesía.

ESPÍA

Pues en verdad le forzarán en tales circunstancias a desposarse con su abuelo.

SHUBILULIUMA (tras una meditada pausa)

Otra boda por fuerza se me ocurre.

ESPÍA

¿Qué decís, mi señor?

SHUBILULIUMA

Nada. Sólo ve y trae a mi hijo Zannanza.

ESPÍA

Al punto vuelvo.

SHUBILULIUMA (divagando a lo largo de la estancia)

Una alianza secretamente concebida, congraciarme con el oro que tanto he rogado. Vencer al orgulloso Egipto, siendo además el suegro en la paz de mi duplicado rol.

(Entra la reina)

Qué eco, guiándote en las sombras, te trajo a mi silencio, mujer.

REINA

Fue un ordenanza que voceaba por Zannanza, quien…

SHUBILULIUMA

¿Zannanza duerme en el palacio?

REINA

Desde luego, esposo mío. Pero por qué le procuras con tal aspaviento.

SHUBILULIUMA

Allá donde las pirámides como espejismo se yerguen siempre, donde el Nilo con sus aguas da de beber incluso al que ahoga entre sus fauces. Allá, donde nuestros enemigos aún nos llaman extranjeros… pues allá el faraón muere, en su espléndido palacio, sobre pliegues suaves, entre las pinturas de sus siervos, con el brillo eterno del oro, y sus ojos cerrados ya combinan con los fantásticos colores de su fiebre. Muere el faraón y a su lado una noble jovencita, a la sazón su futura viuda, me ha pedido, esto desde luego humildemente, a nuestro hijo como esposo.

REINA

Pero qué extravagante es esta pesadilla. ¿Para contársela despertáis a nuestro hijo?

SHUBILULIUMA

Qué dices mujer, deberías estar soñándole en lugar de venir impugnar sus veras.

REINA

Entonces, es cierto. Pero cómo podéis fiaros de los egipcios.

SHUBILULIUMA

Por primera vez su diplomacia es cristalina.

REINA

Y según eso sacrificáis a nuestro joven Zannanza.

SHUBILULIUMA

Nada sabes mejor que ser su madre. Ya le pariste, cumpliste entonces con rigor, yo le traeré al mundo.

REINA

Ruego que Zannanza oiga lo que os escucho a vos.

SHUBILULIUMA

Y lo oirás también. Aquí viene.

(Entra el príncipe, seguido del espía.)

SHUBILULIUMA

Puedes irte tú; es justo que vayas a dormir.

ESPÍA

Incansable soy para serviros, mi señor, así que he de obedecer aunque en el extremo me relaje.

(Sale.)

ZANNANZA

Aquí me tenéis, padre, pronto a escuchar de vos la prédica.

REINA

Y le escucharéis antes que el gallo la publique.

SHUBILULIUMA

Cállate mujer. Tú, hijo, irás a Egipto mañana con el encargo de desposar a la viuda del faraón.

ZANNANZA

Pero tal negocio ¿no se concierta sobre una noticia infundada?

REINA (aparte)

Es una pregunta que por su respuesta se pregunta.

SHUBILULIUMA

Sucede que el faraón está por morir y qué su esposa desesperadamente acude a nosotros para salvarse de una oprobiosa sucesión. Sus tablillas me llegaron con esa elocuencia, que inmediatamente conseguí verificar en el seno mismo de aquel palacio.

REINA

Así que es verdad.

ZANNANZA

Pero, padre, qué garantías puede haber entre tantos intrigantes.

SHUBILULIUMA

Aquellas que se premediten en contra de tal desconcierto. Viajarás engolfado en la incógnita que divulgue así su carácter ordinario, sólo llevarás contigo unas tablillas que dilucidar podrás frente a los perplejos cortesanos. Serás intocable por todos. Dado que el comandante Horemheb está cerca, le confirmaremos a sus rivales (que tales son) una paz negociada para sostener una alianza.

REINA (aliviándose)

¿Se ha hablado con los egipcios entonces? Ah, la locura de todos ellos es nuestra lúcida esperanza.

ZANNANZA

Entonces, con esa maravilla que contáis, ¿ya se pactó a favor de uno de los partidos de la corte?

SHUBILULIUMA

Le confirmaremos anticipadamente lo que en verdad se pacte una vez que muera el faraón y tú, hijo, ciñas la diadema.

REINA (aparte)

Pero qué dije… si es la locura un medio tan palpable en su densidad.

ZANNANZA

Pues sí. Horemheb aceptará ciertas condiciones que yo expida interesadamente desde el trono, revolveremos las intrigas y en el desorden reinaremos.

SHUBILULIUMA

¿Acaso el ejército hitita no sabe amenazar con lanzas también?

REINA

Pero no veis, hombres, que hartos peligros conjuran de antemano una revolución semejante.

ZANNANZA

En ello os equivocáis, madre, porque el oro será el mismo y el de siempre y es el que nos convida a brillar en la paz.

SHUBILULIUMA

Mañana temprano, en acopio apenas de lo que nuestro egoísmo acredite.

(Tomándole de los hombros.)

El cobarde no tiene reparos para prorrogar su agonía. Así que sé valiente en todo momento. La contraria audacia ni en la ventaja da respiro. Por lo demás, sólo en el futuro se aviene profetizar lo perpetuo. Ahora mismo te conviene más bien algo de más duradera clarividencia, que a saber ciertamente ya es la partida. Mañana temprano marcharás, pues, y que los dioses te guarden; ya te veré de su profeta.

ZANNANZA

Os convidaré desde Egipto, Padre. Mujer, con ceñudo ahogo no tiranicéis al llanto; permitid a vuestras lágrimas su expresión opuesta.

(Sale.)

REINA

No vayáis, hijo mío; la noche bajo el cielo es más oscura.

SHUBILULIUMA

Deja de convocar señales infaustas.

REINA

Pues le maldigo… a mi propio hijo le maldigo.

SHUBILULIUMA

Qué insensata maternidad es la tuya. Muerde tu lengua, trágala entera para que una indigestión sea tan sólo el pronóstico que tanto ya proclamas.

REINA

La habéis maldecido vos al enviarlo allí; solo que mi juramento, siendo sentencioso en su sacrificio, le defenderá del tuyo porque también con ese alcance le protege. Por eso le maldigo.

SHUBILULIUMA

Ah. Si al menos con golpes pudiera tantearse tanta intrepidez, pero hay razones femeninas que ni a lo bruto le sabremos indagar. Hijo, seré yo quien aparte te despida. Tú no saldrás, mujer, que sea tu misma boca la que cerrada te contenga detrás de sus barrotes.

(Oscurece. En la mañana, otra estancia del palacio.)

ZANNANZA

Presto estoy, padre, a partir con esta indumentaria, y acarreando, desde luego, los trofeos de servir así. Donde vuestras bendiciones indiquen allá voy de prisa.

SHUBILULIUMA

Disfrazarse de lo que no es, de cierto será la furtiva forma de ser el mismo; quienes ahora te conocen, y por ventura conocieran de ti la estrella, aun con la ceñida moda de siempre tampoco te reconocerán en la travesía. Vaya, pues, hijo mío. Y que los dioses os bendigan.

(Sale el príncipe Zannanza y oscurece.)


TELÓN


























ACTO V



Escena 1


NAJTMIN

Cuánto no me reprochasteis por procurar un secreto escogido entre la cuenta de desnudas trazas, uno tan sólo cuyas volutas sólo se solapaban en el espiral de un capullo. Así que si con palabras exquisitas en sus vapores engañosos convidé a mi amante, supuse que lo contrario le conmovería más al enfurecerle por un afecto del cual toda la ira puede derivar desde un origen brusco apenas. Allí podría, en el corazón suyo, ver al fin el mismo corazón de un secreto que en verdad sí palpitara en él, y por contrario de lo dicho antes ningún reproche incitaría un asombro que aún cuesta imaginar en la costumbre.

AY

Obrasteis esta vez con sentido.

NAJTMIN

Habiéndose juntado las mujeres del harén para propugnar lo qué profané de un modo insensato, Mutdenymet trataría de redimirse en el siguiente desconsuelo de su señora, invocando acaso el ultraje propio y por fuerza de sus lágrimas aguzando después las de su señora. Deje que un plazo mediara en estas reuniones, y luego sólo me quedó exprimir a la agria criatura hasta este zumo que os dejó tan perplejo como a mí.

AY

Hace un tiempo que no veo a esa mujer, según convenga por ahora su ausencia.

NAJTMIN

Por poco moría, y no por que mis manos le torturaran hasta hacerle hablar, sino porque sus palabras, más crueles que mis manos, al salir la herían desde muy dentro.

AY

Cuidadle, que cuando todo se devele ésta criatura hará de otra en el harén.

(Volviéndose.)

¿Tenéis las copias de las tablillas?

NAJTMIN (sopesándolas)

Antes de remitirles les copié; luego las cruzaría sin alterar los destinos que después de todo cada quien se los buscó así.

AY

Bien, cuando muera el faraón forzaré a la reina con su mismo oprobio, a menos que con sumisa dulzura admita las querencias de su abuelo.

NAJTMIN

Qué pasa con el faraón, muere aún.

AY

Los remedios no le hacen bien, pero tampoco aplacan mi impaciencia.

NAJTMIN

De seguro ya los extranjeros saben que va morir en naturales circunstancia.

AY

Y sin saber más enviaron a un testigo sonámbulo que se tropezará con su misma tumba.

NAJTMIN

Ah, para que el rey unos de su hijos enviase, tuvo que espiar en la pestilencia como una rata, y otra garantías en suma supondrá de Horemheb, haciéndonos creer un pacto de armas belicosas.

AY

Por supuesto, Najtmin, lo cual nos da el término de infamar a Horemheb mientras abrillantemos la ilusión de Shubululiuma. No importa Horemheb ahora, descontado está de la acción, porque aun cuando su ambición verdaderamente le traicionara qué tregua podría sostener tras hechos tan truculentos.

NAJTMIN

Mejora lo que nos hace bien y empeora lo que daña a nuestros enemigos. Aquí se apacigua a los enfermos restringiéndoles en el padrón que el moribundo Tut dispuso tan lúcidamente. Las tropas esperarán vuestra estrategia sin salir de sus lugares y Amón se regocijará de la revancha al fin.

AY

Muy bien, Najtmin. Por mi parte, he de confesar que más devotos no he visto a los sacerdotes.

(Aguzando el oído.)

Parece que llegaron los asesinos. Hacedles pasar.

NAJTMIN

Sí, ya les escucho labrando con sus huellas la tumba del príncipe.

(Hacia afuera.)

Oíd, vosotros; adelante.

(Entran los asesinos.)

ASESINO 1

Aquí nos tenéis, señor, qué otros mortales nos recordarán eternamente.

AY

A un príncipe tenéis el honor de matar, porque su padre ya ha abdicado en él.

ASESINO 2

¿Y qué otras señas ya le perjudican?

AY

Se llama Zannanza de Hittia y temerariamente se ha encubierto en las fachas solitarias de un viandante, llevará consigo unas escrituras diplomáticas que acreditan tal anonimato. ¿Sabéis leer?

ASESINO 1 (mirando a su colega, que le hace señas encubiertas)

Y hasta pudiera escribir.

AY

Bien. Reconocedle a seguro de vuestros cuchillos. Veinte jornadas os separan de la encrucijada y él otras tantas de la funesta bendición de su padre. Y cuando le tengáis tan cerca de vosotros dos que vuestro puñales su corazón traspasen, entonces, apuñaladlo, apuñaladlo; con repetido encono apuñaladlo.

ASESINO 1

Muerto le dejaremos y con tantos agujeros que las moscas empalagarán su partida.

ASESINO 2

Señor, para matar no hay como nosotros, y si son bárbaros practicamos en el muerto nuestra esgrima.

ASESINO 1

Si queréis que muera, morirá como si fuera vuestro deseo el que obrara por sus solos medios.

AY

Marchaos, pues. Y ya sabed qué pintas decoloraréis al verles.

ASESINO 1

Ya lo sabemos; como que la sangre es roja.

(Salen.)

NAJTMIN (sonriendo)

Hombres muy violentos mandáis contra el príncipe.

AY

Porque aun venciéndoles le temerá horrores. Quién se siente bienvenido entre asesinos.

NAJTMIN

A fe que con una bienvenida así se les despide más bien.

AY

Y con pésimos modales.

(Reflexivamente.)

Lo que es con estos asesinos parece que para esa estrella nacieran. Francamente esa gente se sacrifica por dinero como no lo hará ni por amor, tampoco el odio puede conmoverlos tanto.

NAJTMIN

Tal vez la muerte les enseñe los genuinos tesoros de la vida.

AY (paternalmente)

Tal vez, Najtmin.

(Oscurece.)


Escena 2


ASESINO 1

Por aquí es el paso aguardaremos hasta el amanecer, y si no…

ASESINO 2

Esperad; allí yace alguien, dormido como si así lo fuera en sueños.

ASESINO 1

Indaguemos sus cosas con sigilo.

(Se ponen a buscar y sólo hallan unas tablillas.)

Trae ciertas escrituras diplomáticas. Es él.

ASESINO 2

Aquí, y tan fácilmente como nos instruyeran el atajo.

ASESINO 1

¿Le apuñalamos dormido?

ASESINO 2

No; porque despertaría de muy mal talante.

ASESINO 1

Y qué importa si así le despertamos.

ASESINO 2

Pues se me figura que entonces si tendríamos que defendernos tenazmente, e incluso con sus armas para salvar la vida.

ASESINO 1

No es para broma el lance.

ASESINO 2

Así que no teméis la venganza de un muerto.

ASESINO 1

No, porque igual de insensible yo pagaría a su indiferencia.

ASESINO 2

Pero se me ocurre que no es muy decente matar a quien no puede gritar un improperio.

ASESINO 1

Y si se demora hasta el amanecer, qué hacer entonces.

ASESINO 2 (entre risas)

Matar el tiempo mientras tanto.

ASESINO 1

No vengáis con modorra, ya mucho nos costó apearnos hasta nuestras huellas.

ASESINO 2

Tenéis razón, nos conviene volver en cambio del propósito encomendado.

ASESINO 1

Mejor es matarle ahora que tendido allí ensaya el trance eterno. Sinceramente no me quedaré hasta que ya en su rol destaque el pobre iluso.

ASESINO 2

A matarle entonces.

ASESINO 1

Esperad, y si no es el que buscamos.

ASESINO 2

Poco importa que no lo sea, igual diremos que murió.

(Apelando a las tablillas)

Y llevamos sus almohadas.

ASESINO 1

Es más mortal lo que casi os haga morir, y en carne viva lo sabríamos mejor que él, si el anciano indagara al impostor.

ASESINO 2

Quién más vendría por este camino y a esta hora, no llevando consigo sino apenas su notorio anonimato.

ASESINO 1

Es él, sin duda, que lo ausculten los cuchillos.

ASESINO 2

Esperad; despierta con una daga en cada mano.

ZANNANZA

Me buscáis, salteadores. Pues sabed que sólo estas costosas dagas llevo.

ASESINO 1

Tesoro que no puede defenderse por sí mismo.

ZANNANZA

Tendréis que vencerme antes, y aun vencido qué le robaréis a un pobre que desarmado ostente ese mismo lujo.

ASESINO 1

Estas tablillas que mucho describen vuestro ornato, aunque de ninguna de ellas sepamos leer nada según nos comprometiéramos antes.

ZANNANZA

Pues sólo declaran que tan pobre soy como valiente.

ASESINO 2

Entonces con cobardía os robaremos el título y vuestra savia, príncipe Zannanza.

ZANNANZA (perplejo)

Mi nombre sabíais de antemano. ¡Ah, Traición! ¡Egipto infame! No permitiré la obra de unos asesinos.

ASESINO 2

A fe que sí, si volvemos a matar.

ZANNANZA

Venid los dos a ver cuántos ojos dejáis aquí.

(Luchan ferozmente hasta que el príncipe Zannanza queda desarmado y a merced del duplicado acecho.)

Padre, os han burlado y para vergüenza sólo en vuestros rubores abrevará mi sangre. Y vosotros, ¿veis? Estas cicatrices condecoran mi posición.

ASESINO 1

He aquí, entonces, que os concedo también la diadema que vuestro lujo precisa al contrariar el faraón.

ASESINO 2

Rendíos ya.

ZANNANZA

Esperad, sois dos contra uno.

ASESINO 2

¿Acaso lo notasteis cuando casi por todos los costados nos matabais?

ZANNANZA

Uno soy apenas.

ASESINO 1

Por lo cual no podéis exigir más ventaja que la de ser menos.

ZANNANZA

Que el cielo recaiga sobre vosotros. Os maldigo.

ASESINO 2

Mejor nos hubierais bendecido, señor, que prodigar sombríamente, pues malditos os mataremos, malográndoos de cualquier modo.

ZANNANZA

Me matáis porque soy mortal, pero en rigor soy vuestro vivo ejemplo, el que seguiréis después.

ASESINO 2 (acometiéndole)

Como seáis un buen ejemplo para otros, moriré sin seguirlo jamás.

ASESINO 1

A fe que yo también.

ZANNANZA (muriendo al viento lo declara)

Ah, muero…

ASESINO 1

Casi morimos en el encargo, ¿eh?

ASESINO 2

Sí, señor. Otro principito como este y perdemos el abolengo nosotros, y tan mentados que somos en la corte.

ASESINO 1

Sobrevivir en contra de rivales tenaces es como morir persiguiendo a débiles; ardua la tarea

ASESINO 2

De cualquier modo, señor, la muerte nos hiere hasta el fondo de todas nuestras cicatrices.

ASESINO 1

Callad.

ASESINO 2 (riéndose)

No es nadie, hombre, aunque si el miedo nos delata, pues serán todos…

(Oscurece.)


Escena 3


(En el lecho de muerte.)

ANKESENAMÓN

Seguida de un indolente tropel acudo a vos, pues sólo mi dolor podía alumbrar el tiento de esta gente.

TUTANKAMÓN

Más lloráis para perderos vos misma.

ANKESENAMÓN

Sea ella mi última esperanza entonces.

TUTANKAMÓN

No habléis así, amada.

ANKESENAMÓN

No censuréis al amor, amado.

TUTANKAMÓN

¿Ni con el más apasionado de los besos?

ANKESENAMÓN

No tengo aliento ya de contestar.

TUTANKAMÓN

Ni yo para sostener la pregunta.

ANKESENAMÓN

Ah, dioses que nos abandonáis.

TUTANKAMÓN

En la tierra nos abandonan, más como en el cielo he de dividir los tesoros.

ANKESENAMÓN

Qué decís.

TUTANKAMÓN

Aconsejar a mi consejero es preciso ahora, puesto que en él se prolongan mis vanos amuletos.

ANKESENAMÓN

Morid hablando conmigo, que sabré de vuestro silencio callar también.

TUTANKAMÓN

Es justo que me escuche el anciano.

ANKESENAMÓN

Tomad la revancha en sus oídos, que mis lágrimas os ungen.

TUTANKAMÓN

Venid, anciano Ay.

(Se aparta entre sollozo al tiempo que se acerca Ay al lecho.)

AY

¿Ahora me llamáis, faraón?

TUTANKAMÓN

Ya hasta mis huesos traban los malestares; mas las ajenas palabras aún me animan a esta controversia. Oídme entonces sin tartamudas orejas que interrumpan, porque mucho os escuché a vos: que por virtud se debe escuchar al sabio, y no sabéis cuánto este precepto me aventaja en mi desventura.

AY

Sí queréis legar un edicto lo haré labrar en todas las piedras del orbe.

(Aparte.)

Borrando con lo ilegible lo que os fuera previo.

TUTANKAMÓN

No musitéis más de lo que vuestra boca desdentada pueda roer.

AY

Me avergonzaría tanto no grabar vuestros reproches.

TUTANKAMÓN

A mí me toca ser paternal con el padre de todas sus arrugas. Estos báculos, que cómo barrotes me asedian, son al tiempo que vuestro apoyo senil también los cetros de un delirio que en el mismo cautiverio me inflama. Acercaos, Ay, no temáis de mi muerte una invitación, porque sabréis al margen morir ya con la diadema.

AY

No es que la ambicionara, sino que vuestros príncipes, como sabéis, han abdicado a mi favor; no hubo nunca halago que me abatiera más, porque ataviándome de tal modo iba yo en luto y a tientas. Yo hubiera preferido que incluso muertos ellos me escucharan hasta que renacer al fin pudieran del mismo vientre que os alumbrara a vos.

TUTANKAMÓN

Callad.

AY

Por qué me intimáis ese mismo silencio que os potencia así de brusco en el trato. Qué he hecho sino serviros, cómo entonces podría acataros este último voto que os agravie.

TUTANKAMÓN

Oyéndome tan sólo, de ese modo no tendréis porqué cuidaros de escrúpulos. ¿Decís que sois inocente de heredarme, cuando un viejo en suma de sus muchos vicios no puede impetrar la gracia de un recién nacido? ¿Me decís que no ambicionáis el trono, cuando sobre el morirías tan cómodamente? ¿Os apenáis de que en el tálamo muriera antes, y os apremia desposar a vuestra nieta antes de que sus ojeras le atavíen para otro rito?

AY (con ladina impostura.)

Os oigo, señor; sólo os oigo.

(Aparte.)

Lo que por demás son tradiciones.

ANKESENAMÓN (gritando desde su doliente rincón.)

No; que aun porque muráis, señor, sólo a la viudez seré fiel esposa.

TUTANKAMÓN (siempre a Ay.)

Sois ladino e infame.

ANKESENAMÓN

Tan ladino como infame; ya os dije.

AY (siempre cabizbajo.)

No me bendigáis de tal modo, que se os diría que me aprovecho de vuestras bendiciones.

TUTANKAMÓN

Por qué excusaros con ardid, si siendo sincero igual de claro se os ve metido en otro luto. Sabido lo tengo que el mundo no detiene ninguno de sus giros. Ayer fue un hoy preciado que hoy se tiene por antiguo y mañana será el día que anticipa con sus gastos los otros opulento días por venir. ¿Quién nos descubrirá en el mismo mundo que nos descubre y bajo el mismo sol que nos ilumina en su extensión? Moriré, y sin descendencia he heredado apenas el nombre que historia este rol que hasta hoy me ocupa. Sólo puedo hablaros hoy, y de cierto hoy os hablo; sólo podéis escucharme hoy y si bien mañana me oiréis será también sin descendencia que vuestros oídos se abran para siempre. No hay consejeros que nos prevenga de estos hechos y nada que en otras piedras se grabe de ese nadie. Nunca pude blandir el cetro y de mis manos muertas ya lo tomaréis para vuestra cojera.

AY (siempre cabizbajo)

Tomaría los otros bastones también si con ellos conduciría con bien el reino.

TUTANKAMÓN

Callad.

AY (aparte)

Dadme el apoyo de ese punto.

TUTANKAMÓN

Tomaréis lo que como mendigo codiciáis, porque será vuestra pobreza dejarme pobre.

AY

Os queda aún la inmortalidad, gran señor.

TUTANKAMÓN

Lo que ya es un consuelo para un mortal como vos.

AY

Uno que no discute vuestros honores.

TUTANKAMÓN

Y que os castigará al cabo. Acercaos más.

(Reparándole minuciosamente.)

Sois el mismo hombrecito que me trajeron en Telamarna. Vuestras manos son las mismas que vacías atenazan todo, vuestros pies delante de mí con la misma ambición os anclan al cenagoso fondo de vuestras huellas. Fuisteis desde entonces el mismo Ay de siempre, el hombre indivisible que entre tantos raros animales os trajeron de la selva.

(Cómo delirando.)

TUTANKAMÓN

Si así fue que él al claro mundo vino,

Tal que le hicieran ya venir a mí,

En qué formas la otra le convino.

ESCRIBAS

De cierto en tales que de cierto aquí

Entrañan lo desnudo de un revés

Que entre lo eterno siempre conseguís

TUTANKAMÓN

¿En qué sustancia blanda, pues,

Aun corrupta quizá se precisara,

Al detalle le alberga cuerpo y tez?

ESCRIBAS

En la dura esperma que tanto se ablandara

Según la forma que remotos hombres

Allí concebir puedan sus duras caras.

TUTANKAMÓN

¿Me decís que en cualquier hombre?

ESCRIBAS

Lo aconseja bien quien así lo escucha.

TUTANKAMÓN

Luego, ¿en la misma talla que le nombre?

ESCRIBAS

Y al cabo de que salten sordas luchas.

AY (después de aguardar en vano un significado)

¿Deliráis, señor?

TUTANKAMÓN

Digamos que os conviene que apenas mis palabras armen con espinas. La verdad gran visir, es que sois tan pequeño que no le llegáis ni a vuestros talones.

AY (contrariado, a los otros.)

Llamad a los sacerdotes; nuestro gran faraón muere.

TUTANKAMÓN

Tenéis razón viejo; ya las palabras brotan de mi boca como sangre. ¿Os espanta que os manche vuestra nueva túnica?

AY

Apuraos, que puede hacerle daño morir así.

(Las mujeres tratan de acercarse.)

Vosotras no le importunéis con lágrimas.

(Mutdenymemt desiste y se arrincona en su llanto.)

ANKESENAMÓN

Abridme paso, viejo infame. Creéis que sois ya el tirano, pero con qué fuerza obligaréis a vuestro inerte cuerpo.

AY

Nunca seré quien os obstruya vuestra dicha, mirad que en adelante seré su bienhechor.

ANKESENAMÓN (tenazmente se abre paso)

Ah, muera en verdad si no sigo como debo a mi esposo.

(Entorno al lecho, sollozando.)

Marido mío, no me abandonéis entre vuestros dolientes. En el llanto sólo puedo llorar hasta ahogar mi juicio. En vuestros delirios seré feliz al menos.

TUTANKAMÓN

Si fuera por llevarte, seríais vos de mí la guía, pero todo un mundo me retrasa hasta el ángulo cerrado de mi ombligo.

ANKESENAMÓN (solloza sobre el cuerpo del faraón).

Ah, sólo viviendo la vida que me espera pereceré tan funestamente como este mundo a mi ombligo me confine.

TUTANKAMÓN

Escuchad, mujer mía. No os hablaré de pesares ni de risas, tampoco de serias o festivas ocasiones, ninguna emoción potencia mis palabras porque diciéndoles las profetizo al tiempo: únicamente vivid mientras viváis, no menos se puede hacer en esta vida, pero en cambio mucho más nos mortificaría hasta revivirnos otros insospechados horrores antes de que la misma muerte los tuviera que reponer.

(Va muriendo.)

ANKESENAMÓN (sollozando en el pecho de su marido.)

Entonces, tomadme también por esposa si mi dote es la viudez.

AY (aparte con la inconsolable Mutdenymet.)

Se diría que un luto tan acabado como éste os era preciso para llorar por vuestro propio encono; porque muchas caricias os flagelaron según entiendo.

(Sale Mutdenymet en una carrera.)

Empezaré por apretar el harén.

ANKESENAMÓN (al notar que murió el faraón)

¡No!

AY (al ver los sacerdotes que entran seguidos de Najtmin.)

Venid pronto. Hele allí; se puso malo de repente y murió.

SACERDOTES

Qué Osiris reúna con sus linos el cuerpo entero del faraón.

NAJTMIN

Ah, y yo que dando tumbos vengo a inquietar a su memoria.

AY

¿Qué decís, Najtmin? ¿Qué pudiera de ese modo oscurecer al luto?

ANKESENAMÓN (tenazmente se vuelve)

Largaos de aquí, infames.

NAJTMIN

Escuchadme todos lo que por desgracia he de deciros.

(Todos se vuelven, excepto la viuda.)

SACERDOTE 1

Perturbada la partida por una infamia.

NAJTMIN

La viuda que sobre el pecho acongojado de su marido llora, obró con doblez contra él al buscarle un sustituto en la anticipación perversamente consumada. He aquí que estas tablillas revelan la alevosa educación de su mano.

(Ay toma las tablillas, y Ankesenamón se vuelve con la perplejidad de sus lágrimas.)

AY

Con que la viuda procuró un marido antes. Ah, y de entre nuestros más enconados enemigos le eligió. Príncipe Zannanza, hijo del rey hitita. ¿Lo veis sacerdotes? Este terrenal óbice estorbar a vuestras preces puede. He aquí escritos los hechos como si otra vez en la arcilla se ejecutaran por siempre. De no ser porque mi pérdida me distrae con intempestivo aplomo, tendría que llorar lo que tanto me duele saber aquí.

NAJTMIN

Si os indemniza en algo la justicia, señor, tened como cierto que el príncipe fue ejecutado a medio camino de su perdición.

AY

A medias esto me complace.

SACERDOTE 2

Funestos designios entrañó la herejía de esta estirpe. Un faraón muerto al que no le servimos, porque su viuda con audacia no los impide.

ANKESENAMÓN (vivamente)

Tanto os transfiguráis en tantas caras que se os ve en todas ellas la misma falsedad de una que tan sólo torvamente puede sonreír. Os presentáis vistiendo las galas que combinan entre todos y os congregáis con el apetito fiero de los buitres.

(Reparándolos con encono.)

Ah, terribles dolientes agravian mi dolor mientras que con ojos contenidos brindan al colmo de mis lágrimas. Ah, qué los dioses me castiguen con el cielo, porque en el fondo de su tumba me guareceré.

AY

¡Blasfemia!

NAJTMIN

Nada descubrimos que vosotros no inventarais.

ANKESENAMÓN

Nada descubristeis que confortara a mis ilusas esperanzas. Os veis en suma de lo que sumado sois, y para qué servidumbre os justificáis tan fielmente aquí, sino para ser esclavos de vuestros apetitos.

SACERDOTE 2

Señora, menester es observar el rito del gran finado.

SACERDOTE 1

La justicia observará el suyo, porque a fe que vuestros sucesos mucho afrentan a Egipto.

SACERDOTES (hacia el faraón)

No volváis a ver la estela, adelante las aguas calmas.

ANKESENAMÓN

Sucumbiréis todos, porque no demoraré la revancha con afectadas maldiciones. Esta pestilencia que hoy aglutina el orbe en un desastre absoluto es ya apenas la profecía de lo que sobrevendrá a todos. En la profecía gloriosamente el profeta se retira y enviudo y muero en su orden restringido.

AY (aparte)

Enviudáis, os desposo y morís es el orden del tumulto.

ANKESENAMÓN (fijamente a Ay)

Conmigo perecerá la nobleza de Egipto, que pudierais vivir ya para que una muerte os glorifique, viejo infame.

SACERDOTES

Como vos os hacéis sordo a tales palabras así nosotros os encomendamos a Osiris, porque no oyéndolas podemos proferir las que escucháis en vuestro viaje.

AY

¡Guardias!

(Najtmin a una voz los procura y entran.)

La desconsolada viuda se retira.

(Aparte.)

Ya desfloraré ese luto.

ANKESENAMÓN (volviéndose al esposo)

Ah, hermano de otro vientre, que vuestra madre os alumbre. Aun a tientas de mi vientre os encontraré con nuestras hijas de la mano.

(Sale en una carrera.)

AY (a Najtmin.)

Atrapadle, según los cargos.

(A los sacerdotes.)

Sigamos nosotros con la ceremonia.

SACERDOTES

Ah, conmovidos versos pudiéramos decir, y a fe que no tan fielmente a la memoria.

(Oscurece.)

ESCRIBAS

Detrás de vuestras viudas la primera

Os sigue sólo a vos entre palpables

Espinas que igual colman el ahogo.

Pues si la tumba el cauce así lo fuera

Ya hondo de una corriente interminable

Labrad en vuestra muerte el desahogo.


Escena 4


AY

Desde que la desposé no me habla siquiera y con tal amargura se resiste a mis requiebros que aun callando mi espera me empalaga. ¿Recitasteis los cantos que os encomendé de vuestro ingenio?

SIERVO

Tal como lo encomendarais, gran señor.

AY

Le hablasteis de fragantes flores traídas de la escarcha, de que la hierba en el oasis atiende discretamente las señales del cielo. Le comparasteis con una diosa tan imperturbablemente bella como a la que ella tributa en vano. Qué más he de indagar de vuestro don, si, como sabéis, no es el mío obrar según así lo ordeno.

SIERVO

Lo dije tan fiel a vuestro orden que de memoria os lo recitaría a vos también.

AY

Y nada le conmovió.

SIERVO

Ni un sol constelado de muchas estrellas, ni las flores cuyos pétalos prevalecen en el desierto. Tampoco la luna en la gravidez de una prole aventajada y he de decir lo mismo respecto a las joyas que simulaban en el suelo el esplendor de tales cantos.

AY

Marchaos, pues.

(Sale.)

Tal vez el perdón la conmueva apropiadamente; vivirá conmigo y con su mismo título. No la tocaré, sino para palparle.

(Entra Maya, supervisor del tesoro.)

AY

¿Cómo va la tumba, Maya?

MAYA

Faraón, tuvo que rematarse una galería ha tiempo abandonada en un recodo. La piedra estaba densa como si a propósito resistiera los cinceles.

AY

Tal vez no quiere albergar a un blasfemo. Sin embargo, nosotros, sin duda también a nuestro pesar, debemos disuadir a las piedras a que tapen para siempre un eclipse cuya exterior regencia nos agostaría a todos. ¿Ya catalogasteis la colección que le acompañará?

MAYA

Según se le iba arrumando por categorías y gustos.

AY

Muchos bastones os encomendé.

MAYA

Más de un centenar según recuerdo.

AY

De cetros les iría bien si al cuerpo le apalean.

(Entra Ankesenamón.)

AY

Vinisteis, mujer. No sabéis cuanto me reconfortan…

ANKESENAMÓN (con una resignada frialdad)

Mi ojeras teñidas en el luto” ¿quisisteis decir?

(Maya se trata de marchar discretamente.)

AY (a Maya)

Cómo creéis, hombre, que importunáis aquí. Referidme más bien cómo se resume nuestro catálogo.

(A Ankesenamón.)

Porque habéis de saber, mujer, que seréis la viuda de un esposo tan rico y virtuoso como el que generosamente os desposara.

MAYA

Pues… muchos guantes y carros.

AY

Para dirigir el rumbo. No sabéis como al joven Tut apreciaba los paseos en su niñez. Decía que era Horemheb a la carga contra los extranjeros.

ANKESENAMÓN

Desterradme. Es la única súplica que os haré.

AY

Pensé que me rogaríais vuestra muerte.

ANKESENAMÓN

Esa os la exigiría como a un siervo se le impone su deber.

MAYA

Cebada y vinos, señor.

AY

Ah, por supuesto, para que sustente su largo ayuno.

MAYA (excusándose)

Luego podemos seguir el resumen.

AY

Que no lo abrevie la tarea, porque cuánto nos demoraremos después.

MAYA

Bueno; sillas y catres y otros muebles.

AY

Para el acomodo de un largo sueño.

(A Ankesenamón.)

Solía repetir una pesadilla cada noche vuestro antiguo esposo, que desafortunadamente sabía soñarla mejor de lo que la relataría jamás.

ANKESENAMÓN

Sea su himno pues el que me conserve en el sueño y todas sus mataduras en mi acomodo.

AY

Supongo que por empezar del luto no pude sino aventajar a mi inocencia con puros malos pasos, así tan lejos llegué que al ingenio quise confiar delante de vos. Fue un ardid que se extendió a los accidentes, pero a quién no lo embota el llanto como si otro fuera el duelo que nos exprime. Ya se me figura que os habéis enamorado de mi inteligencia, eso ciertamente lo explica todo; y si yo, que no soy ningún tonto, también he quedado cautivo de su influjo; cómo puedo, entonces, juzgar vuestra desesperanzada ilusión. Vedme ahora, más bien, como un padre cuyos años le enternecen.

ANKESENAMÓN

Como a un padre cuyos años le enternece os lo suplico entonces.

AY

Sois la hija de mi hija; vuestro padre fue mi sobrino, ¿y así con todo os negáis a darme un primogénito que al tiempo lo sería de nuestro pueblo? Un perfecto heredero de cuya voluntad concentrada se refundaría un amplio dominio que abra el mundo hasta su corazón encarnado. Vuestro hijo y primo, mi bisnieto, sobrino e hijo. Un ser así de acabado y audaz no lo hubiera engendrado nunca el joven Tut ni que envejecer se diera en el propósito. Sois la reina a la que perdonaré su falta; sin daños entonces podéis al fin concebir al faraón de una nueva y redoblada dinastía. Y si he de ser también vuestro consejero para enamoraros con más finos piropos, pues de cierto os aconsejo que os enamoréis de mí según así me deis el fruto.

ANKESENAMÓN

Si forzáis hijos en mí (ah, y mi vientre contraría mi desgracia por desgracia) los malograré dentro y aun los separaré de mis princesas. ¡Dadme el destierro, monstruo!

MAYA (tras la pausa, de repente)

Sandalias y vestidos.

AY (al vuelo pero sin descuidar a la reina)

Para encubrir sus vergüenzas.

MAYA

Cuchillos y espejos.

AY

Para defenderse de sí mismo.

MAYA

Barcas.

AY

Para que reme en sus ahogos.

MAYA

Vasijas y cuencos.

AY

Para discutir sus ecos.

MAYA

Baúles.

AY

Para aprisionar esperanzas.

(A Ankesenamón.)

Acaso con tesoros no os he conquistado, como es que sus brillos no os conmueven. ¿Qué más os puedo dar?

ANKESENAMÓN

Dadme el destierro.

AY

Os he dado más, y mucho lo sabéis. A vos misma, por cortejaros, os he dado lo que eres, con vos misma he ornado vuestra presencia, porque eres mi hija, hija de mi hija, y aun así estáis insatisfecha de mi largueza.

ANKESENAMEN

Desterradme, y vuestra largueza no se quedará tan corta.

AY

¿El destierro me suplicáis? Yo creo que la muerte que me exigiríais os haría suplicar con más variedad.

ANKESENAMÓN

Contra vos suplicar pudiere después de morir… ah, y con tal aliento que animaría a los pétreos dioses que no los conmoví en vida.

AY

Ni con el esplendor de vuestra viudez os seduzco, pero al menos seré fiel a vuestro antiguo esposo si, como él, de vos soy el señor.

ANKESENAMÓN (sollozando)

Ah, este dolor apenas concebir podrá el goce de que mis cicatrices me flagelen.

(Se incorpora y lo escupe. Saliendo de escena)

En mis manos confío, serán el asiento glorioso de mi vida, si al fin pueden acabarme en el fondo.

MAYA (cabizbajo)

Mucho oro y piedras.

AY (gritando)

Ponedle más.

MAYA

Lo que pueda caber en las cámaras…

AY (con los ojos desorbitados)

Ponedle oro como si lo codiciarais para vos. Como si os tocara descubrirlo después.

MAYA (tartamudo)

Mucho oro y joyas exquisitas como para colmar su tumba.

AY

Más para que le deslumbre la muerte.

MAYA

Pero no se le labró la piedra con sus señas.

AY (tras una pausa serenándose)

Ponedle toda la historia que se haya labrado para otros; corregid las figuras si es menester y enriquecedle con siglos de artesanos. ¿Si le laminasteis el sarcófago con su forma?

MAYA

Tan parecido a los de otros que encubrirán a su modelo original.

AY

Veo que ya acopiáis la tumba; mas os falta algo.

MAYA

Qué señor podría faltarme. Ah, se me figura que las princesas… ¿cierto?

AY

Principalmente los remedios para cuando el pobre despierte adolorido.

MAYA

Desde luego, señor, me pongo con diligencia.

(Sale de prisa. Una larga pausa.)

AY (jadeante y desilusionado)

Mucho me he matado en esta muerte. De veras que tantas licencias me ha concedido la vejez, pero ya estoy viejo para llevarles a cabo. La tiranía será tan sólo mi egoísmo y nada más.

(Oscurece.)


Escena 5


AY

¿Ya la mataron?

SIERVO

En vano acorralamos su muerte.

AY

¿Pero murió?

SIERVO

Por su propia mano.

AY

Se dirá igual que fuimos nosotros; no puede verse a los ojos del vulgo que tal ultraje se le absolviera con una solución tan fácil.

SIERVO

Así se hará, faraón.

AY

Los mismos cinceles que me glorifiquen suprimirán tantas taras de esta estirpe. Ahora, marchaos que espero a Najtmin.

SIERVO

Le he visto en el alcázar. Mirad aquí viene. Os dejo a seguro de vuestro encuentro.

(Sale el siervo y entra Najtmin.)

NAJTMIN

Me cuentan que ya Homhereb viene como si fuera el energúmeno de su misma rabia.

AY

Y qué podría enfadarle tanto. Se dice que el cielo está espléndido y que la pestilencia bajo él sólo castiga a los impíos.

NAJTMIN (tratando de esbozar una irónica sonrisa)

Vuestra ascensión, sin duda le enoja mucho.

AY

Nada tiene que reclamar a su favor; además debería hallar el modo más bien de que se convenga otro tratado en las fronteras.

NAJTMIN

Pero, ¿no le margináis demasiado detrás de tantas armas?

AY

Es su obligación, servir a Egipto y sé que con valentía lo hará. Yo, por ejemplo, me conformo con que el reino de Mitani me ofrende unas de sus hijas.

NAJTMIN

¿No os abruma que los hechos al fin tuvieran filos?

AY

Venceré la memoria con esos mismos filos.

NAJTMIN

Además, lucháis contra un faraón muerto.

AY

Sí, tiene la ventaja de haber vivido; pero ya sabéis que esa ventaja no le prolongó a la vejez.

NAJTMIN

Recordad también que estáis tan viejo que la muerte sería más mortal para vos.

AY

No más de lo que os tocaría en suerte a vos si os resistís a mi breve reinado.

NAJTMIN

No me resistiré, porque apenas en lo que duré conservaré mi prestigio. Ah, pero cuánto no se me infamará al acabar todo.

AY

Sí preferís un destierro acompañadme siempre.

NAJTMIN

Si con cumplir mis deseos pudiera apaciguarme, los cumpliría entonces en vuestro honor como ahora os sirvo.

AY

¿Os acordáis de mi promesa? Dije que seríais mi comandante.

NAJTMIN

Pero entonces no sabía que consumados los crímenes era menester sostenerlos según la misma virtud y en contra de irritados enemigos.

AY

No disimuléis con temblores semejantes (poco se os cree además), porque vaya tal crimen sí que os costará sostenerlo con ardor.

NAJTMIN

Sólo al acecho de la realidad podemos tensar nuestras ilusiones.

AY

Sin profetizar lo que devenga en los calendarios, moriréis igual y esto es tan cierto como que mucho os mortificáis en adelantar esa certeza.

NAJTMIN

Colmadme de honores para no sucumbir.

AY

Aún teméis a Horemheb, ¿verdad?

NAJTMIN

Mucho me temo que no pueda atenuar ese noble sentimiento.

AY

Pues que os premie vuestros temores.

NAJTMIN

Acogedme.

AY

Sois mi favorito en adelante y también mi hijo.

NAJTMIN

¿Qué dinastía no estamos con estos hechos engendrando?

AY

Esta pregunta vuestra una verdad ya concibe, y de cierto la prefiero a responderle.

(Entra un siervo. Se asusta Najtmin por el intempestivo anuncio.)

SIERVO

Gran señor, afuera aguarda Pentu y Usermont.

(Oscurece.)

ESCRIBA 1

Sostenida en tierra, vuestra forma

Desde el cielo se acuesta a convenir

Pacientemente el agua que a partir

De ser la misma lluvia se conforma.

ESCRIBA 2

Sois del cielo también sus normas

Que conducís por siempre al devenir

De una corriente antigua como ir

A colmar en el cielo igual su horma.

ESCRIBA 3

Adentro el corazón de todos late

Oculto para todos; y aun secreto

Lo que del ahogado se rescate.

ESCRIBAS

Vuestra ceguera tienta al muy sujeto

Bastón que en orbe nada y le combate

A peces que se pierden ya repletos.



FIN


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