Shi Huang-Di















SHI HUANG-DI



mayo-junio, 2013















DRAMATIS PERSONÆ

SHI HUANG-DI (primer emperador)

LI SI (ministro principal)

ZHAO GHAO (eunuco)

HUHAI (hijo usurpador del emperador)

FUSU (hijo predilecto del emperador)

ZIYING (hijo de Fusu)

XU FU

HAN ZHONG

HOU GONG (alquimistas)

SHI SHENG

JUN (unas de las concubinas del emperador)

LU SHENG (médico de la corte)

MENG TIAN (mariscal adicto a Fusu)

ZHANG HAN (General de Qin)

SIMA XIN (lugarteniente de Zhang Han)

SEÑOR DE PEI (general combatiente, futuro primer emperador de Han)

YAN LE (Oficial a las órdenes de Li Si y luego de Zhao Ghao)

XIANG YU (general combatiente)

YUJI (concubina del Xiang Yu)

ZHAO CHENG (hermano de Zhao Ghao.)

GUARDIAS, SOLDADOS

CONSTRUCTORES

CORTESANOS

EUNUCOS

CONCUBINAS








ACTO I



Escena 1

(En el palacio de Xianyan, unos hombres acarrean una carreta al centro del patio; la estatua de un soldado de terracota, el último para la gran tumba del emperador.)

SOLDADO 1

Vosotros dos, tirad de allí. No tan bruscamente. Despacio. Despacio. A ponerlo de frente al sol. Así. Muy bien.

SOLDADO2 (jadeante, enjugándose la frente)

Cómo pesa un soldado de estos, ¿eh? Se diría que hace falta un ejército para lidiarlo tan sólo.

SOLDADO 3

Se diría también que la pereza te hace más brazos de cuantos pudieses ocupar en ella misma.

SOLDADO 2

Os equivocáis los dos; yo no soy precisamente un holgazán, bastante ardua ha sido mi vida para al menos no morir cada día, y sucede que además tendré que morir algún día.

SOLDADO 3

Algún día moriremos todos, es una verdad cuyo señuelo nos coge de nuestros mismos bocados.

SOLDADO 2

El que todos mis parientes mueran no me preocupa mucho; alegremente llevaría el luto de ser la excepción. Pero tener yo así la vida para morir me arrebata el aliento con cada sospecha.

SOLDADO 1

Dejad de quejaros. Aprended de este arquero que ni tus quejas lo conmueven. Y harto difícil ha de ser no moverse ni para seguir igual.

SOLDADO 2

Pues se me figura que le gusta mucho ser una estatua. No tiene que ir al frente, tampoco una urgencia parece cansarlo de ningún modo, y así, quieto como está, puede estar tranquilo, y ser en todo momento un valiente.

SOLDADO 3

Eres un cobarde.

SOLDADO 2

Cómo te atreves a llamarme así.

SOLDADO 3

Ha de ser porque eres un cobarde.

SOLDADO 1 (riéndose)

Y tú, muy valiente con un cobarde, ¿no?

SOLDADO 3

Que se sepa tampoco tú eres muy valiente.

SOLDADO 1 (entre carcajadas)

Además de no serlo, eso es verdad, me consta que soy un cobarde, aunque he de admitir también que no lo soy tanto como para negarlo.

SOLDADO 3

Mejor ceñirse a nuestra encomendada esclavitud.

SOLDADO 2

Por cierto, ¿cuántos soldados de estos eran?

SOLDADO 1

Innumerables. Innumerables.

SOLDADO 2

No puede uno formarse ninguna cifra, pero al ver a éste último, pintado detalladamente, sí que pareciera que los otros del mismo modo existen.

SOLDADO 3

¿Por qué lo traerán a palacio?

SOLDADO 2

Escuché decir que la tumba del Gran Emperador ha conseguido al fin cultivar esplendores en tierra que ni el cielo concibe. Un reino subterráneo señoreará eternamente y conforme a los mismos lujos que acostumbra en vida.

SOLDADO 1

Su muerte ha de tener una cuna y los sueños de despertar en ella.

SOLDADO 2

Pero cómo podría ser cuidado por inmortales como estos, que no mueren porque tampoco viven, y que dispuestos así tampoco aguzan las certeras flechas ni las filosas lanzas.

SOLDADO 3

Ciertamente nada pueden hacer.

SOLDADO 1

Y, sin embargo, diez mil soldados como éste haciendo nada, ah, pues en ese trance algo colosal debe ocurrir.

SOLDADO 2

Asusta tanta quietud.

SOLDADO 3

Más bien parece que fuéramos nosotros a quienes el movimiento apresa.

SOLDADO 1

Es la espera la que os hace a su semejanza.

SOLDADO 2

Cuánto demoraremos aquí, por cierto. Ya se me figura que el Gran Emperador, majestuoso y tal vez impaciente, nos querrá ver con el mismo aplomo de sus soldados invencibles.



SOLDADO 1

Sólo nos está dado llegar hasta el borde de nuestras propias huellas, acaso si no queréis despeñaros desde allí. No creáis que veremos al Emperador; nuestros ojos sólo a tientas podrían verlo de verdad.

SOLDADO 3

¿A quién esperamos entonces?

SOLDADO 1

Al gran Li Si. Señor de señores y gran ministro del gran Emperador.

(Larga pausa)

SOLDADO 3 (acercándose a la estatua)

Parece que estuviera vivo, apenas en el instante en que así lo estuviese.

(De repente, volviéndose a los demás)

¿No os maravilla un soldado invencible?

SOLDADO 2

Me maravilla más que le pudiéramos traer hasta aquí; otro prodigio de tal naturaleza nos vencería el lomo.

SOLDADO 1

Cuidado con lo que decís, porque muchas son las palabras que entorpecen al silencio.

SOLDADO 3

Cuidado con lo que calláis porque muchas son…

SOLDADO 1

Callad, que aquí viene el ministro.

(Entra Li Si altivo y majestuosamente escoltado de cortesanos. Los soldados se postran.)

SOLDADO 1

Gran Ministro Li Si, a quien las estrellas del regente Emperador lo iluminan.

LI SI (sin apartar la vista del soldado)

Así que este era el último soldado.

SOLDADO 1

Ciertamente el soldado que se nos encomendó traer, y desuncir de las bestias para arrastrarle acá.

LI SI

Sus maneras marciales son extraordinarias en todo punto, y sus facciones tan verídicas que difieren de las vuestras.

SOLDADO 1

Gran ministro, cada soldado…

LI SI

Calla no seas impertinente, apenas una cara puede verse sí el montón es el miedo. Largaos. Ya se encargarán otros forzudos de llevarle adentro.

(Se vuelve el gran ministro seguido de su séquito. Oscurece.)




Escena 2


(Mientras el Emperador rodea a la estatua.)

LI SI

La tumba del Gran Emperador convoca un ejército formidable, miles y miles de soldados que en su eterna valentía le defenderán bajo la tierra como sobre ella igual lo harán. La tumba será vuestro palacio, mi señor. Donde estéis persistiréis con acierto. Donde empuñéis espada seréis invicto. Donde reinéis seréis también el Gran Señor de quienes vivan por diez mil generaciones. Todo lo divisaréis desde lo alto de vuestros insondables ojos. Todo será tan veraz como calcado de su misma profecía. En torno al centro de ese orbe tomará con arrojo ventaja el tiempo y seguirá el mismo impulso hacia los siglos por venir. Os ha de rodear el mapa de vuestro imperio. El mercurio circulará por cauces profundos como lo hace la sangre de todas las criaturas. El oro al fin deslumbrará en todo sus secretos. Las espadas, las flechas, las lanzas detendrán toda tempestad, y las ruedas en silencio han de repartir su estrategia invencible. Hombres y mujeres han de morir también en vuestra tumba, como arriba de ella los demás mueren. Y la paz que arriba obligasteis será vuestro descanso interior. Se ha cavado en la tierra otra tierra con similares esplendores; y ya el cielo es reflejo imperturbable de lo que se hizo para vuestro trono.

HUANGDI (volviéndose.)

Sin embargo en tierra… ah, y tan dentro de ella está lo que en ella quepa, que el tesoro vale más por esta condición que por lo que del mismo cielo se esperase.

LI SI

Os recordará el mundo que hiciste de vuestra espada. No nacerá criatura que haya de tener otros recuerdos.

HUANGDI

Sin embargo, moriré mientras otros mortales vayan naciendo, y ello sea quizá lo más memorable de todo.

LI SI

Seréis incorruptible para todos.

HUANGDI

Sin embargo, así seré eterno y ya no más aquel feliz mortal que en cualquier instante pudiera morir. Insensible a todo, ni siquiera me alegraré de que apenas una espina pudiera lastimarme.

LI SI

¿Hoy no sois, señor, aquel que vive entre todas estas promesas?

HUANGDI

No lo soy en verdad, mi querido Li Si, justo porque por esas promesas ya cumplidas no lo seré. El presente acaso como la venidera tumba ya me encierra.

LI SI

Os engañáis, mi gran señor, si yaceréis como los otros yacen a término de sus días, despertaréis, mientras esos siguen durmiendo a término de sus noches.

HUANGDI (con creciente iracundia.)

Y, sin embargo, cuando muera, no dormiré porque tenga sueño… ni pasadas las estaciones despertaré, porque según ese sueño haya dormido un poco. Sólo moriré, porque estaba vivo, porque no pude vivir más conforme vivía, porque ni las costumbres diarias encauzaron mi sangre. Porque reiné entre los mortales que heredan en todo punto a sus mayores. Morir, acaso porque la misma muerte, después de morir, será el único arraigo que me azorará en un cuerpo inconmovible. Morir yo, que hice en un instante lo que sólo inmortales dioses de su forma infunden. Yo que fundé la única dinastía del mundo que persistirá entre todas las estirpes. Precisamente yo, quien con millares de muertos acabase con todas las matanzas de reinos rivales. Yo, que reuní el bronce de todas las espadas belicosas para que campanas hechas del mismo bronce tañerán por siempre. Yo, que vivo con este ardor y empeño. Yo, quien con el fuego reescribió lo escrito. Yo, que a todo puso su medida justa; sea porque la ruedas ruedan o porque el sastre puede vestir a cualquier finado en cualquier parte donde se le llore. Morir aquél por quien los demás saben andar en el mundo. Morir, de suerte que a mi preciosa vida no sobreviva… ¡Ah!

(Pausa, quedamente.)

Moriré como todos mueren. Moriré como un ejemplo singular para quienes vivan bajo mi rigor, y ese acto será todo mi egoísmo, uno del cual tampoco participaré tal como jamás entonces he de participar de los vivos. Morir al fin, como en verdad moriremos, es repetir esa muerte como no repetiremos nuestro nacimiento; es repetirla acaso con la misma fidelidad con que la vida nos imita brevemente.

(Yendo al soldado de nuevo.)

¿No lo ves, Ministro, como su rostro es el de un soldado, como sus marciales vestiduras son las de un soldado, como su arco y su aguzada flecha son las de un soldado? ¿No veis que como un soldado no lo es, sino que una masa de barro tiene la forma que tiene?

(Simplemente.)

Está muerto. Lo veo en sus ojos.

LI SI

Tampoco es que vos vayáis a morir hoy, cuando de cierto todas estas dudas os agobian. La tumba os aguarda ciertamente, pero no os estorbará el paso, mi gran señor.

HUANGDI

No me habléis más de aquel tendido lecho. Alejadme la tumba de mis lujos entonces. Ya la encontraré en mi senda, pero no quiero verle más mientras viva.

LI SI

Dicho sea así, mi señor, pues no lo veréis nunca.

HUANGDI

Ah, dices tal, porque además de muerto seré ciego, sordo y apenas dotado de un silencio inexpresivo.

LI SI

Quise decir, mi señor, que una tumba merecida es parte de quien la merece, tan invisible como la vida que vivimos, vida compartida en la sustancia que somos.

HUANGDI

Bonito pensamiento éste, Li Si. Pensaré en él mientras duerma.

LI SI

Por otro lado, sí me lo permitís así, impartiré a la compañía que retrase las labores de la tumba.

HUANGDI

No, Li Si; que terminen pronto esa tumba, ella ha de ser desde ya mi más prodigioso amuleto.

(Al soldado.)

No quise verlos a todos sino al último, así como alguna vez quise que la tumba tuviera la cavidad de un mundo entero.

LI SI

Ningún soldado repite otras facciones, mi señor.

HUANGDI

Y, sin embargo, éste debe ser el mismo que se consiga en los demás.

LI SI

A fe que no… ¿Queréis que lo aparte de vuestra vista?

HUANGDI

Mandé por él. Déjalo un momento más; es el único que veré y el único que sin oírme me escuchó. Está hecho de tierra y sólo escarbando en esa tierra de la cual está hecho se le encontrará algún día.

LI SI (hace una genuflexión)

Será, entonces, como vos lo digáis.

(Sale.)

HUANGDI

Cuántos seres han muerto bajo mi cetro, cuántos bajo mi espada. Si arrebaté el aliento de muchos como se coge del más arraigado árbol sus más leves frutos; si los demás apenas entre estertores respirar pueden… Si maté como sólo a un inmortal le es dado en su derecho, entonces por qué la muerte, hecha y rehecha de mis manos tantas veces, deshará a su hacedor insigne de una vez, como lo haría con este insignificante soldado un torrente o una gotera constante. Ah, de quién viviréis, ingrata, si en mí morís.

(Entra Fusu.)

FUSU

Padre, veo que ya os llegó la figura encomendada. Un ejército completo a vuestras órdenes. Todos los rangos; todas las armas y un cerrado orden en la estrategia eterna. El resto de la tumba…

HUANGDI

¿Vienes hablar de tumbas?

FUSU

De vuestra tumba, sin duda.

HUANGDI

Seguidla como queráis. Agrandadle en sus grandezas. Que se os haga cómoda como quien consigue el palacio que mejor le sienta a sus achaques. Terminadla, en fin, como para vosotros mismos, que llegado el día se os hará de noche también.

FUSU

No es la muerte la que apura las labores, a no ser aquellas de quienes en su labor mueren. Pero justo es que el Primer Emperador se haga una tumba en el ardor de sus vigores.

HUANGDI

Más justo es que viva todo el tiempo en el ardor de mis vigores, acaso porque ninguna tumba sea su medida. Ah, cuánto no quise como vosotros esta tumba, cuánto no os obligué a ella como si os echará generosamente a su seno. Acaso no deseé que fuera mi más perdurable obra, que se dijera de ella que sólo podía ser la tumba de un inmortal Dios, no porque yo fuera ese Dios, sino porque pude obrar de tal modo que el cielo entero cupiera allí. Ahora que está casi lista me abruma, sus fauces son tan terribles como las que todos ven en mi iracunda faz.

FUSU

En ellas quedarán sepultos los agobios, Padre. En ella vuestra fama desenterrará a la misma tierra. Venid, debéis ver los otros soldados como se forman en las galerías. Se os pasarán esos lúgubres pensamientos. Entre un ejército tan disciplinado como aquél, sólo la estrategia puede ocupar vuestras reflexiones. Una tumba resguardada de ese modo os animará tanto y con tanto brío como para que así la evitéis por siempre.

(Refiriéndose al soldado de terracota.)

No os dejéis embaucar por este desertor; si ha llegado hasta vos, según encomendasteis un valiente, ha sido con doblez y con perfidia. Rezagado de los otros, es el último de su clase y también el único que en esa condición tiene esa infame marca. Venid, padre. Ya se encargarán de escarmentar al insolente, que al cabo del mismo polvo dividido fue hecho uno solo.

(Tomando la espada de su padre)

Por qué esperar si su culpa es grave.

(Decapita la estatua.)

Los otros son distintos, mi señor, y todos diferentes entre ellos hacen el cuerpo de uno solo.

(Cediéndole la espada.)

HUANGDI

Un cuerpo sin esta cabeza que cortaste.

FUSU

La cifra exacta es diez mil, y ya no importa las ideas que esa cabeza por sí misma se forme.

HUANGDI

Eres el hijo de tu padre, y ciertamente el primero de sus hijos.

FUSU

Vuestro hijo soy, como que así sois mi padre.

HUANG (palmeándole.)

Es verdad, la tumba ciertamente no me halaga, pero ¿soportaréis mi cólera acaso porque no la terminéis?

FUSU

Entre esos extremos se os hará justicia, mi señor.

HUANGDI

Recordad siempre que mi deseo de vivir es inmortal.

FUSU

Ya bastante se habrá repetido la profecía, hasta que calcada lo fuera de su porvenir.

HUANGDI

Vayamos, pues, a ver valientes.

FUSU

Vayamos, padre.

(Entra Li Si de repente.)

LI SI

Gran señor, hay una noticia desgraciada, justo aquélla que de tantos modos procuro su forma y su medida.

HUANGDI

Entonces…

FUSU

¿Cuál es ella que los dos parecen conocerla nada más?

HUANGDI (sentándose.)

¿Mi madre ha muerto?

LI SI

Hace una semana.

FUSU

De cualquier modo el destierro merecido ya le había encaminado.

HUANGDI

Guárdate de insolencias, muchacho. Ah, precisamente ahora… Un huérfano es el mejor cebo de la muerte, ¿por esa marca he de ser reconocido entonces?




LI SI

Era algo que iba ocurrir pronto y que vos sabías como nadie. Nada puede el acontecimiento presagiar que no sea el funeral de aquella pobre mujer.

HUANGDI (volviéndose al soldado decapitado.)

Cuántas cabezas debemos cercenar para que la nuestra nunca caiga.

(Li Si se sorprende al ver los pedazos del arquero.)

¿Diez mil como éstas? ¿Diez mil como las nuestra?

FUSU (con cierto recelo.)

Una noticia ligeramente traída por Li Si es tan leve que se desvanecerá en el aire.

LI SI

En lo primero os engañáis con opuesta audacia, joven, y, en efecto, lo segundo es así, porque mis arraigos saben andar entre lo hondo.

HUANGDI (abrumado.)

Callad los dos.

(Oscurece.)


Escena 3


LI SI

Shi Huang Di, gran señor de la guerra y de la paz, vigorosamente habéis conducidos los ejércitos victoriosos de la tierra, sólo os habéis apeado del trono para andar por el vasto imperio. La piedra que de ordinario se muestra inconmovible abre su pecho a vuestras palabras y erigida en las colinas pregona ya no su mudez perpetua, sino las sentencias que perpetuamente pacifican a todos los valles. Que el mundo no os abrume nunca, siempre tenéis la voz de imponer la orden especial. La vejez no os encorvará como ella lo hace consigo misma, tratando en vano de doblar vuestros hombros. La inmortalidad, que ciertamente en poco mortales puede haberla, es la de llegar a viejo como se llega a mozo; es la de morir como se nace; es la de no ser como se es. Muchas combinaciones hay en el mundo que en cierto régimen puede postergar vuestra vida en esa vida que os describo. Nada de este mundo faltará al Emperador, nada le faltará que pueda resucitarle en vida, ni nadie negará su propia vida en pos de conseguir esos medios.

HUANGDI

Hablas como si en el acto me proveyeras los alivios, más son palabras de un hombre que está dotado de ella como yo lo estoy de mis oídos.

LI SI

Y oiréis más que eso, siendo vuestra facultad superior a la nuestra.

HUANGDI

Como no me ensalméis sólo con palabras, puedo escucharos todo lo que así dijerais.


LI SI

Hay en una remota campiña un esclarecido varón que a la naturaleza ha desentrañado sus secretos.

HUANGDI

Qué secretos son esos que tan naturalmente salen.

LI SI

Pues los que por esa misma naturaleza traen también su origen.

HUANGDI

Dices que un hombre conoce de pócimas y dietas.

LI SI

Digo, en efecto, que ese hombre sabe lo que ya ha dicho el Emperador.

HUANGDI

Pues cuánto demoras en traerle aquí, porque si es verdad que puede vivificar mi tiranía, ya tendré la indulgencia de esclavizarlo en mi provecho.

LI SI

Lu Sheng, que así se llama señor, ha venido a palacio.

HUANGDI

Luego, ¿está afuera?

LI SI

Detrás de esta misma puerta.

HUANGDI

¿Y dices que trae los remedios?

LI SI

Me ha dicho que el cuerpo los provee todos, y que si el cuerpo está sano, pues mejores lo serán como del mismo cuerpo vengan.

HUANGDI

Eso es como decir que mientras más jugosos fueran los frutos con más arraigo los hubiera dado el árbol.

LI SI

El cuerpo como el árbol contiene su propia savia; no se puede curar al cuerpo si no es el cuerpo el que se cura.

HUANGDI

Según se entiende de este principio, tengo suerte de tener mi cuerpo. Nada menos que el cuerpo del Gran Emperador.

LI SI

Así es, mi señor.

HUANGDI

Hazle pasar. Y que su doctrina tenga el cuerpo de una verdad, porque si no lo fuere así, ah, ya le pesará haber encerrado una mentira en un cuerpo tan sensible.

LI SI

Permitidme.

(Sale Li Si y entra seguido de Lu Sheng.)


LI SI

He aquí el docto hombre del que os hablo.

HUANGDI

Acercaos, buen hombre.

LU SHEN (postrado en su genuflexión cabizbaja.)

Sólo postrado tengo la fuerza de cumplir vuestra orden, por lo que os ruego del mismo modo que me aceptéis así.

HUANGDI

Así de insolente dices.

LU SHENG (poniéndose de pie.)

No, mi gran Señor, porque es verdad que en otros modos puedo (y tengo el deber) de ser servil.

HUANGDI

Sírveme como puedas ser más útil, así en el empeño tengas que exceder tus fuerzas.

LU SHENG

Tal haré, Shi Huang Di.

LI SI

Me dices que traes hasta el Gran Emperador un régimen especial.

LU SHENG

Uno que, más bien, he de conseguir donde lo buscamos todos. Como el padre que sois, todos los hijos en el padre procuran sus rasgos; serán del pueblo las virtudes de su potente Emperador.

HUANGDI

No quiero zalamerías de las cuales poco alivio he conseguido, quiero que, según tu audaz principio, empecemos por cambiarlo todo.

LU SHENG

Primero…

HUANGDI (interrumpiéndole.)

Primero es bueno que sepas de mi generosidad. Recompensado tu destino no se podrá mover de donde ya llegaste. Esto puede ser tan bueno para ti, que poco importa prevenirte de lo contrario.

LU SHENG

Descuidad, mi gran señor, no vine con charlatanes intenciones ni el atavío de costumbres velan oscuros vicios. Pues es en el cuerpo vuestro que se hallará lo que el cuerpo tiene.

HUANGDI

Nada de él podréis sacar, ni siquiera para devolverlo del mismo modo. Así que es bueno saber si el cuerpo os inspira los remedios o si al calco del cuerpo ves una forma qué buscar.

LU SHENG

Sucede, mi señor, que estímulos al margen hacen que el cuerpo destile ciertas dosis.

HUANGDI

Esto ya suena más sensato.

LI SI

Explicad con más detalle.

LU SHENG

Bien. Os daré, mi gran señor, una nueva vida; es decir, una doctrina que, acaso observada rigurosamente mientras viváis, nunca os mortificará.

HUANGDI

Puesto que viviré para evitar mi tumba, decidme entonces qué atajos me acercarían de tal que la misma tumba sea el estribo para no pisar nunca una trampa.

LU SHENG

Comeréis de suerte que el cuerpo se nutra de ciertas particulares extrañezas, así, al procurar por algunos medios convertirle en algo comprensible, los órganos en conjunto se vincularán para compensar ciertos fluidos. También beberéis como agua simple un preparado que se ha visto que los animales silvestre combinan cuando los embota algo. Dormiréis como en sueños; es decir sin soñar en nada…

LI SI

Esto último, ¿acaso es posible?

HUANGDI

No soñar ya es un como un sueño premonitorio, aunque ciertamente en blanco.

LU SHENG

Yerbas hay que inducen tal sueño y en la serenidad de ese blanco despertaréis al otro día. Debéis ejercitaros con la caza, porque la persecución os anima a tal punto que vuestras presas lo sabrán toda la vida. Debéis cultivar nuevos árboles en vuestros dominios, porque los ojos prolongan su agudeza al ver crecer lo nuevo. Debéis aumentar vuestro harén con las niñas más hermosas traídas de todo el imperio, porque el mutuo gozo de un lecho procura el equilibrio de las demás fuerzas. Por sabido se tiene que las mujeres muy dentro de ellas pueden bendecirnos.

LI SI

¿Algo más que sumes a lo vario?

LU SHENG

Sólo os pido que pueda, según vuestra generosidad, serviros con más imaginación de la que ya tiene mi sabiduría.

HUANGDI (aparte.)

Remedios que destilados de mí me ungen verdaderamente.

(En voz alta.)

Que así se haga, Lu Sheng.

(Oscurece.)





Escena 4


LI SI

Traídas de todo el reino ochocientas criaturas hermosas ya están aquí, un ejército que a vuestras órdenes se agrupa y se divide. Un ejército para la vida, uno tan vivo como su valiente estratega.

HUANGDI

Vasto es el harén aun para la victoria. Ochocientas más. Un millar de mujeres, sumadas todas, me perdería en las noches como quien en sus sueños se pierde. Me agotaré en el gozo como quien se enreda en sus propios lazos. ¿A eso decís que entraña, además de posibles criaturas, favorables prodigios? Ah, no sabré cuál de ellas es la que tiene que ser, como quien no sabe si cualquiera de las otras es aquella misma. Desconocidas todas y cada una, incluso según el número que me digáis, he de tener trato sin conocer de nadie sus intenciones.

LI SI

No fueron sus intenciones, de haberlas tenido alguna vez, las que la convocaron a palacio, y sólo la belleza de su tiernos años se atreve por naturaleza.

LU SHENG

Tampoco os debéis preocupar, mi gran señor, de que mucho fueran las que son, ni de que siendo tales en número impreciso, se alleguen según se lo impongáis. El furor del acto, Shi Huang Di, os conducirá según las formas de esa proliferación, y en verdad guiado del mismo apetito no os perderéis ni para entrar ni para salir del trance.

HUANGDI

Ambos hablan de ese modo, porque sí que tenéis los huevos de codiciar el harén con el mismo delirio del eunuco. Pero el lecho no sólo es angosto para soñar horribles pesadillas. ¿Acaso juntándolas en grupos sus caras no me serán a la sazón desconocidas también? Combinaciones distintas en noches distintas. Estrellas diferentes en cielos diferentes.

LI SI

Si os preocupáis de que cualquiera de ella se le haya instruido una venganza, sabed que arrancada de todo deseo fueron traídas aquí. No podrían tener más causa que las del rapto, y ya todas, entre tantas comodidades, llevan con gracia aquella misma fuerza que castigar sabrá el desacato según sus mismas fuerzas.

HUANGDI

Prefiero de todas unas pocas y que las demás vivan a merced de este lujo.

LI SI

Apartaremos la mitad entonces.




HUANGDI

Una mitad, siendo la mitad que decís, también sería la mitad de la otra mitad que no decís. Mejor que sea un décimo de un décimo. Ocho criaturas, las más hermosas que en ese número hayan nacido.

LU SHENG (con condescendencia.)

Una selecta variedad también puede ser las cien veces de su forma exacta.

HUANGDI

Llamadme, entonces, cuando las ochos sean las que os pedí.

(Sale.)

LI SI

En meses ningún efecto de tus pócimas han atenuado los agobios del Gran Emperador. Contrariamente se diría que cada trago va ahogándole de a poco, como en un mar de procelosa espuma. De cierto te digo que no querrás de él escuchar una orden entre esas gárgaras.

LU SHENG

Como creéis, señor, que me esmero en vano. Sucede que el tiempo es corto cuando apenas es eso. En unos días más, cuando ya estas criaturas también…

LI SI

¿Y acaso crees que el gran Emperador no tuvo antes tantas noches en que repitiera adorables favoritas?

LU SHENG

Pero estas son diferentes y en tiempo propicio de sus meses traen sus años mozos, son otras no sólo por su cantidad abreviada, sino porque las ochocientas han venido de todos los campos victoriosos. Traen de sus orígenes el rumor de la vida que en todas partes destila su perfume.

LI SI

Más te conviene que tales recetas empiecen a obrar milagros, antes que te pongas a condimentar tus palabras, porque, si mientes, aun el milagro de salvarte te convendría muy poco. Largo, pues.

(Sale Lu Sheng cabizbajo.)

El Emperador ya todo le abruma. Hasta las mariposas les averigua una intención funesta, y ya ni la encerrada tumba le asusta tanto como lo que fuera de ella florece y vive. Habrá que convencerle de que es inmortal, de que en vida suya todas los demás vivirán, acaso porque si su credo es grande no menos grande será esa verdad. Aún es mucho lo que falta en las leyes y no pocas son las excepciones que a Fusu ya se le ocurrirían. Y es que hasta en un harén como éste, querrá el ambicioso también perpetuar su estirpe.

(Sale. Oscurece.)





Escena 5


(En una estancia del palacio. Las ocho concubinas, traídas por el eunuco Zhao Ghao, desfilan hasta sucederse en una hilera de frente al emperador.)

ZHAO GHAO (postrado.)

Reverendísimo señor de todas las tierras. Aquél quien con su espada le abrió campo al cielo entre los hombres. Shi Huang Di. El primero de todos los emperadores y el que en esa condición no morirá nunca. He aquí que se os allega el servil Zhao Ghao, fecundo eunuco por su unción temprana. En el trajinar de todo el imperio anduve de tal suerte que os traigo a vuestro palacio inexpugnable las criaturas que en número ochocientos dieron a luz, sin conocer varón, a estas ocho que apenas nacidas veis aquí en toda su belleza.

HUANGDI (llama aparte a Li Si.)

Li Si, ¿locuaces son los eunucos hoy en día? Dulces poetas sólo para las orejas de las damas, e ilusas quienes consientan preñez en esa honda cavidad…

(Pensativo.)

Aunque con un ardid parecido, tuve, como sabes, dos hermanos. Ay, que si alguien más se enmascara de tal manera que el antifaz le siente bien, ya serás tú, querido Li Si, quien herede en todo a los eunucos.

LI SI

Como más, si no trunco hasta los huesos, se admitiría un varón que no fuera un leal soldado de vuestras huestes. Castrado está y sólo la voz le queda en sus maneras.

HUANGDI

No le había visto, y ciertamente veo con la misma facultad de mi memoria.

LI SI

Es un joven que, levantado de un febril lecho en que la amputación le tendiera largo rato, se ofreció a buscar todas las vírgenes hermosas del vasto imperio. Con tal arrojo se extremó en la empresa, y con tal organización, que casi pudiera comparársele con un brillante general.

HUANGDI (sin dejar de mirar a las bellezas.)

Así que ocho delicadas vírgenes, eunuco.

ZHAO GHAO

Éstas y también las madres que juntamente os aguardan con igual disposición. Os doy fe de que todas las que escojáis, en los días que os plazca, serán vírgenes y sus castos votos os honraran en la espera. De cada una recibiréis el gusto según su gracia y condición. Si alguna virgen ya no lo fuere, pierda la cabeza yo por cada cabeza que mandéis a cortar.

HUANGDI (sin dejar de apreciarlas a lo largo de la hilera.)

Extraordinariamente hermosas son todas, sin duda. Nacida bajo los auspicios de la misma estrella.

(A las concubinas.)

Vosotras, criaturas que descalza os plantáis aquí, florecillas que el rocío apenas toca, debéis responderme unas preguntas. ¿Cómo delicados piececitos os sostienen con virtud? No desfallezcáis de vuestro arraigo. Nada decís y en verdad el silencio os desdice abiertamente; así que no calléis por él.

(Acercándose a una concubina.)

Tú, por ejemplo, antes de venir acá, ¿acaso os habíais bajado de la cuna?

CONCUBINA 1

Tan pronto me hicieron andar, majestad.

HUANGDI

Ligeros son tus pies. Y tú, ¿alguna espina ha hurgado tus plantas?

CONCUBINA 2

Una vez al apearme de una pesadilla, majestad.

HUANGDI

Eres briosa como una yegua. Tú, al parecer, no has tropezado mucho, ¿verdad? Tranquila, criatura, respóndeme nada más. ¿No has tropezado mucho?

CONCUBINA 3

Aunque mucho me he caído, majestad.

HUANGDI

Tu peso es leve.

(Al ver que la doncella vecina escondía sus dedos.)

En cambio de ti se puede decir que te hostiga andar descalza.

CONCUBINA 4

Mas en vuestro palacio andaría descalza siempre, majestad.

HUANGDI

Sólo hablas por tus pies, más ellos callan. Tú debes enjugarles con perfumes.

CONCUBINA 5

Es sólo el agua pura, majestad.

HUANGDI

Te ahogan los suspiros. Tú, ¿no pones en tus pies lo que no atavía tu rostro?

CONCUBINA 6

Muchos trapos en invierno, majestad.

HUANGDI

Eres fría como friolenta. Tú, ¿se separan tus dedos?

CONCUBINA 7

Se han juntado más bien, majestad.

HUANGDI

Sólo tus puños son devotos. Ah…

(Se detiene esmeradamente en los últimos pies.)

Estos pies son hermosos; los más hermosos que alguna vez viera…

(Casi se postra en su examen y los dos hombres se asombran sin proferir palabra. Luego, incorporándose, recula un poco.)

Mas no son los más pequeños de los dieciséis.

CONCUBINA 8

Tienen el tamaño justo que junta el par.

ZHAO GHAO

Muchacha insolente…

(Se calla a una señal del emperador. Li Si, desde su rincón ateza su barba.)

HUANGDI

¿Se rezagan tus pies o le sigues a pie juntillas?

CONCUBINA 8

Sucede que entre los dos mis huellas son las que ellos dejan.

HUANGDI

Entonces, ni vas de prisa ni te rezagas.

CONCUBINA 8

Más bien, majestad, ya me encuentro aquí; de pie y descalza.

HUANGDI

¿Cómo te llamas, criatura?

CONCIBINA 8

Jun, majestad.

HUANGDI

Que se vayan las otras, y vosotros seguidles a ellas.

(Salen los demás.)

Así que te llamas Jun. Nombre que te da el renombre.

CONCIBINA 8

Me podéis llamar Jun.

(Oscurece.)


TELÓN.









ACTO II


Escena 1


(En una estancia del palacio de Xianyan.)

HUANGDI

Ah, Li Si, ya en las formas de mis adivinos vienen a roerme los gusanos.

(Revolviendo la estancia.)

Cómo es que este miserable regordete se haya prendido a chupar de lo que me daba a beber. Cómo es que la amargura de aquellas hierbas le endulzara el paladar. Cómo de las sobras de mis ayunos se daba su festín. Como mis lujuriosas noches reconfortaban más su castidad. Desde que me cura de todo no he mejorado nada, en cambio él se ve ya rollizo y ostentando por escudo un buen color. Ah, cómo es que lo escuché con la misma esperanza de un sordo, acaso creyendo que sus prédicas eran infundidas por mis gritos.

LI SI

Le escuchasteis, mi señor, porque sus palabras eran como píldoras milagrosas.

HUANGDI

Calla, Li Si, que tus palabras me revuelven el estómago. Ah, Este hombrecillo no sabe aún que los dolores en un cuerpo estrecho mortifican más que esas mismas mataduras. Lo buscarás, Li Si, y cuando lo halles entero, pues en él, según mapa de aquella material doctrina que tanto ha profesado, lo buscarás nuevamente hasta encontrarle, y entonces le harás perder en el desierto. Llevará por bocado la sal embutida en la boca; llevará de agua el fulguroso hielo que no se derrite nunca y tendrá por sombra el azote de los rayos. Serán las cadenas las que a rastras lo traigan otra vez. Con tósigos fulminantes le harás volver en sí, y despierto ya, azorado como en una pesadilla, le privarás de dormir mientras más espinas le acunen como a un bebe. Le darás la muerte de a poco, tal si se le diese a sorber un caldo para que no muera. Y remojarás los filos tantas veces en su sangre que ya ni un rastro de sangre quede en ninguno de ellos.

LI SI

Desde aquella noche, cuando entre delirios ordenarais esto que ahora repetís, lo he buscado en vano, mi señor. Sin duda por temer lo peor, anticipó una fuga que no tendría otro arraigo que sus pies.

HUANGDI

Cómo te atreves a hacer de una noticia acaso una profecía consumada. Que le busquen en sus familiares, parte por parte como saben destazar los carniceros.



LI SI

Muertos todos han sido, y yendo de muerto en muerto no se le ha encontrado al hombre en ningún pedazo.

HUANGDI (aparte.)

Todo lo sacrifica en pos de su propia vida. Esto, sin duda, es admirable.

LI SI

Si ha hallado un escondite en algún lugar, le será entonces una celda de la que ni muriendo podrá salir.

HUANGDI

Cuántos charlatanes y traidores.

LI SI

Sucede, sin embargo, que no todas son mentiras, suele haber entre tantas mentiras el lugar que ellas no invadan y, naturalmente, las razones de ese ámbito.

HUANGDI

¿Ya te ha contaminado la filosofía de doctos holgazanes?

LI SI

No es, por cierto, la palabrería de unos sabiondos cuanto puede callar el mundo. Las leyes… las inexorables leyes en silencio son impuestas a cada cosa que entre ruidos les acata. Así como las ruedas tienen un círculo fijo que al rodar describe uno interminable, así las palabras describen a menudo lo que dicho de muchas maneras tiene un principio. Ciertamente os he decir, mi señor, que llevar un régimen entre excesos y carencias compensados, de tal suerte que en los órganos circulen los fluidos, puede, sin duda, reanimar a diario al cuerpo.

HUANGDI

¿Mientras el otro hombre teme ya haber muerto por lo que hizo, ahora tú, querido Li Si, tienes el aliento de repetirme sus palabras?

LI SI

Habéis dicho bien, gran señor. A Sheng Lu lo perdieron sus actos y, como se sabe, el último de todos no le precisa paradero. En contrario sus palabras son de verdad medicinales, y según le habéis escuchado con atención bastante milagrosas.

HUANGDI

Si en verdad un régimen pudiera postergar mis años, qué serían estos sino apenas unos impostergables años. ¿Crees que alguna hierba, muy concentrada en sus virtudes, me sea más amarga al gusto de lo que sería perder para siempre ese gusto?

LI SI

Pero la vida se concentra en otros sabores también…

HUANGDI

Sabores que se perderán igual. No, Li Si. Quiero que hallen la fuente inagotable de la vida. Ya está bien de vivir sólo porque por esta condición me es posible resignarme. Quiero, en fin, que los inmortales compartan conmigo su eternidad.

LI SI

Vivir con estas facultades que os ungen es el privilegio que el cielo os debe, cumplido será tu derecho en tierra.

HUANGDI

Hablas así porque la vejez ya te ha hecho viejo. Ah, Li Si, las arrugas te han atado a los obstáculos.

LI SI

Viejo soy, es verdad, pero aun por viejo he vivido.

HUANGDI (como para sí mismo.)

Los inmortales existen y sé que todas las criaturas perecerían por buscarles. Cuántos no sería el afán de algunos, si se los ha encomendado el Gran Emperador.

LI SI

Los inmortales, mi señor, están ocultos a los mortales.

HUANGDI

Eso dicen quienes al cabo mueren sin más que sus roídos huesos, pero mis promesas más allá de las inscripciones han de cumplirse. Conseguid la fuente inagotable de la vida.

(Sale el emperador.)

LI SI

Si es que la inmortalidad le hará vivir unos años más, lo amortajaré con todos los emplastos que puedan inventarse.

(Entra Fusu.)

FUSU

Oye, Li Si, ¿dónde está mi padre?

LI SI

¿No os lo acerca el lazo?

FUSU

A fe que con una corte supernumeraria como ésta, por doquier plagada de aduladores y parásitos, difícil es conseguir un emperador.

LI SI

Buscadle cuando esté solo, tal vez le halléis según así le buscáis.

FUSU

Tal vez entonces ya no te oiga según así te escuche.

(Sale.)

LI SI

Ah, heredero insolente, vivirá el emperador toda la vida o moriré yo antes de que su eternidad termine.

(Oscurece.)





Escena 2


(En una estancia del palacio, el emperador sentado en su solio y su concubina Jun entre los giros de un baile gracioso. Músicos que levemente tocan.)

HUANGDI (aparte.)

La gracia de este instante, cuyas sedas extienden sus vapores, no transcurre ni siquiera ahora, sino que en cada movimiento se detiene bellamente, y a cada hora señalada reitera la misma señal de sus estrellas. ¿No es, por ventura del tiempo incalculable, una pausa que en sí contiene todas sus historias? Ah, sólo con preguntas podemos proveerles de argumentos a las respuestas. Si este gozo de apreciar en un instante el instante en el que estamos pudiera ser la vida, viviríamos entonces siempre, mientras en otro tiempo, uno en la obstinada sucesión de sus instantes, morir nos fuera la promesa de esa vida.

(Pausa. Perplejo ante la gracia de Jun.)

El capullo del gusano que ciegamente devanó su costosa mortaja. El hilo apenas que tomado de cualquier extremo se estira. La rueca que a cada giro lo hace un rollo interminable. El telar que desenrollándole de nuevo lo junta en esa grácil seda; los siglos que sólo en un año son del todo comprensibles. El porvenir que al calco de otros huesos puede alguna vez tener sus proporciones. Ah, estandartes de una paz que apenas eterna se extiende como la tinta de un escriba, cuyo mismo pincel lo demora toda la noche. De cada gota diluida qué palabra no se escribe, porque al leerle es imposible escribirle. Un reino como éste quisiera heredar del que ya tengo. Una mujer como la que baila quisiera hacerle mi emperatriz.

(Al terminar el baile y cesar la música Jun se acerca al solio.)

Dicen, Jun, que el baile entraña un mágico retorno, de algo que ausente por años, en las formas vivas halla de nuevo sus pies.

JUN

Pues dicen bien, majestad. Yo siento que como una peonía tengo un fragante corazón, y que muy concentrada en él giro, y sin determinar el número exacto de mis pétalos, puedo ser la misma.

HUANGDI

¿No temes morir?

JUN

¿Morir, yo?

HUANGDI

Eres tan mortal como esa flor.

JUN

Antes tendría que vivir de tal modo que morir fuera la natural consecuencia del principio.

HUANGDI (aparte.)

vivir de tal modo que morir fuera la natural consecuencia del principio.

(En voz alta.)

Entonces, ¿vivirías temiendo lo contrario?

JUN

Cuando lo contrario se me oponga mucho, pero por fuerza de mi ombligo soy como la flor.

HUANGDI

Así que vives como en un baile.

JUN

Excepto cuando bailo para mi señor.

HUANGDI

Entonces, ¿cómo vives?

JUN

He de suponer que como siempre, porque rara vez la vida difiere de lo vivo, pero sucede que en ese trance soy como la flor, mortal al tiempo que fragante y efímera.

HUANGDI

La muerte esperanza a las criaturas con sus hábitos.

JUN

Mi señor, quien se acostumbra a morir vive más de lo que quisiera vivir.

HUANGDI

No sólo tu gracia es el baile.

JUN (levantándose.)

Ya os lo dije. Que no sea nunca mi desgracia sostenerlas a todas ellas en un baile que termine.

HUANGDI

Tienes especialmente la gracia del Emperador.

(Extendiéndole un fruto.)

¿Quieres un lichi?

JUN (tomándolo.)

De vuestras frondosas manos lo tomo.

(Se retira.)

Majestad.

(Entra Li Si seguido de Xu Fu, Han zhong, Hou Gong y Shi sheng. Sale de prisa Jun al ver entrar a los hombres.)


Escena 3


(Se incorpora el emperador.)

HUANGDI

¿Cómo os atrevéis a irrumpir de este modo, Li Si?

LI SI

Ah, majestad, pasa que finalmente he hallado a los esclarecidos varones que desentrañar pueden los secretos de la inmortalidad. Así entonces no quise que el lujo, que tanto os cobija como os mortifica, me distrajera del hallazgo. Si de tal modo me presento ante vuestro solio, es porque hasta las reverencias hubiesen estorbado el propósito.

(Detrás de Li Si, los otros hombres se postran al mismo tiempo.)

HUANGDI

Me traes, pues, la eternidad como una medicina impostergable, anciano, más el instante, que en verdad la contenía, se escurre abrumado por tus maneras.

LI SI

Muy a menudo de cada instante se puede entrever esa dimensión, es verdad, pero no son sino la sucesión de todos los instantes, incluyendo aquél, los que de verdad os convendría.

HUANGDI

Luego, ¿mi esperanza tiene al fin por virtud su profecía?

LI SI

Estos doctos hombres, que aquí postrados se recogen como un solo cuerpo, y cuyas vidas separadas vive en número distinto, os dirán que los espíritus, oculto a los mortales, infunden el aliento a quienes sus misma vidas les hacen vigorosos. Pocos seres, si no ninguno, han merecido lo que vos exigís al punto de que el cielo os cumpla.

HUANGDI

Que hablen, pues, con no menos elocuencia que la tuya, y acaso porque tu elocuencia sea la que use las palabras.

XU FU (apenas irguiendo la cabeza.)

Shi Huang Di, señor al que humildemente nos postramos, aceptad las ofrendas que sólo desde esta posición se os pueden elevar.

HUANGDI

No halagaréis mi impaciencia con demoras así.

XU FU (un poco contrariado.)

Sabed que desde el ombligo de los tiempos todos hemos nacido con un ombligo, y que ha sido éste el punto en que se cierra cada uno de nosotros, pero todos los seres, en la sucesión de sus ombligos, prolongan la raza en una extensión eterna. La vida vive no sólo porque mueren todos, sino más bien porque a cada muerto ella renace de todos. De lo que se sigue que la fuente inagotable de la vida no es una ilusión, al contrario es lo más veraz que hay en esta vida. Como el mundo se renueva con criaturas, así alguien, de conseguir la fuente inagotable de la vida, se renovará en su mismo ser, siendo de tal modo la raza singular de su misma vida. Ciertamente, como lo saben todos, hay espíritus inmortales, no sólo de quienes ya murieron, sino de quienes apartado de los hombres viven para siempre. Y ciertamente los inmortales viven; sé que en una remota isla a la que ningún mortal le es dado irrumpir. Muchos han muerto sin siquiera divisar las brumas que todo lo vedan y otros, como muertos, han desistido de esa esperanza. Los inmortales conocen todas las costumbres de los hombres, saben de todos sus ardides y bastante bien saben que apenas una espina puede detenerles en seco.

HUANGDI

¿Me decís que en vano soy inmortal, puesto que primeramente moriré en mis mensajeros?

XU FU

Os digo, majestad, que sólo vuestros medios podrían allanarnos el camino y que vuestra voluntad en cada fórmula es suficiente. Si morir es nuestro destino en este trance, lo haremos después de que vos seáis inmortal. Os juramos que seguiremos nuestras huellas antes que detenernos a darles una forma inmóvil en la arena.

HUANGDI

Andaréis sin descanso y sólo vendréis del mismo modo.

XU FU

Sois el emperador de todo el orbe. El mismo cielo que cobija a los inmortales os ha coronado entre todas las tribus.

HUANGDI

¿Qué necesitáis, un imperio acaso? Porque de él os puedo sacar otro.

XU FU

Dos principales cosas son muy necesarias, majestad; decirlo es verdad. La primera es que nadie conozca de vuestros movimientos, tenéis que ser invisible de todos y quienes por fuerza os vean que sean ciegos para predicar lo visto. Cualquier asomo del ordinario mundo puede alejar a los espíritus. La otra es que toméis, en cada plenilunio, este elixir.

(Shi sheng se allega con una caja que abre delante del emperador. Xu Fu retoma sus palabras tras coger una píldora.)

Más lejos no han ido los hombres en su mortalidad, toda la ciencia conocida se concentra en esta impoluta esfera. Mientras le toméis viviréis más de lo que cualquiera puede vivir entre todos sus manjares. Así que tomadles mientras los espíritus se muestren, como han de hacerlo sin duda, propicios a vuestra estrella.

(Le ofrece la píldora al emperador.)

Tomad.

HUANGDI (sin cogerla.)

Tómala tú, mastícala y trágala, aunque hoy no sea plenilunio, también todas las de ese cajón, y luego la fórmula repetiréis bajo los ojos de Li Si.

XU FU (impávido, se la come. Luego tras tragar la píldora.)

Dicho sea como lo dice el Gran Emperador.

(Se inclinan todos y salen.)

HUANGDI (divertido.)

Ah, Li Si, me traes un charlatán, ensalzándolo en sus mismas hierbas, y después no consigues como forzarle el tosigo que ensalme al desgraciado. Luego un eunuco con ochocientas doncellas resulta ser también un orador muy oficioso. Aquí os concedo que acertadamente el eunuco carece de lo que le sobraba y que las doncellas trajeron sus virtudes intactas. Y ahora exploradores mortales juran morir para que yo no muera. Tu vejez, Li Si, pareciese que como los días renace a diario y que de tan recién nacida tiene sólo el bastón para ir a gatas. Un día, para animarme el día, te presentarás con un enemigo que armado como aquél querrá ver cumplida su venganza.

(Riéndose.)

Ah, mi querido Li Si, me haces eterna esta misma vida que con tantas mortificaciones acortas.

LI SI

Si vivieras según este talante, mi señor, otro serían los agobios.

HUANGDI

No, Li Si, nada de zalamerías; quiero sin falta la fuente inagotable de la vida.

(Oscurece.)


Escena 4

(En un jardín.)

XU FU

Señores, ¿habías visto alguna vez que el gorgoteo del agua pudiera entrañar tantas promesas bajo el cielo?

SHI SHENG

Xu Fu, deberíamos cuidarnos de lo que prometemos al Emperador. No vaya ser que por esas promesas seamos cogidos todos.

XU FU

Os equivocáis. Esas promesas son nuestra única ventaja en este trance.

HAN ZHONG

Sin embargo, se me figura que hemos dicho mucho, tanto que no habrá manera de repetir nada. ¿Qué ventaja es aquélla que en su alcance extraordinario no nos ofrece otra?

HOU GONG

Ciertamente el Emperador es un hombre muy violento, que hasta el rocío del fragante sueño lo exaspera. Si se le figura que le engañamos, ah, por verdad tendremos de todas aquellas mentiras la muerte.

SHI SHENG

Y una muerte, Xu Fu, a la que no nos acostumbraremos nunca.

HOU GONG

Ah, no quiero imaginarme siquiera que aún vivo.

HAN ZHONG

¿No te horroriza que nuestra temeridad sea también nuestra desgracia?

XU FU

Os engañáis al creer que le engañamos. No le hemos ofrecido sino lo que él mismo sabe. Y, ¿acaso no le damos a tomar lo que él exige de nuestra ciencia suma?



SHI SHENG

Dar el elixir que sólo a él le es propicio, nada se le parece a prometer influjos inmortales.

HOU GONG

Shi Sheng, está en lo cierto.

XU FU

Os pregunto a los tres: ¿dónde está Sheng Lu, que apenas con hierbas hacía milagro?

HOU ZONG

A fe que se marchita quién sabe dónde.

XU FU

¿Ves, Hou Zong?

SHI SHENG

Sí, pero una cosa muy distinta puede pasar con nosotros.

HAN ZONG

Una, por terrible, tan diferente a todas.

XU FU

El elixir sólo le podemos concebir con estos auspicios. Para qué otro fin pudiéramos tener estos medios. Además, recordad lo que nos dijo Zhao Ghao: “si queréis, como así es vuestro deber el gusto, coger las frutas bajo la misma sombra, hacedle, pues, inmortal tal que no note a los mortales como yo.”

SHI SHENG

Empiezo a desconfiar del eunuco.

HOU GONG

Este hombre hasta se atribuye el carácter que perdió.

XU FU

Callad, todos. No advertís que nuestra ciencia es incorruptible. Su tiranía no nos tocará nunca, su espantosa iracundia sólo nos sonreirá como un bobo inofensivo. Seremos inmortales mientras él, en su ilusión, siga creyendo que en algún instante será como nosotros.

SHI SHENG

Hay que reconocer que los espíritus te iluminan, Xu Fu, mas el Emperador no sólo manda en él.

HOU GONG

Li Si, es un anciano perspicaz.

HAN ZONG

Y de una brutalidad que inspiraría al mismo Emperador.

(Entra Zhao Ghao.)

ZHAO GHAO

Han Zong, Li Si es un anciano, más exactamente un anciano al que no se quiere parecer el gran Emperador. Li Si lo sabe, sin duda, por eso con ventaja alienta las esperanzas del tirano. Son las leyes las que Li Si obedece y sabe que esas leyes tiene por rigor la fantasía desbordada de un Emperador audaz. Ahora marchaos, que mucho el Emperador pregunta por vosotros.

(Cogiendo a Xu Fu.)

Que se adelanten ello, es preciso preguntarte algo.

(Salen los otros.)

XU FU

Decidme, señor.

ZHAO GHAO

¿Es posible que aquella isla que decís tenga al fin su margen?

XU FU

No preciso a entender vuestra pregunta.

ZHAO GHAO

Lo que os pregunto es si se puede al menos llegar a su orilla.

XU FU (con cierta complicidad.)

Esa isla es como un sueño.

ZHAO GHAO

Arrullad entonces al Emperador, tal que duerma como en un sueño.

XU FU

Que los espíritus permitan la ventura de esa noche.

(Sale Xu Fu.)

ZHAO GHAO

No me mandé a mutilar para perder lo que corté. No fui el necio general que perdió la cabeza para presentársela en vano al Emperador. Tan cerca de matarle le infundiré el aliento eterno, pues un hombre eterno no sabe nunca que también es el ser contrario.

(Oscurece.)


Escena 5


(El Emperador en su biblioteca fabulosa.)

HUANGDI

He aquí el incendio en el ardor secreto de sus secretos. El mismo incendio que consumiera los proscritos libros. He aquí que sus llamas no las apolillará el tiempo ni la mente de ningún escriba. Caprichosos sabios creen saber que lo saben todo y tienen por historias las que con esta inspiración cuentan. Mas las palabras, incluso escritas de diferentes formas y en distintos lugares, se reúnen como las aguas del Yangtsé, cuya corriente interminable arrastra también los cauces que le orientan cierta dirección desde el principio. Es con la espada que se rubrica una historia verdadera, sólo tan honda que arraiga en donde el dolor es capaz de hurgar. ¿Acaso por ventura de estos trazos no se conserva ahora los rollos de bambú, que aquel docto incendio les hiciera propagarse en un final iluminado? La memoria de los hombres, que todavía el despecho les arrebata, no necesitan sino apenas tiznar con despojos a sus corazones. El fuego intacto, el mismo que como el oro se conserva aquí, no es para pregonar vanamente según lo escrito, sino para avivar una forma que sólo yo conservo. Es el incendio que contiene en cada llama los actos que osaron precederme. Oh, fuego, cautivo fuego, como un tesoro ardes, mi primer tesoro que un ulterior tesoro en sí contiene.

(Pausa. Como vislumbrando aquello que evoca. Entra Li Si sin ser advertido.)

Mas algunos fantasmas entrevén algo en la mortificación de aquel ardor. Allí se retuercen como falsas figuras que sufren el horror sagrado… Oh, fuego, no te detengas aunque los libros sean los mismos y en ellos tus llamas inmutables…

LI SI

Mi gran señor, de esto precisamente os vengo hablar.

HUANGDI (volviéndose, apremiante.)

¿Otras antorchas, Li Si, cunden en la noche?

LI SI

No es ya la palabra escrita la que unos sabihondos divulgan con audacia.

HUANGDI

Casi desgañotándose a solas gritan que la tiranía le amordaza cuando son sus propios gritos los que le tapan la boca.

LI SI

Es mucho más que eso, mi señor. Os desafían al predicar aquellas palabras, justo como si pregonaran otro reino en vuestro mismo reino.

HUANGDI (aparte)

Si siguen diciendo lo que oyen repetirán más de lo que dicen.

LI SI

Ahora dicen que el rumor puede propagarse como el fuego, y con tantas infamias repetidas. Si no se les calla a este puñado de maldicientes terminarán sus juramentos de confederarse contra vos, pero, por otro lado…

HUANGDI

¿Dicen lo que leyeran según lo escrito?

LI SI

Dicen incluso lo que no pueden escribir.

HUANGDI (febril)

Si tal es el asunto, y se conocen sus nombres, cogedles de sus lenguas y precipitadles entre feroces fauces; también a sus parientes.

LI SI

Conocidos son, más hay un problema.

HUANGDI

Nada puede impedírtelo.

LI SI

Nada, ciertamente.

HUANGDI

Luego, ¿alguien?

(Deliberadamente Li Si hace una pausa mientras da un paseo.)

¿Sabes quién encabeza una conjura?

LI SI

Nadie me lo impediría tampoco, ahora que me preguntas así.

HUANGDI

Mas por alguna razón te detienes.

LI SI

Son razones en verdad, que tal vez no he podido comprender.

HUANGDI

No me vengas con razones, Li Si, cuando quienes las piensan son tan insensatos como lo eres tú al dejarte intimidar por ellas. Muchos son mis enemigos como para ponerse a escoger exquisitamente. Sepas o no sus nombres le quitarás las vidas como sus nombres.

LI SI

Sí, mi señor, pero en un principio así cuántos inocentes pudieran correr el mismo albur.

HUANGDI

Mientras más inocentes perezcan, menos probable es que sobrevivan culpables.

LI SI

También es de mi opinión esto que decís. Pero, sucede…

HUANGDI

Sucede qué, Li Si.

LI SI

Veréis, gran señor, sin duda un acto brutal correspondería… Es decir, debo recomendaros…

HUANGDI

Entonces, Li Si, ¿me recomiendas que lo ordene? Porque también puedo ordenar que te espabiles, y mira que si abrirías los ojos.

LI SI

Aconsejado de vuestros heroicos hechos, he de convenir que hay que matarles. Ir con las picas y matarles delante de quienes tengan que verlos morir. Cercenar las gargantas para truncar en ella las palabras proferidas. Cercenar las orejas para que otros no escuchen lo que tanto se haya repetido. Ahorcar a sus parientes para que los hijos de los hijos no cuelguen del mismo árbol. Mientras menos de estas criaturas recorran la tierra, menos lugares habrá para que los espíritus infames se alojen; al cabo solo podrían escoger entre las piedras.

(Volviéndose a la biblioteca.)

Sin embargo, Fusu tiene razón cuando dice que estos varones se les puede aconsejar con sus misma doctrina milenaria, de tal suerte que propugnando los principio le acaten con la misma devoción de una vida asceta, en que el silencio sea todo cuanto se les pueda advertir de sus virtudes. Y es cierto que recogidos en paz, sólo pueden permanecer como estatuas venerables, que el pueblo de ese modo respeta y con el tiempo olvida.

HUANGDI (montando en cólera.)

Ah. Cómo os atrevéis a transigir de ese modo. Cómo pueden pavonearos con tal condescendencia.

LI SI (midiendo el efecto de sus palabras.)

Él con entendimiento lo dice, puesto que ha sido precisamente aquél que consiguiera todos estos rollos.

(El emperador acomete alguno de esos rollos, pero luego se detiene en seco como si viera un espectro.)

HUANGDI (aparte, reculando.)

Cautivo fuego, que tus monstruos no se escapen.

(Volviéndose.)

¿Esto dice mi desaconsejado hijo?

LI SI

El consejo es de un buen consejero, porque por saber que seréis inmortal, él las breves fugas de la vida cotidiana advierte. No se me ocurre que otra ambición puede conveniros mejor, mientras vuestro heredero viva. Vuestros asuntos trascienden cualquier herencia, como se sabe, y esto de verdad lo sabe también vuestro hijo.

HUANGDI

¿Todo esto se detuvo a deciros, en lugar de reprochar que pudieras escuchar algo así?

LI SI

Todo esto no me lo dijo a mí.

HUANGDI

A quién entonces.

LI SI

No alcancé a averiguar a más nadie, porque la noche era oscura y porque solo su voz tenía su voz. Más a juzgar por el silencio, y por el tono de lo que decía, lo más probable era que conferenciara consigo mismo.

(Entra Fu Su.)

FUSU

Se diría que sólo siguiendo la malicia del gran Li Si, se os pudiera encontrar con bien, padre.

HUANGDI

Se os diría que eres un hijo cuyo rastro es de serpiente.

FUSU

Li Si de seguro exagero mis virtudes, tanto que se os figuran deformadas.

LI SI

Os engañáis, Fusu, no he apelado sino a vuestras medidas para hablar de vos.

FUSU

No os he de convencer en contra de los infundios que no conozco, más de cierto os digo que los consejos debéis oírles también de mí.

HUANGDI

Tú, Fusu, te encargarás de aquellos doctos varones que más fácil le entra una pica en la cabeza que el entendimiento.

FUSU

Pero, padre, de eso precisamente vengo a deciros muchas cosas. Pues un estrago así suscitaría…

HUANGDI

Por qué esperar si su culpa es grave, que de un tajo pierdan sus cabezas.

FUSU

Padre, tantas generaciones tienen por tradición las cadenas de muchos años. El pueblo es una masa informe que según los rigores estivales puede arder como el pasto. No son soldados, no son ruedas ni palabras, nada que en plural empeño se les imponga un patrón irreprochable.

HUANGDI

¿Cuántas son diez mil generaciones, Fusu?

FUSU

Las que abarque la raza.

LI SI (aparte.)

¿Y os parecen pocas?

HUANGDI

Todas las que ya he engendrado con mi puño, hoy la memoria sólo tiene por sustento lo que todavía no recuerda.

FUSU

No se puede con los puños abrir las manos.

LI SI (aparte.)

No son palmadas la que os esperan.

HUANGDI

Ah, tampoco para abofetearte necesito ser tan pródigo.

FUSU

Escuchad, padre emperador, a fe que los textos no proscritos serán más adelante ley, y aun los otros que después se escriban lo harán bajo la previa inspiración; así que se leerán bajo luz de aquel iluminado fuego. Andadas las edades, esas bocas las taparán muchas orejas, y sólo del silencio podrán pretender sus votos, y más allá sólo el piadoso olvido.

LI SI

Majestad, Fusu, os ofrece una solución que también amortaja con el mismo afán.

HUANGDI (sin dejar de ver a su hijo.)

Calla Li Si. No sólo morirán todos, antes le habéis de enterrar vivos, le daréis por vida el más desgraciado modo de morir. Y tú, puesto que te opones, lo adverso es tu suerte en adelante.

LI SI (aparte)

Es de sabio dictar las leyes que como necios cumplimos.

HUANGDI

Partiréis mañana.

FUSU

Adónde, padre emperador, puesto que lo ordenáis así.

HUANGDI

Lejos del palacio, a los mismos confines de la tierra. Donde el general Meng Tian hace prodigios bajo el precario cielo.

FUSU

Con este mapa que me dais, padre, no me alejaré de vos ni de mí mismo.

HUANGDI

Con cadenas irás a la muralla, y sólo sin cadena volverás.

FUSU

Dadme las más pesadas cadenas para venir con ligereza.

HUANGDI

Que no sea la ligereza la que te traiga, porque te arrasará el viento.

FUSU

Os dejo con vos, padre emperador, pero os acompaño conmigo. Sé vuestro y de nadie más, así como eres mi dueño.

(Sale Fusu.)

LI SI (aparte.)

Justo lo atraerá aquello que haya de repelerle, me pregunto si en medio de ese conflicto podrá juntarse a nosotros.

(Oscurece. Dichos y Xu Fu.)

XU FU

Era aquél un viejo, curtido viejo, de aquellos viejos que ya muy viejos parecen mayores. Tenía por más señas arrugas tan enredadas en sus surcos, que difícil le fuese al cegatón de más ventaja distinguir de cerca. Decir que la nariz le pareciese a una nariz cualquiera, era al fin calcular una exageración sin fundamentos. Contar en dos sus ojos, era adivinar que los tuviese; y sólo de la boca se le podía advertir sus vastos improperios. Se les figuraba a todos que la decrepitud, encorvada tanto en aquellos años, llevaba báculo y tal vez más años que por aquel entonces ya eran siglos…

HUANGDI

¿Qué os dijo?

XU FU

Ah, gran señor, sólo a mí me contó, porque por confidente tuvo mi soledad, que él había envejecido en procura de la fuente inagotable de la vida.

LI SI (aparte.)

Cómo no os agota una fuente así.

HUANGDI

¿Ya no tenía esperanza de conseguirle?

XU FU

Quería desfallecer, porque revertir su suerte era demasiado para alguien cuya suerte era poca. Me dijo: “sólo el Emperador puede llevar el cetro de una condición igual a la que ya preside.” ‘Mas alguien como vos,’ añadió entre sus tinieblas, ‘a lo mucho puede envejecer como yo, y así ser el reflejo de otros que también vendrán.’

HUANGDI

Si has llegado tan lejos, como toda la vida le llevó a ese esclarecido anciano, dime entonces: ¿conoces ya la isla?

XU FU

Sólo el nombre podía saberlo, y así lo supe. En este mapa, además del nombre, están también las olas.

LI SI (arrebatándole el mapa, se lo da al emperador.)

Un mapa ya es suficiente para andar la tierra y también las aguas. ¿No te parece, Xu Fu?

HUANGDI (escrutando el mapa.)

La tinta corre ya por mis venas.

(Oscurece.)


TELÓN.














ACTO III



Escena 1

(En una estancia de palacio.)

HUANGDI

Tantos adornos preciosos sólo de tu belleza pueden prenderse.

JUN

Mas descalza me preferís como desnuda.

HUANGDI

Tienen tus pies, ya lo dijiste, el tamaño justo que por dimensión los junta al par. Raíces que tú floridamente sigues de primavera en primavera.

JUN

Despuntan las flores en su esplendor, y la gente se atavía de piedras para tener acaso iguales sutilezas.

HUANGDI

Por cierto, estas piedras que luces aquí no las había visto.

JUN

Ahora que mencionáis las preciosas piedras de mi tocado, mi señor, recuerdo que os he traído un jade que la corriente fue a esconder en la arena marginal.

HUANGDI

¿Un jade dices, mujer?

JUN

Uno labrado con peculiar empeño. Y quién sabe de qué lugar venido.

HUANGDI

Luego, ¿tiene él una forma?

JUN

La misma forma que suele labrarse en esas formas.

HUANGDI

¿Así de peculiar, entonces?

JUN

Peculiar os digo, porque en apariencia tiene la ilusión de ser la misma piedra que retocara el artesano.

HUANGDI

Vamos, Jun. Muéstrame la piedra.

JUN

¿Queréis verla ahora?

HUANGDI

Por qué. ¿Acaso no la tienes?

JUN

Ante la vista la tengo, mi señor.

HUANGDI

Entonces, encuéntrale entre todas tus alhajas.

JUN

Si me lo exigís según vuestra potestad, pues a fe que entre vuestras alhajas la encontraría mejor.

HUANGDI

Déjate de acertijos, que los adivino todos. Encuéntrale ya, antes de que siquiera te muevas a buscarle.

JUN (juguetona.)

Sois impaciente, majestad.

HUANGDI

Y tú, si tienes la paciencia de entender mis palabras, harás que la piedra aparezca como si se formara de tus manos.

JUN

Entonces la conseguiréis antes de que se forme de mis manos, pues desde anoche la traéis contigo conforme os la diera.

HUANGDI

Qué dices, mujer.

JUN

Tan precioso era el hallazgo que quise honraros con él, sólo que entonces vuestra majestad ya se había dormido.

HUANGDI (auscultándose, la halla colgada del cuello.)

Te atreves a taparme los ojos con jade.

(La mujer presiente una cólera funesta. Luego, sin atreverse a ver el jade el emperador pregunta con los ojos fulgurosos.)

¿Es ésta?

JUN

Es tan preciosa que sólo a vos os es dado tenerle.

HUANGDI (horrorizado al descubrirla detalladamente, se la arranca de sí.)

Ah, divinos portentos porque me acosáis con estos designios. Primero esa estrella que de tan alto se desprendiese a buscar en una sepultura su propia sepultura, y ahora este jade.

(Arroja el jade.)

No puede ser que haya dormido con esta pesadilla colgada al cuello y que también mis manos, guardadas de toda maldad, sopesaran entre mi almena inexpugnable aquel dragón que la espuma trajo.

JUN

Pero qué decís, mi señor, si tuve harta suerte en encontrar al jade entre la innumerable arena.

HUANGDI

Es de muy mal agüero tener acaso la suerte que tú tienes, mujer.

JUN

Si me suerte es morir ahora, vuestra en este acto será sólo la de matarme.

HUANGDI

Ah, es tu lengua un jade que repite con palabras el designio.

JUN

Sea mi boca la que en silencio ahogue ese mismo jade.

HUANGDI

No. No. No. El mismo jade que con soberbia arrojara a la corriente aquel día. No. No. No. El principio de mi reinado recogido en la misma piedra perdurable, como si las estaciones su ciclo completaran con mis años. No. No. No. Ah, algo tan insólito no puede implicar sino su propia desventura, porque, cómo un azar enredado así puede desatarse en hechos sucesivos.

JUN

Señor, que no os perturbe una piedra tan solo, qué muchas piedras hay en el mundo como por doquier se les encuentren.

HUANGDI

Mas es esta piedra. Si el jade, traído por mi favorita, muestra su rastro al asesino… Cerrado mis ojos, dormí con el jade, qué espada, ahora que despierto acorralado, quiere prolongar para siempre ese sueño.

(Desenvaina ofuscado.)

JUN

Pero, majestad, cómo creéis que sabría yo de designios y que aun sin saberlos armara contra vos. Yo, que descubierta como los pies en los que ando, dormí con vos como en un sueño de gozos tan míos como vuestros No puse sobre vuestra boca sino la mía, no puse en vuestras manos sino las mías, y sobre vuestro pecho por poner mi corazón puse lo más precioso que hallara en mi corriente apasionada, ah, aunque un escollo resultara ser este prodigio.

HUANGDI (tras verle fijamente.)

¡Traición! ¡Traición!

(Recorre entre las cortinas haciéndole jirones.)

Allí. No escaparéis a mi espada. Os cortaré las cabezas que no llevéis en el mismo cesto.

(Entra Zhao Ghao, con guardias.)

ZHAO GHAO

Gran Shi Huang Di, ¿qué os acontece?

(A los guardias.)

Vosotros, a buscar por doquier.

(Lo guardias con sus espadas requisan alrededor del solio. Se agrupan otra vez sin suceso.)

Nada hay, mi señor, ni nadie puede entre esos mandobles persistir.

HUANGDI

Fue el jade que los trajo.

ZHAO GHAO

¿Qué jade, mi señor?

HUANGDI

¿Dónde está Li Si?

JUN

Viene, cómo sabéis, con Xu Fu.

HUANGDI

Largaos guardias. Largaos.

(Salen los guardias inmediatamente.)

ZHAO GHAO (mirando a la nerviosa Jun.)

¿Una pesadilla os despertó, majestad?

HUANGDI

Una pesadilla durmió conmigo, atada a mí quería arrastrarme en el fondo de ese sueño.

ZHAO GHAO (aparte.)

Como es que flotáis a flor de lo que decís.

HUANGDI

Llévate a esta mujer, pero no la mates.

JUN

No ordenéis con tal crueldad una crueldad que no me mate.

HUANGDI

Sé que trajo en el ardid la causa, si bien el ardid tropezó con lo que trajo.

JUN

Pero, mi señor, ¿acaso visteis que yo tuviera cuando menos las intenciones que teméis?

HUANGDI

Llévatela ya, Zhao Ghao. Pero no le mates, porque si lo haces, ah, entonces mandaré a cortar tu cabeza tan lentamente que rogarás hasta el final que no la corten.

JUN

Señor este destierro me haría más desgraciada que la muerte, si he de morir que sea ahora, mejor porvenir no tendré si éste es un acto verdadero. Os lo suplico.

HUANGDI

Ah, qué palabras puedes decir…

(A Zhao Ghao.)

Que en el harén su privilegio sea singular, pero no la mates.

ZHAO GHAO (cogiendo a Jun.)

No la veréis más, mi gran señor.

JUN (entre gritos.)

Me desarraigáis como una peonía.

HUANGDI

Si no le veo, porque acaso la hayáis matado a mis espaldas, caerán vuestras cabezas como cae la sangre que se vierte de ellas.

JUN

Todas estas indulgencias vuestras, serán sólo consejos para mis verdugos. Matadme ahora.

HUANGDI

Cortadle la lengua, pero no la mates.

(Sale Zhao Ghao llevando a rastras a Jun.)

JUN

No son mis pies los que me llevan, señor, mas me haréis caer de ellos.

HUANGDI

Ah, le cortarán una lengua que ya lleva mucha ventaja.

(Oscurece.)


Escena 2


XU FU

Los espíritus son muy celosos, majestad, tuvo alguien que soltar la lengua, de tal que su indiscreción divulgara vuestro secreto. Porque estuvimos a punto de que una barca nos hiciera vadear el estrecho, cuando de repente una bruma, que parecía más bien lodo, nos hizo retroceder hasta Xianyan. De no venir el reverendísimo Li Si a buscarnos en medio de nuestra perplejidad, íbamos a sobrevivir con la creencia de que ya estábamos muertos, moriríamos al cabo como quien tropieza y se levanta, pero infelices siempre de no haberle cumplido a vuestro gran Señor. En verdad os digo, mi gran señor, mientras os mováis entre infidentes, muy difícil es que os apartéis de lo que digan. Los amarres de vuestros siervos os pueden retener si tan sólo uno suelta su lengua.

LI SI

La única persona que soltó la lengua fue vuestra concubina, pero, como sabéis, lo hizo para pregonar su propia suerte.

HUANGDI

Li Si, debe haber en palacio otros que por conservar su lengua la emplea con alevosía.

LI SI

Es verdad, mi señor, hay quienes tienen la holgura de contrariar su silencio pretensioso. Cortesanos hay que parecen no abrir la boca ni para comer, sin embargo son tan rollizos que así, como groseramente se hartan de vuestros manjares, deben hablar de vuestras virtudes.

HUANGDI

¿Conocéis los nombres? porque no quedarán ni sus nombres.

LI SI (aparte.)

A fe que se escurrirían de vuestra espada.

(Al emperador.)

No tiene por qué importunar el emperador en esas tareas.

HUANGDI

No quiero sino convivir con quienes su discreción sea preferible a la muerte.

SHI SHENG

Basta, sin embargo, con que un niño balbucee vuestros pasos y os hará errar a gatas.

HUANGDI

Es verdad lo que dice este varón.

LI SI

Tan cierto es, que me horroriza no poder hacer mucho.

HUANGDI

Matad también a la prole y no os horrorizará el acto cumplido a ese extremo. Cuando regrese sólo quiero saber que soy por completo invisible. Entonces, cuando lo sea, la isla se divisará, a fe que sí.

(Sale el emperador.)

LI SI

Estáis vivos no porque persistáis en vuestro ardid, sino porque él no se atreverá a mataros mientras vuestras vidas les sean un puente. Esta circunstancia la considero con especial interés, mientras el elixir sea el aliento verdadero de su afán.

(Sale. Tras una pausa.)

XU FU

Notable intervención la tuya, Shi Sheng. Mientras más maten criaturas cebadas a los pechos de sus madres, más exprimiremos del pezón que nos sustenta.

SHI SHENG

Aunque ya temo que se excite demasiado el energúmeno.

XU FU

Qué dices. El monstruo no nos tocará ni con la sangre salpicada.

SHI SHENG

Te confías mucho, Xu Fu, de lo que no quiso enfrentar Lu Sheng ni tus fieles Hou Gong y Han Zhong. Zhao Ghao, después de todo, tenía razón, alguien bajo la sombra, y no nosotros, cogerá los más oscuros frutos.

XU FU

Sucede que tú te espantas hasta de que el sueño te duerma.

SHI SHENG

Y tú te confías demasiado, que hasta estas pesadillas te duermen.

XUFU (riéndose.)

Qué dices, ¿Acaso no eres tú el que tarareas esta canción de cuna?

(Oscurece.)


Escena 3


LI SI

Desvanecidos los fantasmas, sólo quedan los cuerpos en sus tumbas. La corte con su luto luce ya ceremonial. Entonces, el silencio del palacio será propicio para cuando calle el Emperador.

(Entra Zhao Ghao.)

Oye, Zhao Ghao, ¿no traías contigo al joven príncipe?

ZHAO GHAO

Conmigo ciertamente venía, señor, más se quedó prendido a su flojera.

LI SI

¿No se os instruyó despabilarlo todo el tiempo? ¿O es que yacéis en el mismo lecho?

ZHAO GHAO

Lidiar con un haragán es arduo, señor, aunque no es por la tarea que la tarea se demora. Sucede que además es de su inclinación erguirse dormido y andar en las noches como no lo hace en el día. Mientras duerme se agita, yendo y viniendo como un huso sin hebra, y al despertar, aún con sus ojos cerrados, queda plácidamente rendido como un estanque en invierno.

LI SI

Este heredero parece más bien un antepasado remotamente perdido bajo su inscripción, que ya ni la memoria dota de sustancia y menos de acciones. Sin embargo es el hijo idóneo, de cuya estolidez puede guiarse con sabiduría todo el imperio. Temo, respecto al emperador, lo que nunca he temido de mí. La muerte le acorrala, y es que ya en unos de sus delirios puede perecer. Anoche creí que no amanecería, pues sus fiebres avivaban un crepúsculo más espléndido que el alba por venir. Los elixires, si le animan será apenas para adormecer un sueño que le cerrará también sus ojos. Hay que apresurarse cuando el tiempo tiene por ligereza la de sus instantes. Tenemos el príncipe que conviene. Tenemos los sellos reales y acaso también una impaciencia que al fin nos aquiete en el mismo trono. Fusu no fue a la muralla para contener su ambición, sino para desbordar los lazos de su ambicioso padre. Meng Tian es un valeroso guerrero y sé, según han venido a mis oídos las palabras, que Meng Tian transige con Fusu. Si el funeral con sus insignias a ambos les convoca, vendrán ellos de tan lejos ostentando sus propias insignias. Así que vas a traer a ese haragán de inmediato, aunque tengas que apurarle a empellones su destino.

ZHAO GHAO

En un rato lo tenéis aquí, señor. Mas os advierto que a este hijo apenas el padre lo conoce; en contrario, de Ziying sí sabe mucho, sabe, por ejemplo, que es hijo de Fusu.

LI SI

No es el emperador el que ahora lleva el cetro.

(Zhao Ghao hace una reverencia y al darse vuelta ve venir al emperador que entra exultante.)

ZHAO GHAO (postrándose.)

Shi Huang Di, gran señor de los tiempos.

HUANGDI

No os postréis como las rocas que igual de insensibles pueden rodar hasta detenerse otra vez. Levantaos. De prisa quiero que se avengan a mí. Afuera el cortejo imperial nos aguarda.

LI SI

Pero qué decís, mi gran señor, si aquí adentro tenéis todo.

HUANGDI

Anoche entre delirios así lo creí, mas no tengo porque acostumbrarme a los lujos de una tumba opulenta, cuando la inmortalidad es más generosa que nuestra propia desnudez.

ZHAO GHAO (aparte.)

No es la muerte la que le encamina, es la locura.

HUANGDI

Iremos a matar a esos infames peces y el mar entero de la vida se le abrirá Shi Huang-Di.

LI SI

De qué peces habláis, mi señor, puesto que en vuestras palabras se le ven nadar terriblemente.

HUANGDI

Ya me lo dijo Xu Fu. Hace días soy invisible, como vosotros notáis en mi figura. Puedo ir a cualquier parte sin que los espíritus me reprochen sus cadenas. Pero estos peces estorban los navíos más de lo que hacen allí las olas. Ya no es la bruma, que se apacienta sobre los hombres como un lastre, sino estos peces que saltan de las aguas como tigres. Xu Fu preparó unas flechas que sólo con puntería infalible pueden aguzarse. Es el Emperador que tiene por arte la certeza de la guerra, le dije. Por supuesto, mi gran señor, me dijo mientras una sonrisa le devolvía el rostro.

LI SI (aparte.)

A ver si con una sonrisa más amplia se le puede reconocer.

(Al Emperador.)

¿Xu Fu y Shi Sheng también con nosotros vienen?

HUANGDI (cubriendo con sus manos el rostro.)

Ah, que esa pregunta no alcance su respuesta.

LI SI

¿Por qué lo decís, mi señor?

HUANGDI

Los muertos no pueden ser séquito de nadie, sino apenas sus propios dolientes.

LI SI

¿Les matasteis?

HUANGDI

Según así lo dijeran, habían de morir por ser mortales. Sólo el emperador, tras matar a los peces fabulosos, puede en verdad vadear el estrecho.

LI SI (A Zhao Ghao.)

Será preciso de este viaje volver antes que partir. Mas si el emperador muere en su locura, hemos de tener el juicio de que el hijo suceda al padre.



HUANGDI

No creáis que estaré aquí, mientras las flechas estén en mis manos todavía.

LI SI

De vuelta el viaje puede ser otro, señorearás la tierra para siempre. Pensaba, mi señor, que vuestro hijo Huhai puede acompañaros. Lo animan tantos los viajes que se diría que sólo en sueño pudiera excitarse igual.

HUANGDI

Qué importa que un heredero me acompañe, si lo hará por breve tiempo. Traedle, entonces. Pero daos prisa, haraganes, que la inmortalidad no esperará toda la vida. Ah, moriré en verdad si no puedo alcanzarle alguna vez.

LI SI

Zhao Ghao, ve por Huhai. Vamos, de prisa.

ZHAO GHAO

En seguida vuelvo.

(Sale.)

LI SI

Majestad, ¿cuántas píldoras del elixir os quedan?

HUANGDI

Cuando ya no haya menester tomar ni una de cuantas queden, muchas pueden remediar tus achaques de tal modo que me acompañes un largo rato. Por mucho tiempo seguirás siendo mi ministro, cuyo apego es la lealtad.

(Exultante.)

Ahora a apresurarse, a subirse al cortejo, que un camino desde antes de nacer me aguarda noche y día.

(Salen. Oscurece.)



Escena 4


(A la orilla de una playa.)

LI SI

¿Y decís que aquí, señor, moran esos peces fabulosos?

HUANGDI (lidiando con el arco.)

Hasta aquí llega la tierra con sus cosas. ¿Acaso no veis el mar que de tan lejos divisarais todos?

HUHAI

Padre, lo veo, a fe que sí. Nunca hubiera imaginado que el mar se extendiese así.

ZHAO GHAO (Aparte.)

Y eso que vuestro sueño es de ordinario tan extenso como el mar.


LI SI

No os preocupéis, joven príncipe, de que el mar se parezca mucho a lo que es, pues sólo un espejismo nos confunde así. ¿Verdad, mi gran señor?

HUANGDI

¿Decías?

LI SI

Sólo hablábamos que vos, majestad, acabaréis con estos peces fabulosos.

HUANGDI

Sí, pero sed más útiles, y pasadme las flechas en lugar de los elogios.

ZHAO GHAO (pasándole la flecha.)

Aquí tenéis, mi gran señor, la primera.

HUHAI

¿Vendrán los peces cuando apuntéis al ancho mar?

HUANGDI

Vendrán, imberbe príncipe, porque estos peces sólo son horribles y fabulosos aquí afuera.

ZHAO GHAO (Aparte.)

Mas los peces deben ser profundas criaturas que para matarlas hay que ahogarse.

HUANGDI (aguzando el arco.)

Ahora venid, venid todos, venid al tiempo, que con la primera flecha os señalaré el infortunio de todos.

(Pausa. Largo silencio.)

HUHAI (al eunuco.)

¿Anocheceremos aquí si aun la noche no nos es propicia?

ZHAO GHAO

No os preocupéis, mi querido príncipe, que vuestro padre inmortal no se arriesgará a contraer un catarro.

LI SI

Príncipe, cómo le escucháis tanto a un eunuco. Dejad más bien que el silencio os aconseje seguir ahora con sus votos.

(Zhao Ghao se aparta con una reverencia.)

ZHAO GHAO (aparte.)

Vamos a ver, Li Si, cuánto me escuchará en adelante.

HUANGDI

Tenéis miedo. Pues tenedlo en verdad, porque hoy será vuestro fin, no tendréis un mañana para recordar este día, ah, ni otros días, de los que ya vivierais, pueden ser vuestro refugio hoy. Venid. Venid, peces, ah, el milagroso Shi Huang-Di os convertirá en los pescados que lleve conmigo para asombro de los hombres. El gran emperador volverá con vuestra carne herida. Vuestro olor repugnante, aunque lo aborrezcan todos, lo querrán de perfume y sólo el gran emperador vivirá siempre para recordar este exacto día. El gran Emperador entrará al fin a su palacio eterno. No seréis el óbice de una tierra que Shi Huang-Di conquistará para sus pies.

ZHAO GHAO

Qué pasará si los peces muerden.

LI SI

Tragarán los restos, si bien los sabes, Zhao Ghao.

ZHAO GHAO (aparte.)

Ah, ministro ladino, ya verás porque me hieren tus palabras.

HUHAI

Temo, Li Si, que mi padre ciertamente al borde ya de la cordura, como al borde de la tierra está.

LI SI

No desesperéis, cuando crea matar los peces volveremos al palacio.

HUHAI

Querrá entonces vadear las olas.

LI SI

Dormirá antes y al despertar le fingiremos un venturoso regreso de la isla.

ZHAO GHAO

El sabio Li Si sabe lo que dice, joven príncipe, vuestro padre ni loco puede reinar fuera de su palacio. Volveremos raudos para no faltar a vuestra herencia.

HUANGDI (suelta una flecha.)

Ah, el primero…

(A su hijo.)

¿Le viste, hijo?

HUHAI

A fe que no, padre…

(Luego reconsiderando el tono, se excusa.)

Me distraje con la innumerable arena.

HUANGDI

Ah, pelmazo, pasadme las flechas de prisa. De prisa.

HUANGDI

Uno más… y otro. Qué tanto te demoras, idiota…

HUHAI (azarándose con las flechas.)

Aquí están, padre.

(Aunque todavía temeroso, le pasa las flechas una a una.)

HUANGDI (frenéticamente.)

Uno a uno caen todos… después de todos ellos, nada quedará de ellos. Sí, el gran Emperador tiene por puntería las mismas flechas de su arco… Otro… y otro…

(Riéndose.)

Ah, si mi querido Fusu estuviera acá…

(En una sucesión de ilusorios aciertos.)

¡Invencible Shi Huang-Di!

ZHAO GHAO (a Li Si.)

Su favorito siempre ha sido Fusu, porque mucho se le parece.

LI SI

De no ser tan testarudo aquél ingrato, lo hubiera favorecido más que con su título.

ZHAO GHAO

Fusu ciertamente por su cuenta puede venir.

LI SI (mirando al emperador que riñe a su enclenque hijo.)

De nuestra cuenta queda detenerle en seco. Su reinado aboliría lo establecido.

ZHAO GHAO

Huhai es un idiota irremediable. Señor, algún día recordaréis este proverbio.

(Aparte.)

Ya recordarás que sí.

LI SI (con una indiferencia glacial.)

Este viejo se contenta con saber que al fin un hijo reinará como su padre, sólo hacía falta que en nada se le pareciera al padre.

HUANGDI

¡Al amanecer el gran emperador hollará la tierra de los inmortales! Ni lo inmortales osarán impedir su logro, si alguno lo hiciere, ah, Shi Huang-Di también le convertirá en pescado.

(Oscurece.)



Escena 5


(Dentro del carro.)

HUANGDI (entre temblores)

Qué son estos temblores que arraigados en una fiebre me sacuden. No me había movido nunca, tal que apenas así me pudiera mover un poco. Por qué el sueño se tarda, por qué el delirio no viene. Qué nadería con sus muchas sombras profana mi lecho. Qué trance, repetido en otros, renace en mí. No es la muerte, no, es sólo está ansiosa busca que a punto del hallazgo se torna caprichosa. No, la muerte nunca. Toma del elixir una porción, muchacho, que el lento azogue purifique el curso de la vida. Vida tendréis para al fin ser inmortal. Tumba será vuestro palacio desde donde veas morir al mundo entero.

(Traga las píldoras al alcance.)

Ah, siento como si cada píldora sumara una esfera de plomo a la cuenta que me hunde. Sólo mi boca todavía queda fuera del agua, pero qué palabras en esta hora terrible no son tan espesas como el agua. Ah, muere el Emperador, ni los monstruos le persiguen, ni un mal sueño le desvela y ni siquiera el más miserable de sus enemigos le mata. ¿En vano mis deseos sometieron a los hombres? No, que la muerte, si ha de venir, sea para obligar un signo contrario; aquí le espero… Empuñaré mi espada invicta.

(Vanamente trata de coger la espada.)

Ah, temblores, qué cuna pueden mecer.

(Recogiéndose en sus temblores.)

¿Para esto viví? ¿Sólo para que justo en este momento tema no vivir más? ¿Nací como todos entonces, con el mismo ombligo, con los mismos ojos cerrados, con la misma angustia de un llanto profético? ¿Pude haber sido un labriego, un soldado, la concubina que con el funesto jade me ataviara, ah, y no el emperador? ¿Entonces es esto la vida? ¿Es esto lo que desdichadamente no se puede prolongar en otras primaveras? Qué desdichado soy entonces, porque ya ni una pesadilla me despertará todas las mañanas. Dormiré profundamente, mientras profundamente me hunda en ese sueño insustancial. Qué desdichado soy de haberme labrado con muertos un destino. Qué desdichado soy por morir como mueren todos, esto sí que me hace vulnerable, como nunca lo estuve en una erizada batalla.

(Pausa. Con los ojos fijos.)

¿No escucháis que ya sois sordo? ¿No veis que ya sois ciego? ¿No sentís que ya ni las espinas pueden hundirse más? ¿No saboreáis lo que así es tan soso? ¿Acaso como el musgo ya no proclamáis vuestro silencio? Ya va amanecer y la barca soltará sus amarres. Tranquilo, muchacho. Ya los suelta, y parto a la misma isla, mas el viaje es otro. Me reuniré con los inmortales, mas sólo para remedar en vano su eternidad. Es el fin. Muero. Sólo me queda el aliento de morir. Sólo esta larga vida que duró tan poco. Sólo estos pies darán el paso. Dices mal… lo digo inmejorablemente, porque no mejoraré nunca. Vive pues quien al cabo muere, y yo he muerto toda la vida entre los emplastos de sangre ajena… He recorrido el mundo como si procurara una tumba más sencilla que la que me enterrará con todos mis lujos. Muero, más porque fui aquel iluso que lo creyera todo. Fueron tantas esperanzas el veneno…

(Apenas en un grito.)

Li Si.

GUARDIA (del otro lado le contesta.)

¿Majestad?

HUANGDI (grita)

Li Si.

(Los guardias sin atreverse a irrumpir en el carro llaman al ministro.)

Que traiga el ministro al príncipe Fusu. Otro mortal moriría conmigo…

(Un último acceso le constriñe.)

Ah, Shi Hunag Di, el primero… El segundo será tu hijo.

(Se precipita entre sus sedas.)

No puedo franquear las murallas, ellas mismas me contienen… Ah, Fusu, hijo… no trabajéis más en ellas; dadme la ocasión de ser tu padre.

(Muere. Entra Li Si, se precipita al emperador.)

LI SI (conturbado.)

Muerto está. Que su tortuosa vida al menos a la muerte le sirva de cauce.

(Se levanta. Da unos pasos.)

Qué cruel ironía, pues sólo muerto podría el Gran Emperador vivir más. Nadie debe saber que el emperador regresa muerto, aunque regresemos todos para estos funerales. Si alguien lo sabe, lo sabrá Fusu, y más bien otro es el testamento que a Fusu le espera.

(Llama a los guardias.)

Guardias. Llamad al príncipe, que el Emperador le llama.

(Oscurece.)


Escena 6


HUHAI

Ah, padre, sin ser el favorito soy el único que puede afligirse.

LI SI

Príncipe Huhai, en unas lunas que distantes en el cielo sean la misma, estaremos en Xiangyan. Diremos allí que el emperador ha muerto y guiados por el aplomo de un dolor veraz, os haremos el segundo emperador del mundo. Qin Er Shi. Largo es el camino para volver, pero es el camino que ya hemos recorrido.

ZHAO GHAO

Es difícil llegar a Xianyan sin que nadie advierta los agüeros que se retuercen como funestas nubes.

LI SI

Ciertamente este crepúsculo atraerá muchas emplumadas formas.

ZHAO GHAO

Se pueden procurar especies y sales que embadurnadas al cuerpo lo preserven.

HUHAI

Mi querido Zhao Ghao en verdad describe una solución en todo punto eficaz y a la que se ha de recurrir sin más demora. Como sabéis, estas horas de verano no son primaverales brotes del invierno, ni son lotos recién cogidos de la hierba lo que va camino al palacio, ni Xianyan nos aguarda al alcance de girar una sola vez las ruedas.

LI SI

De esas especies pueden proliferar otras que, esparcidas como la sal cuyo empleo les aguza, nos amarguen el camino.

ZHAO GHAO

Sin embargo, la pestilencia será más elocuente que el silencio, y al fin todos entenderán que algo más raro huele en todo lo que no puede ni probarse.

LI SI

Sólo los olores pueden confundir.

HUHAI

Cómo es tal, ministro. Ah, no sucederé a un muerto, que en lugar de sus bendiciones emane por doquier otras incorpóreas formas.

LI SI

Ni muerto lo sucederéis, es verdad, porque antes tu hermano, advertido de algún modo, con la espada os lo ha de prohibir sin duda.

ZHAO GHAO

Entonces habrá que enterrarle, tan hondo como ya va en nuestro corazones.

HUHAI

Enterradle, entonces.

LI SI

No tenéis ahora por qué esconder vuestros sentimientos; en vuestros generosos corazones los perderíais para siempre, y ni una lágrima podrá destilarse del secreto, tampoco una sonrisa aflorar pudiera en vuestros labios. Ah, príncipe, enterrarle a él en la tierra inculta, y no entre sus esplendores que desde niño concibió, es, además de una infamia imperdonable, un mal presagio. Otro muerto, y no vuestro padre, usurpará la tumba, y uno que apenas se le haya matado para ese ardid. Ah, no precisamente aquél varón que murió por ella y que aun muerto es vuestro ilustre antecesor. Cavarle una tumba aparte sería una trampa para quienes se hayan hundido mucho en ella.

HUHAI

Harta razón tenéis, ministro. Mas doy de narices con cualquier obstáculo.

ZHAO GHAO (resentido.)

Lo que nos recuerda otra vez los olores, tal como por los olores se recuerda todo.

LI SI

De olores habláis. Hay que metérselos por las narices hasta que se emboten todos. Ya veréis.

(Oscurece.)

UN GUARDIA (a través de la celosía.)

Ya llegaron los pescados, mi señor, en dos carros como lo pidierais.

LI SI

Ya salgo. Ahora retiraos; no importunéis el sueño del Gran Emperador.

(Reflexivo.)

No son los peces fabulosos que matasteis, pero en verdad os harán invisible y tal vez inmortal.

(Entra Huhai, seguido de Zhao Ghao.)

HUHAI

Con dos carros como estos acabaríamos con la hambruna, pero se me figura que si damos a comer tan pródigamente como el ayuno damos nos pedirían más.

ZHAO GHAO

Olorosa treta que nos abrirá el camino, al tiempo que encubra nuestros pasos.

LI SI

Así es eunuco. Sólo queda llegar, y entonces el Emperador ha de impartir sus órdenes. La generosidad de vaciar el mar para colmar la tierra es tan generosa como lo que a través de las cortinas diga.

(Oscurece.)



Escena 7


(Dentro de la tumba del emperador. Atrapados constructores, eunucos, guardias y Concubinas, Jun. Todos se entregan a lamentaciones desesperada.)

UNA DE LAS CONCUBINAS

Moriremos sin remedio, lentamente como si sólo vivir se pudiera en esta tumba.

UN GUARDIA

Callad, mujeres, que cualquier pena os hace llorar como llora el soldado si vaciada su sangre, le siguen las lágrimas.

EUNUCO

Ah, si fuera una batalla, apenas un día.

CONSTRUCTOR

Y yo que con mis manos abrí tan hondo esta tierra, ¿Acaso no merecía morir del otro lado?

OTRO GUARDIA

Llevé la espada, porque pensé que sería mi senil bastón, por eso fui a la guerra, por eso maté para no morir.

(El primer guardia lo hiere mortalmente.)

Ah.

EL GUARDIA

No toleraré más quejas. Será en adelante esta tumba mi imperio. Tomaré el oro que quiera, las concubinas serán mías, comeré a quienes perezcan o a quienes mate, abrevaré, como el caballo que no tengo, en estos manantiales milagrosos y tendré una descendencia numeraría hasta el fin de los tiempos.

(Acercándose a Jun.)

Por cierto, eres una belleza muy delicada, a la que tributaría todo el jade que mis esclavos pudieran obtener de esta tierra excavada.

(Tras indagarle vanamente.)

¿Nada dices a mis requiebros?

OTRA CONCUBINA

No puede hablar, mi señor, sucede que perdió su lengua como quien pierde con ella el habla.


EL GUARDIA (reculando.)

Ah, que no sea este presagio mi ruina.

(Tras una larga pausa, Jun se acerca, escribe sobre la arena innumerable unos trazos, que al verlos, quienes así podían leer aquella arenga incomprensible, se lanzaron todos —las concubinas las primeras— en una rebelión sangrienta. Entre la lucha se apagan las antorchas.)


TELÓN.


















ACTO IV



Escena 1


LI SI

¿Qué habrá pasado con Fusu? A estas horas ya habrá perecido según así lo prescribe su notable herencia; otro destino que lo preserve sería ruinoso para el imperio. Ah, nunca pensé que un suicidio pudiera postergarse tanto, como si con él acercara un cuchillo a mi garganta.

(Entra Yan Le.)

Qué noticias vienen contigo. Vamos, Yan Le, no demores tu lengua como te ha demorado la costumbre de tus días.

YAN LE

De cierto os he de decir acá en palacio, gran Li Si, que cumplida fue la orden. El hombre al fin se mató, aunque, también es verdad, necesitó que diez hombres se sacrificaran en su auxilio. Con tantas puñaladas se le insinuó el blanco, que, tan instruido en esa esgrima, por fin atinó a echarse al suelo.

LI SI (aliviado.)

De este modo no le queda a Meng Tian sino cumplir lo que es muy propicio.

YAN LE

El honorable general Meng Tian morirá sin objeciones, y de cierto esto es mucho más conveniente que tratar de derrotar su honor.

LI SI

Sé que ningún desacato le moverá por contra. Aunque su valor tiene hombres a su mando, la virtud que afirmáis de él la antepone siempre, es algo que su familia sabe desde tierna edad. Poco se creería que un niño de pecho soltará el pezón para ser más elocuente que con el llanto. Y es que cuando le pregunté a la prole: cumplirá vuestra padre la orden de matarse que dejara el Emperador, el niño que sólo balbucear podía, dijo, antes que los otros, “lo hará sin duda, él sabe que sus hijos también lo harían.”

YAN LE (torvamente.)

Ese niño despabilado se parece mucho a Meng Tian, es como si él se viera en su reflejo.

LI SI

Ahora que el ejército apacigüe sus descansos.

YAN LE

Dadle, señor, mis felices votos al nuevo Emperador.

(Va salir y se topa con Zhao Ghao que viene entrando.)

No estorbéis, eunuco.

(Sale.)

LI SI

¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en ningún lado?

ZHAO GHAO

He regresado de mi deber y lo he hecho para cumplirlo también aquí.

LI SI

¿Escuchabas acaso?

ZHAO GHAO

Nada, mi señor, soy una tapia y no un hombre, mas que debo de decirle al Emperador.

LI SI

Musítale al oído tus mismas penas, que yo me encargaré de gobernar.

(Sale.)

ZHAO GHAO

No sabrás cuánto le han de excitar mis penas.

(Oscurece.)


Escena 2


LI SI

Bienvenido a Xianyan, noble general. Muchas privaciones habréis pasado a lo largo de una muralla que empareda más muertos que barro. Pero venid, ya estáis en vuestra acogedora tierra que así os recibe. Como sabéis, pocas órdenes habíais recibido últimamente y quizás el ocio y la inacción de muchos días iguales os apagaban el aliento. Pero sentaos entre estos lujos, regocijaos de lo que veis, animaos en fin, que es preciso que ya cumpláis una orden que cambie vuestro estado melancólico.

MENG TIAN

No necesito más que mi mano para matarme, Li Si.

LI SI

No lo digáis así, que se me eriza la piel.

MENG TIAN

Tal vez entonces sabremos qué clase de bicho sois.

LI SI

Así que pensáis que una orden del Emperador os puede sólo aguijonear cuando otro son los términos. Os hablaré de política un poco, que sea ella la que os rinda y no una estrategia militar. Al morir el Emperador, si morir fuera el no infundir su sello, los herederos hubieran decidido el trono en lucha fraticida, lo cual podían aprovechar tantos enemigos confederados desde siempre contra Qin. Sólo un heredero había de ostentar el título, el sabio Shi Huang-Di, anticipándose a las espadas, tenía que ordenar a sus dos favoritos varones cumplir la muerte de uno de ellos. Por qué no fue Fusu el que sobreviviera, os preguntaréis. Fusu es soberbio y a la vez es capaz de tratar con costumbres ya erradicadas como la mala hierba. Para que la dinastía se perpetue en diez mil generaciones se debe partir de un origen inalterado, y sólo Huhai es el hombre idóneo para ese destino.

MENG TIAN

Os equivocáis, Li Si, pero no lo veréis porque el mismo bastón con el cual vais al tiento os cubre como de tinieblas. El soberbio ciertamente sois vos, Li Si, pero no lo sabréis sino cuando os hayan de humillar.

LI SI

Habláis sin causa, porque apenas conocisteis a Fusu. Yo, en cambio, le vi desde que naciera.

(Volviéndose a la pared.)

Al morir, me dicen, que no quería hacerlo, que se resistía como si fuera un inmortal. La misma orden del Emperador, para que se cumpliera, tuvo que cumplirla Huhai a despecho de su hermano. Esto demostraría a cualquier imparcial testigo, que la arrogancia de Fusu no sólo iba ser perniciosa en adelante, sino que además ha mucho conspiraba en contra de su benemérito padre.

MEN TIAN

Vuestras razones políticas me parecen seniles, van ya encorvadas y caducas como vos.

LI SI

Pero os bastarán ellas, si no yo…

MENG TIAN

Me bastará mi honor, que será la única salvaguarda de mis parientes. No os atreveréis a tocar a ninguno de ellos.

LI SI

No se me ocurriría tal cosa. Sé que vuestro honor será vuestra salvación.

MENG TIAN

Li Si, aún no sabéis lo que de cierto os costará comprender, pero tan determinado estarán vuestros verdugos que de cualquier modo os meterán las lecciones en la cabeza. Esa, en vuestra hora, será tu maldición.

(Sale.)

LI SI (un poco acalorado.)

No sabía que los generales, a punto del suicidio, fueran tan enfáticos, casi se diría que supieran maldecir como llorar pudieran en medio de una batalla tenebrosa. Bueno, ya los asuntos se serenan. Daré un viaje para ver si las leyes se mantienen como siempre.

(Oscurece.)






Escena 3


ZHAO GHAO

Cada día se os ve con más prestancia, mi señor. Parece que no hubiera pasado ni un mes desde que ascendierais al trono. Lucís un tocado que ni vuestro padre llevó en sus días.

HUHAI

Muchos requiebros la lengua te endereza.

ZHAO GHAO

Es justo reconocer los méritos de un hombre afortunado.

HUHAI (al anunciarse el ministro.)

Largo de aquí, que Li Si no viene para que lo acompañe nadie.

(Zhao Ghao se esconde. Entra Li Si, ofuscado.)

LI SI

Majestad…

HUHAI

Cómo ha estado vuestro viaje, ministro Li Si. Mirad que por daros la bienvenida, lo bueno con vos viene.

LI SI (Ininterrumpidamente.)

Ah, majestad, he escuchado tantas cosas a la vuelta, y otras muchas ocurrieron mientras me las contaban, que sólo de vos quería escuchar lo que se dé en adelante. Os ruego que seáis pródigo con lo que haya de instruirse sin demora de la orden.

HUHAI

¿Qué os agita así, ministro, que entráis por fuerza de vuestras mismas palabras? ¿No me digáis que un hecho extraordinario? Pues me parece que todo anda según lo acostumbra el cielo. Así que decidme, ¿algo en verdad os agita?

ZHAO GHAO (aparte.)

Es su vejez lo que le aprieta. Miradle las arrugas.

LI SI

Se refieren desmanes sin acuerdo de ningún estricto código. Por doquier las quejas ya no son sólo las que el dolor infligido provocara. Se principian empresas sin ningún propósito práctico, que tras lo arduo se abandonan de repente, y extenuados hombres un caudal de sangre y sudor tributan al Yangtzé en vano. Se oyen a las mujeres que en silencio dan de mamar a sus hijos, como si dieran algo muy distinto que la leche. Y todos miran por doquier, como si en esa facultad ocultaran un don perverso. Mi vuelta, entre las muchas cosas, fue alargando mi ida, acaso tanto que no hubiera querido partir nunca. Ah, supe, incluso, de quienes hasta profieren secretos votos contra Qin.

HUHAI

¿Antaño, cuando la sed se adentraba más que las gargantas, no se dragaron las simientes como si en ese gran río se hendiera otro río más profundo y caudaloso? ¿No refiere Han Feizi que los súbditos se hacían menos mientras más se agrandaban sus proezas y que el mismo Yu parecía empequeñecer hasta perderse en el lodo? No hay sufrimientos cuando el gran emperador se regocija. Nadie perece que no sea porque es un perezoso. El gran emperador puede, y debe según esa facultad, obrar sobre sus súbditos para que estos los anime la virtud de un movimiento universal, no serán pocos los castigos si he menester de tales, ni poco han de ser en este mundo presente. Porque de cierto os digo que aún me faltan las diez mil carretas que se me atribuyen, y me parece que exigir que se construyan bastantes, al menos unas mil, no debería ser un escándalo, cuántas ruedas entonces, cuántos sirvientes para asistir a los caballos y cuánto camino en todas direcciones para este emperador humilde.

LI SI

Habláis de lo que pudo referir Han Feizi en una época distinta.

HUHAI

¿En una época distinta? ¿No fue así que gobernó mi recién fallecido padre? Es decir, me parece que muchos perecieron bajo el rigor de sus leyes. ¿No incendió libros por cuyo fulgor se distinguiera esa luminosa época? ¿No avasalló la tierra con sus caballos? ¿No cortó cabezas para tener la holgura de convencer a otros seres más razonables? ¿No mató a sus cortesanos para que no pudieran verlo en su dimensión mortal? ¿No lo acompañasteis vos, Li Si, a fundar las inscripciones en las colinas? Shi Huang-Di, el primer gran Emperador, el padre primogénito de su dinastía.

LI SI

En verdad muchos perecieron bajo el rigor de sus leyes, porque hizo las leyes necesarias. Incendio libros para propagar sus ideas con el mismo ardor. Rindió a sus vecinos, porque había de unificar la tierra tal como la tierra se sucede en cada grano. Cortó las cabezas que sobre hombros se cebaban como parásitos. Y se hizo invisible como el miedo que así podía infundir en derredor. Y de todo esto dejó su huella escrita como quedaron sentadas las medidas de los hechos y cosas cotidianas. En cambio vos, heredando lo que ya está bajo el vasto cielo, os conducís con desatino; creéis que seguir la flecha ciegamente es ser al cabo infalible, mas es el arco el que al arquero tensa.

HUHAI

A ver, ¿me decís que por pasiones soy tirado?

LI SI

Os digo, además, que sois injusto.

HUHAI

¿Y os atrevéis a decírmelo?

LI SI

Mi audacia con vos he de compartirla, pues todavía hay tiempo de sostener vuestra voluntad rectora.

HUHAI

¿Y cómo gobernaría, ya que no con violencia?

LI SI

Os equivocáis, majestad, respecto a la violencia. Una guerra, por ejemplo, precisa que muchos caigan, pero si el general se arroja insensatamente a la victoria, no sólo perderá, sino que aun la muerte ha de conseguir por vida. No os digo esto para enfrentaros, acaso no fui el que os prefirió a vos antes que a Fusu.

HUHAI (reflexivo.)

¿Y sí se dicen cosas muy malas?

LI SI

No desesperéis con un cuestionario. Importa más que lo que se diga tenga su causa justa. Ya veréis que en adelante la gente se queja porque sufre y no porque piensa, y creedme, señor, que la última de estas clases tiene generales por filósofo. Gobernad, pues, según la gente acate vuestro designio. Así gobernó vuestro padre; así heredasteis su cetro.

HUHAI

Os escucho, entonces.

LI SI

Me escucharéis, sin duda en detalle. Mas es preciso que regrese con unos rollos de bambú. Mañana es un día trazado en extremo.

(Sale Li Si. Aparece Zhao Ghao.)

ZHAO GHAO

El ministro Li Si es un hombre que ha vivido mucho.

HUHAI

Dices bien, Zhao Ghao.

ZHAO GHAO

Os puede decir tanto, que esto que os acaba de decir parece más bien poco, dado además el tiempo que se tomó en decirlo. No os engañéis, sin embargo, porque en sí cada palabra tiene su esencia. Es un hombre ya mayor, es verdad, y dicen que los ancianos saben muy a menudo incluso esto que mucho se dice, de que los ancianos saben lo que dicen; por lo cual es común escuchársele hasta el final, como si no hubiera en el mundo más nada que hacer que escuchar sus historias. No digo, claro está, que desatendáis sus consejos, porque provienen de un hombre docto, pero en cuanto a él si debéis preveniros, no suceda que quedéis embelesado de glorias ya pasadas y sólo visible en sus arrugas. Eres un emperador joven y por lo mismo lo que menos os convendría es haceros un sabio. Cómo, entonces, os temerán vuestros enemigos, si ciertos pudores ajenos os evitan comer del muerto.

HUHAI

Me ponéis entre dos orillas.

ZHAO GHAO

No soy yo el ministro, pero si el ministro le tocara en suerte mi papel, a fe que os diría entonces esto que exactamente os digo.


HUHAI

Escucho doblemente lo que no entiendo del todo.

ZHAO GHAO

Li Si con virtud envejeció al lado de vuestro padre, pero al no poder envejecer más, temo que os acompañe sin el mismo vigor de antaño.

HUHAI

Tienes razón. Es una pena que haya envejecido.

ZHAO GHAO

Es una pena, sin duda.

HUHAI

Siempre fue un hombre de un aplomo incansable.

ZHAO GHAO

Tan vivaz en todo los asuntos de vuestro padre, que tenía por flojo a todos los demás. De vos decía, por ejemplo, que solías dormir más de lo que soñabas, y que si despertabas era para dormir con renovado impulso. Claro, como él era un hombre de incansable aplomo, nos llamaba haragán a los demás.

HUHAI (exaltado.)

¿Eso en verdad lo dijo?

ZHAO GHAO (estudiando el efecto de sus palabras.)

No os preocupéis, que de haber sido el emperador no lo hubiera dicho, aunque lo meditara más que sus consejos. Además, en aquella época solía decirlo de todo el mundo.

HUHAI

Y si tal opinión tenía de mí, por qué nunca lo supe.

ZHAO GHAO (aparte.)

Daba pena tener que despertaros con insultos.

HUHAI

¿Qué decís?

ZHAO GHAO

Os digo que son cosas de Li Si, nada que tenga sentido escucharle ahora. De lo que si debéis preveniros es de que sus achaques envidioso quieran estorbaros. Ya veis que los ancianos poco duermen, porque el sueño que esperan es mucho.

HUHAI (levantándose.)

Ah, traición.

ZHAO GHAO

¿Pero qué decís, mi señor? ¿Por qué ofuscáis así?

HUHAI

Vienen frente a mí a decirme qué hacer con denuedo, mientras los mismos insultos me adormecen.

(Volviéndose a Zhao Ghao.)

¿Cómo no lo dijiste antes?

ZHAO GHAO

Antes no me lo hubierais creído, porque Fusu era más creíble.

HUHAI (dudando.)

Sin embargo, tenías que decírmelo alguna vez.

ZHAO GHAO

Sin embargo, temo haberlo dicho ya. ¡Ah, que esta nueva falta agrave también mi culpa!

HUHAI

No toleraré más a este vejete. Antes lo mato que esperar que muera.

ZHAO GHAO

Cómo se os ocurre que sin falta grave pueda ser ejecutado el gran Li Si.

HUHAI

Entonces, ¿llamáis ligereza a mi insulto?

ZHAO GHAO

Ciertamente no es ligero decir que teníais un sueño muy pesado, pero nada puede hundir lo que sólo está a flor de los labios. Si os sirve de consuelo, una vez me preguntó, al verme dormitando en pie, que si soñaba en vuestro mismo lecho.

HUHAI (iracundo.)

No necesito de este infame.

ZHAO GHAO

Dejadle que viva, porque cómo más podríais matarlo, ningún cortesano admitiría el hecho. Además está tan anciano como su venerable fama.

HUHAI

No dejaré que envejezca más, sus arrugas pueden liarme. ¿No viste como hace un rato casi me embauca? Pero, es verdad, cómo lo mato, sin provocar revuelo.

ZHAO GHAO

Si no hay modo de desagraviaros, y pido al cielo que lo haya, os aconsejo entonces que lo matéis sin previas amenazas, de un tajo al cuello, incluso antes que con sus rollos venga. Para cuando la sangre recorra su lento curso ya todos habrán callado para siempre. Sin embargo, he de aconsejaros, mi señor, que reconsideres vuestro ímpetu. Porque sólo por llamaros flojo no vais a perturbar vuestra calma.

HUHAI

No me des más consejos, si no matas antes al consejero.

ZHAO GHAO

Sucede, mi señor, que un ministro tendría que morir a favor de su deber; es decir, que sus obligaciones no han de quedar sin dueño. Quji y Feng Ji, son adictos de Li Si, y quizá ya ambos obran a despecho de vuestra majestad.

HUHAI

Al ver morir a su mentor, los perderá el miedo. Como dices, la sangre pronta y brusca intimará silencio a toda la corte.

ZHAO GHAO

Pero, por otro lado, cómo os serviría si yo, como sabéis, no soy más que un siervo.

HUHAI

¿Acaso no eres el sucesor de Li Si, desde el mismo instante en que te ordeno su ruina?

ZHAO GHAO

¿Lo soy, entonces?

HUHAI

No os demoréis en la pregunta.

(Sale.)

ZHAO GHAO

Ya veréis, majestad, como es de atinado un verdugo cuando os aconseja causar el mismo efecto. En cuanto a ti, ministro, moriréis mañana sin que os sobrevivan parientes. Yo mismo cortaré tu cuello, a ver si entonces puedes ofenderme más.

(Oscurece.)


Escena 4


LI SI (entretenido en sus rollos de bambú.)

¿Qué haces aquí, eunuco? Aunque sea una fría madrugada, ya es muy tarde para que te empines así. Mejor ve por el Emperador.

ZHAO GHAO

El Emperador no ha de volver.

LI SI

Ve al lecho a despertarlo inmediatamente, o no despertarás la próxima vez que él duerma.

(Entra unos guardias.)

ZHAO GHAO

Sujetadle, de prisa.

(Los guardias le apresan.)

LI SI (contrariado.)

¿Qué pasa aquí? ¿Por qué los guardias son convocados? Y vosotros, insolentes, ¿profanáis la estancia por orden de un eunuco?

(Le apresan de inmediato.)

Con ventaja se reduce a un viejo. ¡Emperador! ¡Emperador! En vuestra casa sois ultrajado.

ZHAO GHAO

No lo llaméis así, que peor será para vos que despierte, mirad que leve no es su sueño.

LI SI

Ah, traición. Vendrá la violencia con este acto. La ruina será el acomodo de tantos escombros, y perecerá Qin bajo los embates de las olvidadas guerras. Qué ceguera me deslumbró hasta el vértigo de estas ilusiones. ¿Por qué pensé que un tonto, perezoso y cobarde príncipe pudiera conducir el imperio del Gran Señor?


ZHAO GHAO

Malas son vuestras opiniones, viejo, por eso se os olvida que para ser fuerte hay que obrar con fuerza siempre.

LI SI

Hubiera perecido contrariando a un verdadero Emperador, mas ahora me avergüenza sobrevivir a su inmortalidad. ¿Moriré, entonces, ya cuando no queda por qué vivir?

ZHAO GHAO

¿Cómo más he de cortaros la garganta si no es vuestra suerte gritar con tanta pena?

(Saca el cuchillo.)

Tranquilizaos, ministro, que un eunuco os corte la garganta no debe preocuparos tanto, ni porque el mismo eunuco truncara vuestra descendencia entera.

LI SI

Ah, muero diez mil veces más. ¡Qué hicimos al conservar una corte rastrera!

ZHAO GHAO

Ya toda la corte estará tan horrorizada que otro susto puedo celebrarlo igual. Nadie más caerá, si nadie más tropieza. Ahora insultadme para ver las venas, o si preferís maldecidme que así os corto con mejor acierto.

LI SI

Me reservo mi silencio, que ahí no me tocaréis jamás…

(Le corta la garganta.)

ZHAO GHAO

Llevaos el cuerpo y descuartizadlo delante de todos. Esperad, yo os aviso cuándo.

(Salen los guardias con Li Si.)

Hay que dar tiempo a que despierte el Emperador.

(Oscurece.)



Escena 5


ZHANG HAN (impaciente.)

Pensé que Sima Xin perecería en la misma corte, mas ahora vuelve trayendo consigo quién sabe qué presagios. Ah, tantas revueltas, que ni la firme espada puede sofocar, me desprestigian tanto. Por qué no lo habrán matado. Me desconcierta que regrese invicto, cuando precisamente en él me quisieran ver muerto. Por qué no lo habrán matado, si llevaba en su lengua lo que de tan lejos mandé a decir. Peores son las noticias que vuelven con el mensajero. Calma, hombre. De un vivo se puede escuchar la historia, mas de un muerto, sólo los sollozos de sus dolientes, que nada dicen aunque lo griten todo.

(Entra Sima Xin.)

SIMA XIN

Zhang Han, heme aquí de vuelta. Por desgracia mis palabras sólo pueden referir un silencio.

ZHAN HAN

¿Un Silencio? Pues no calléis, entonces.

SIMA XIN

El palacio es un desastre. Li Si fue asesinado y Quji y Fen Ji se inmolaron antes que seguir su suerte. Nada quieren escuchar de afuera, a toda noticia adversa le malogran desde lejos. Incluso generales como vos, podrían morir mil veces antes de que se les mate sin ningún respeto.

(Zhan Han se perturba.)

El segundo emperador no admite a nadie que el oscuro Zhao Ghao no escoja entre sus sombras, y éste infame me vedó la entrada. Zhao Ghao con sevicia lo instruye todo. No hay asunto que él desconozca, nada se hace si antes no lo consiente él, mientras que el débil y cobarde Emperador se refugia en sus mentiras.

ZHAN HAN (con las manos en la cabeza.)

Sucumbirá el reino.

SIMA XIN

En el camino, pude escuchar también que Xiang Yu apremia sus pasos.

ZHAN HAN

Sucumbirá el reino. Ah, ya no importa cuántos se manden a morir por nosotros, porque el reino sucumbirá.

(Oscurece.)


Escena 6


ZHAO GHAO (preocupado.)

¿Dónde estabais, majestad, que os busqué por todas partes?

HUHAI

Regreso de un sueño, por decirlo así.

ZHAO GHAO

Pues dormido tampoco os hallé.

HUHAI

Cuánto puede desvelarnos una pesadilla, Zhao Ghao.

ZHAO GHAO

Luego, ¿soñasteis con alguna rareza, majestad?

HUHAI

Ah, un sueño horrible.

ZHAO GHAO

Por qué no vinisteis a contármelo. Mirad que fuera de vuestra alcoba hay menos seda y en el camino tantas espinas.



HUHAI

Al no encontrarte, temí que no hubiera modo de desentrañar las formas, seguramente perdidas en el olvido, tal que me hicieran recordar el miedo, una y otra vez.

ZHAO GHAO

Mas ¿a alguien lo contasteis?

HUHAI

Un intérprete traído a la sazón.

ZHAO GHAO

¿Cuál fue el sueño?

HUHAI

Soñé con un tigre majestuoso, vi sus rayas y eran tan profundas. Vi que apenas tocaba el suelo al caminar, pero no veía el suelo. De pronto yo estaba en mi carroza. El tigre ya era blanco como la espumosa sal de aquellos peces fabulosos ¿Te acuerdas, Zhao Ghao? Bien, el tigre se agazapó, estuvo tan quieto. Brincó de repente y vi que hendía sus fauces en uno de mis caballos de tiro. Los caballos eran blancos también. No había sangre. Todo era blanco como todo lo que allí estaba. Los caballos relinchaban, el tigre se aferraba ciegamente, y todo se aclaró como cuando el sol nos encandila.

ZHAO GHAO

¿Y qué os dijo el intérprete?

HUHAI

Que la divinidad del río Jingshui se arremolinaba en extraña corriente.

ZHAO GHAO

Y qué os dijo que debíais hacer.

HUHAI

Ayunar e ir al río. Después de bañarme, ahogar cuatro caballos blancos en el mismo río.

ZHAO GHAO

Y os preguntó cuál de los caballos fue mordido.

HUHAI (volviéndose sorprendido.)

A fe que no.

ZHAO GHAO

Y sin embargo interpretó que debéis bañaros en ayuna y ahogar cuatro hermosos animales.

HUHAI (resentido.)

Eso dijo. Por cierto, ¿sabes de sueños?

ZHAO GHAO (aparte.)

Os he visto dormir tanto que ya sé a qué atenerme.

(Incorporándose.)

Los sueños refieren lo que por sabido se descubre en el mismo trance.

HUHAI

Qué significa entonces.


ZHAO GHAO

¿A cuál caballo le mordió el tigre?

HUHAI

Al más brioso de la izquierda.

ZHAO GHAO

Significa que tenéis enemigos que se pierden en sus propias maldades. Mandan sus mensajeros como quien manda flechas, pero se demoran porque las flechas son inventadas.

HUHAI

¿Entraña peligro?

ZHAO GHAO

No os perturbéis, todos los emperadores tienen tales refractarios, por lo cual todos los emperadores tienen esta clase de sueño.

(Aparte.)

Ya era raro que no lo soñarais, con lo mucho que dormís.

HUHAI

Qué se debe hacer ahora. ¿Se debe matar a muchos? Porque hasta tú mueres si es el caso.

ZHAO GHAO

Primeramente que se ahogue al intérprete en el mismo río.

HUHAI

Ahógale, Zhao Ghao. Pero dime qué significa y qué debo seguir.

ZHAO GHAO

No ofusquéis tanto, majestad, cuando haya quien por sus maldades tenga que morir, lo sabréis sin duda.

HUHAI

Me alivia que sea así.

ZHAO GHAO (de pronto.)

¿Adónde vais, mi señor?

HUHAI (bostezando.)

A dormir, porque este sueño me dejó exhausto.

(Sale.)

ZHAO GHAO

Sí una sola de las noticias se le adelantan a esos sueños, premonitoriamente me harán dormir a mí. Llevar al emperador como se lleva una dócil ternera al matadero, ya es en este punto un oficio muy peligroso. Algún día puede que anochezca, ya son tantos los crepúsculos en el cielo. Las cosas ya se ponen peligrosas, los generales se sublevan por todos lados y hasta se envían capitulaciones afrentosas. Hay que llamar a Yan Le, y de prisa.

(Trata de salir, pero luego se vuelve.)

Otro susto como éste y temeré a todo. Que no se me escape más. Lo mantendré en palacio, lo amortajaré en todos sus lujos, y sabré cuando matarle, como adentro se mata al gusano para ovillar la seda.

(Sale. Oscurece.)

Escena 7


ZHAO GHAO

Por apenas unos detalles sin fundamentos el Emperador se exasperó terriblemente. Vociferó por todas las estancias del palacio e hizo matar a muchos serviles cortesanos que asistían en su auxilio. Ya nada quiere escuchar de nadie y, sin embargo, a todos les hace gritar de tal modo que lo callen todo. He tratado de calmarlo sin que ningún remanso de sangre ajena pueda distraerle un poco. Ya ni lo lujos le retienen en su sueño, sino que sale hasta dormido, y se cree un general belicoso por doquier camina. Es de temer, por temerlo bajo amenaza, que perdamos las cabezas por no pensar en ellas. Cuando las noticias le veden con sus hechos, dará de palos a quien más cerca pueda servirle, y malogrará también a quienes de cerca puedan matarle. Es verdad, preferí los halagos antes que los consejos, porque cuando alguien se cierra a estos últimos hay que decirle que es un sordo de una condición admirable, tal vez porque palabras agudas infiltran los oídos. Pero ahora cuando la calamidad nos insulta desde donde viene, cuando ya blande sus espadas, es menester huir primero y, sin duda, sólo volver para borrar el rastro.

YAN LE (con irónico escepticismo.)

Huir y volver se me figuran contradictorios impulsos de un eunuco.

ZHAO GHAO

Volver no es cobardía, como podría serlo entonces lo que antes deja el rastro. Os hablo más bien de movimiento; de rodear una muralla hasta que al cabo de su extensión caiga. Hay que favorecer las opiniones en torno a Ziying.

YAN LE

En este punto los cortesanos estarán divididos.

ZHAO GHAO

Con un ardid sabré quienes serán parciales de nuestra estrella.

YAN LE

¿Y qué proponéis para acabar con el Emperador, porque en palacio el Emperador es intocable? ¿Venenos acaso?

ZHAO GHAO

Nos amargaría mucho probar con ellos. Es una revuelta contra el Emperador que vos presidiréis la que asaltará el palacio.

YAN LE

Vengo del frente y casi todo está perdido. Vengo desde donde mi caballo tampoco sería de mi propiedad. Cómo, con las fuerzas que aún quedan, volverse en contra de Qin.

ZHAO GHAO

El imperio está perdido, mi querido general Yan Le, y precisamente dividiéndolo, como antes lo estuvo durante una eternidad, preservaremos a Qin por siempre. Se contentaran todos con sus fronteras y la guerra, si se prolonga, lo hará sólo como antes.

YAN LE

No estoy seguro, una guerra desatada como ésta no la lían fronteras. Además, rendir el palacio me puede dejar sin parientes.

ZHAO GHAO

De lo primero la política se encarga. De lo segundo no os preocupéis más, ha días que todos están a salvo con mi hermano Cheng.

YAN LE (sorprendido.)

¿A salvo?

ZHAO GHAO

Sin siquiera saber de la conspiración, las represarías del Emperador serían terribles. Así que antes de buscaros tenía que salvaguardar a vuestra familia, cómo perdonarme si estas palabras perjudican tus parientes de algún modo.

YAN LE

Adónde.

ZHAO GHAO

En un lugar que no conviene decirse, precisamente ahora que se habla del asunto.

YAN LE (duda.)

¿Entonces le guardáis?

ZHAO GHAO (devolviéndole la ironía.)

Como si pudieran ser hijos míos.

YAN LE (contrariado.)

Ah, Zhao Ghao.

ZHAO GHAO (compasivamente)

No os preocupéis, general, este monstruo debe caer pronto.

YAN LE

El golpe tiene que ser seco.

ZHAO GHAO

Sé que lo darás con sangre. Luego la ascensión del imberbe Ziying, parece que bastante querido por el vulgo, apaciguará los ánimos en Qin y unificará las demás fuerzas en torno al palacio.

YAN LE

Veremos, entonces.

(Sale.)

ZHAO GHAO

Este hombre no tendrá por honor el de Meng Tian, en cambio será vengativo en su deber forzado. En cuanto Huhai muera, Ziying será mi rehén. Ya no me conformo con los lujos y las sombras; negociaré para mí el reino de Chu desde donde tan lejos vine.

(Sale. Oscurece.)



Escena 8


(El emperador y sus cortesanos.)

ZHAO GHAO

He aquí que os traigo el precioso animal, aquél que tanto prometiera, majestad.

HUHAI

Que le hagan pasar a la estancia.

ZHAO GHAO

Os advierto, majestad, que no habéis visto un caballo así.

HUHAI

He visto muchos caballos, Zhao Ghao.

ZHAO GHAO

Pero este es diferente a todos.

HUHAI

Espero que sea el alazán que prometieras.

ZHAO GHAO

Lo es, sin duda.

(A toda la audiencia.)

Os sorprenderéis vosotros de qué alazán se habla aquí.

(A los palafreneros que aguardaban con la bestia.)

Hacedle pasar.

(Entran los dos palafreneros tirando del manso animal. Los cortesanos murmuran en desconcierto. Un rato en que el silencio se ahonda. Y después el emperador estalla en risa con las cuales condescienden los cortesanos.)

HUHAI

Pero cómo puede ser un caballo este animal.

ZHAO GHAO

Es un magnífico animal, ya os dije.

HUHAI

Pero es un ciervo.

(Acercándose.)

A fe que una buena pieza de casería, si no fuera tan manso.

ZHAO GHAO

Yo no os recomiendo comer tal carne.

HUHAI (riéndose.)

Por qué, ¿acaso relincha más que el hambre?

ZHAO GHAO

Bueno, dicen que es mejor comer un ciervo que un caballo.

(Todos ríen.)

HUHAI

Apuesto que es un ciervo Zhao Ghao. Es verdad, tu broma me hará reír sin duda, pero sin perder el juicio.

ZHAO GHAO

Lo digo en serio, aunque ciertamente me hace muy feliz de que lo toméis a lo contrario.

HUHAI (con cierta complicidad.)

Según tú, es un caballo entonces.

ZHAO GHAO

Uno muy bueno. Corre más que cualquier caballo.

HUHAI

Ha de ser porque es como cualquier siervo.

(Ríen todos.)

ZHAO GHAO

Es un caballo diferente, ya os los dije, pero no le falta nada que un caballo tenga. Tiene, por ejemplo, cuatro patas.

HUHAI

Pero son delgadas como las espigas de sus nervios.

ZHAO GHAO

Mirad; tiene pezuñas.

HUHAI

Pero hendidas.

ZHAO GHAO

Tiene cola.

HUHAI

Pero chata y esponjosa.

ZHAO GHAO

Tiene cabeza alargada y ojos azorados.

HUHAI

Pero con cornamenta la cabeza y silvestres los ojos.

ZHAO GHAO

Tiene un cuello largo.

HUHAI

Pero sin crines.

ZHAO GHAO

Tiene huevos.

HUHAI

Pero no se le notan mucho.

(Se ríen todos.)

ZHAO GHAO

¿Me notáis los míos, majestad?

HUHAI

A fe que no lo llevas.

ZHAO GHAO

Porque alguna vez tuve la hombría de cortarlos, y, sin embargo, soy lo que no parezco. Este caballo también se os presenta en una forma aparente.

HUHAI (empieza a dudar.)

Entonces ¿es un alazán?

ZHAO GHAO

Tiene ese pelo lustroso.

HUHAI

Pero el brillo de otros músculos.

ZHAO GHAO

Tiene por dieta el pasto.

HUHAI

Pero su ayuno abreva en otro lado. En fin, tiene todo lo de un ciervo.

ZHAO GHAO

Pero es un caballo.

HUHAI (riéndose.)

Dije que ganaba la apuesta. Así que sacrificad el animal, y si sucede que por dentro se parece a un caballo lo será por fuera, pero si no es distinto a su exterior, tendré mi parte.

ZHAO GHAO

Os propongo que le preguntéis a los cortesanos, y así no tendréis que matar al animal.

HUHAI

Me parece una maravillosa idea.

(A los cortesanos.)

¿Es un caballo esto?

(Todos dicen que no.)

¿Es un siervo entonces?

(Todos asienten.)

Perdiste, ministro. Ahora sacrificad al ciervo.

ZHAO GHAO

Aguardad, majestad. Si le preguntáis desde el solio no os serán sincero. Dejadme que le pregunte yo, conmigo sí se mostrarán insolentes.

(Intimidándolos.)

Recordad que no todo es lo que al parecer se nota. Yo, por ejemplo, no traigo huevos y con qué virilidad arrancaría los de otros.

(Murmuran todos y se dividen a la mitad.)

HUHAI

Ahora está muy dividido.

ZHAO GHAO

No os dije que hablándoles del solio es una cosa y hablándoles como un siervo da un caballo según la alzada del jinete.

HUHAI

No me conformo. Contémosles a ver.

(Se ofrece el hermano de Zhao Ghao.)

ZHAO GHAO (aparte.)

Que Zhao Cheng apunte los nombres. Los nombres apuntados se repasarán con la espada.

ZHAO CHENG

Iguales.

HUHAI

Con esas dos mitades no podéis completar un caballo.

ZHAO GHAO

Tampoco un ciervo, majestad.

HUHAI

Quedaos entonces con tu mitad, que yo me llevaré la mía.

ZHAO GHAO

Sois sabio, mi señor, no he contrariar más; yo con mi mitad me conformo.

(Aparte.)

Ahora a sacrificar como a un ciervo a todos los siervos y partir victorioso sobre un caballo. La lealtad será distinción y también mi puntería.

(Oscurece.)


Escena 9


(El emperador entre eunucos y asustadizos cortesanos.)

HUHAI

Hoy se me figura que será un día más apacible que otros días. La cama es blanda y los sueños…

(Se escucha un tropel y entra Yan Le, por fuerza de las espadas las flechas. Muchos huyen. Algunos se resisten y mueren. El emperador, horrorizado da tumbo entre sus gritos.)

HUHAI

¡Traición! ¡Traición! ¡Zhao Ghao!

UN EUNUCO

No lo llaméis, mi señor, el de seguro está en la conjura.

HUHAI

Y ahora lo dices apocado esperpento.

EUNUCO

Zhao Ghao, a gritos nos amenazaba con vuestra cruel sordera. Si he vivido hasta hoy, es porque he temido morir hasta entonces. Ah, emperador de proferir palabra, me hubierais matado con su misma voz.

HUHAI

Ah, que al menos pudiera escucharle ahora que mueren los eunucos.

EUNUCO

Mal…

(Cae muerto.)

YAN LE

No tendréis a donde huir, tirano. Mandáis a matar desde vuestro perfumado lecho. Ahora será vuestra pesadilla el que tampoco salgáis de él.



HUHAI (postrándose ante Yan Le.)

Dejadme vivir; seré vuestro siervo. No me matéis y os prometo que viviré para no contrariar nunca vuestra benevolencia y en cambio sí para serviros siempre. ¿Veis? Todavía soy joven, y puedo cargar con lo que llevo. Un siervo que os serviría lealmente como os sirve vuestro caballo.

YAN LE

Desgraciado cobarde. Un siervo como vos no serviría ni para rebajarse más. Sin embargo, tendréis una elevada tumba, que de tan elevada os deje insepulto y a merced de la rapiña.

HUHAI

Tened misericordia, señor. Yo me contento con nada.

YAN LE

No os contentéis entonces, pues sólo nada tendréis en adelante.

(Le mata. Luego a sus soldados.)

Limpiad todo, que ya viene el Emperador.

(Oscurece.)


TELÓN.














ACTO V



Escena 1


ZIYING

Ya sabéis; cuando apenas entre, lo vais a tomar de todos lados, que con esta espada he de matarle al punto.

CORTESANO 1

Majestad, ¿lo haréis vos, y en esta incierta hora?

ZIYING

No tendré barbas aún, pero a fe que no es de sabio esperar a que ellas proliferen como el pensamiento. Hice creerle que aceptaba las abluciones con las cuales me ahogaría, mas ha de venir para comprobar lo contrario. No seré el crápula que fue mi tío, ni es mi destino ser alguien que ya no sea. Si el infame de Zhao Ghao con tanta diligencia favoreció mi ascensión al trono, lo hizo como un gusano, que con voracidad se hunde en quien visita; nada lo detiene, ningún piadoso ayuno le distrae. Ahora que Qin por su culpa está en la ruina, me entregará a los insurrectos en cambio de su escape. Preservaré a Qin, obrando según la misma estrategia, pero antes de empezar hay que ser primero.

CORTESANO 2

Descuartizadle con caballos, entenderán sus secuaces que otra caballería no tendrán.

CORTESANO 3

Yo, mi señor, os sugiero, más bien, que deis largas a Zhao Ghao, porque sucede que Yan Le ya ha ido tan lejos que quizás ese trecho recorrido se interponga como un ejército.

ZIYING

Os equivocáis los dos. Si he de matarlo, he de matarlo ya, por lo que si he de cruzar un argumento irá y vendrá a guía de la espada. Al perecer ese infame el palacio al fin se liberará de su influjo. Y ya no necesitaremos sino de los hombres de Qin. Sé que las tropas del Señor de Pei están cerca y que rendirles de muy cerca sería tan insensato como alejarse con el mismo arrojo. Chu y los demás reinos combatientes no ultrajarán a Qin, si uno de esos caudillos negocia a despecho de los demás caudillos. El botín siempre sería bastante como para dividirles en perjuicio de su codiciosa alianza. Querrán unos unificarlo todo y señorear como inmortales, querrán venganza, querrán otros un reino aparte sin reñir por más. Pero serán sus mismas armas las que los separen, y ya no tanto las fronteras.

(De repente.)

¿A esta hora le convidasteis?

(Se escuchan pasos.)

CORTESANO

Sí, mi señor, y aquí viene.

ZIYING

Entonces, guardaos en vuestros sitios.

(Entra Zhao Chen, los cortesanos se echan sobre él, y el emperador le hiere mortalmente.)

Ha muerto ya.

(Recula y al ver la sangre en su espada se horroriza.)

CORTESANO 1 (auscultando el cuerpo.)

Es su hermano.

ZIYING

Ah, enhoramala he errado a la primera.

CORTESANO 2 (reconfortándole.)

No os preocupéis, majestad. Era menester que éste cayera, pues el bulto será el tropiezo de su hermano.

CORTESANO 3

Y si por algún percance se retrasa más, muy atrás quedará cuando llegue.

(Al escuchar otra vez los pasos, se guardan de nuevo en sus lugares. Entra Zhao Ghao y le retienen entre todos.)

CORTESANO 1

Aquí lo tenéis, mi señor, perplejo y rendido.

CORTESANO 2

¿No le vais a cortar?

ZIYING

Ya no quiero errar a la primera.

(A gritos.)

Llevadle a los caballos. A los caballos. De prisa. O que lo descuarticen unos forzudos siervos, que más doloroso le será morir que vivir bajo esos rigores.

(Zhao Ghao los mira a todos con los ojos azorados.)

CORTESANO 2 (esgrimiendo un cuchillo.)

Podríamos acuchillarle nosotros, señor, si no queréis repetir una pérdida de tiempo.

ZIYING

Es verdad que por partes morirá entero. A los caballos.

(Todavía aturdido.)

Ahora no eres tan persuasivo, lo serás menos, aunque mañana se te oiga en todos lados.

(A gritos.)

Guardias, ya podéis entrar.

(Entran los guardias y apresan a Zhao Ghao que sigue en su asombro. Señalándole con la espada al muerto.)

Llévense también a este muerto, que ni así es primero.

(Salen todos con Zhao Ghao y su hermano Chen. El emperador repara sus manos temblorosas.)

Ah, no será en sangre que me venzan, evitaré la sangre así sea haciéndola correr hasta mis exangües enemigos.

(Suelta la espada.)

Tanto vicio soportado por fuerza de tantos crímenes y ser en esa sucesión de cosas el último príncipe de un linaje ya caduco. Ah, apartad de mí el camino de mis pies y ponedme dónde puedo arraigar según mi fruto. Si no soy el hombre fuerte, seré el que se fortalece. Si no soy el hombre sabio, seré el que aprenda más. Un hombre de virtud es aquél que cada día de sus días combate con audacia a sus defectos, porque aun cuando no los atenuare del todo, esa misma lucha lo guiaría con justicia siempre. Según esta observancia, y por extensión de un reino diminuto apenas, seré entonces un gran gobernante. A fe que sí. Salvaré a todo Qin, así de Qin sólo quede el trono.

(Oscurece.)


Escena 2


(En una alcoba.)

YUJI

¿Partís ya?

(Xiang Yu sigue ataviándose en silencio.)

Las estrellas titilan en lo oscuro.

XIANG YU

Mujer, invoca a esas estrellas y confía a su luz mis mejores votos.

YUJI

Habéis reunido a miles de hombres que en verdad nacieron para seguiros. Os acompañarán, mi señor, a donde vayáis por fuerza de la espada. Morirán muchos y se perderán bastantes, porque después de todas esas guerras regresaréis invicto. Ningún rasguño profanará vuestra valentía, ninguna arruga detendrá vuestro adusto ceño. Venceréis y venceréis a todos.

XIANG YU

Mas he de vencerles como si no peleara con nadie.

YUJI

A todos venceréis así regreséis solo.

XIANG YU (riéndose.)

Tus auspicios se me figuran que me dejan a la intemperie, mujer.

YUJI

Ah, mi señor, no reprochéis mi boca, porque sea lo que sea que ella diga lo hace porque os bendice de verdad.



XIANG YU

No reprocho lo que de tu boca venga, porque de donde todo viene han ido mis besos. Conozco por mi propia boca que la tuya es mía y mi prédica es decir también que la boca con que hablo es tuya.

(Indagándole.)

No sé, sin embargo, por qué una despedida te puede infundir tanta melancolía.

YUJI (estrujándose las manos.)

Ah, sé que esta guerra será profética, precederá a todas las venideras armas, acaso lo sé como no lo sabrá jamás el soldado que marcha con su arco o con su lanza, lo sé porque la calma de esperaros desde tan lejos me perturba. Lo sé, porque esa misma paz, que todos clamarán al cielo, sólo ha de conseguirse por contrariar a muchos enemigos.

XIANG YU

Lo que haya de venir, lo hará al paso de mis caballos. No temas; he reunido un ejército formidable, como no se repite en toda la tierra, uno al que señoreo a mi modo. Mientras otros sólo se hacen generales en procura de sus tropas, yo ya llevo la audacia de mi propio paso. Si una estrategia tienen, es la de hacer que sus vecinos rabien de envidia, por lo demás en otras menudencias pierden sus vigores.

YUJI

Sin embargo, oí que Chu, a despecho vuestro, levantó un ejército casi tan numeroso como el que lleváis al frente.

XIANG YU

¿Me expiabas?

YUJI

Dado que en nombre de mis oídos tanto he callado, ahora ellos me desobedecen en mi nombre.

XIANG YU

Haces mal en oírles consejo.

YUJI

Mas no soy una tapia, en cambio apenas un rumor me conmueve.

XIANG YU

Dime, entonces, qué tanto te conmueve.

YUJI

¿De los confederados enemigos de Qin, Chu ya ha enviado capitulaciones de antemano?

XIANG YU

Sólo escritas palabras, que el finado Huang mandó a aprender como lo repiten los tontos. Es verdad que Chu encomendó unificar sus hombres al mando de un tal Señor de Pei. El principe Mi Xin desconfía de mí, y ciertamente yo no me he armado para inspirar la confianza de nadie.

YUJI

Muy lejos estáis de Guanzhong.

XIANG YU

Aun si Guanzhong sucumbe en manos del Señor de Pei, lo cual es muy probable, solo aquel advenedizo podrá ser el anfitrión de un tirano, más no puede distinguirle la historia ninguno de sus caprichos. Es verdad que me separa un mundo entero. Zhang Han y numerarias tropas, días iguales a sus noches y muchas pesadillas que no se sabrán si son soñadas o tal vez vividas sin salir de ellas. Augures terribles que nos mortificarían como las plagas, pero ¿acaso no es propicio que el valeroso guerrero lo tenga todo en contra?

(Divertido.)

Mi ventaja será vencer a todos.

YUJI

Si vuestra boca es mía escucha también mi arenga: Marchad, incendiad todo a vuestro paso, que mueran quienes quieran adentrarse en vuestra espada, sacad las entrañas de quienes también se figuren que pueden desentrañar la tierra. Que perezcan más enemigos a vuestro alrededor de lo que pudierais cultivar después. Matad, mi general. Seguid vuestra espada y volved por ella, que en mi pecho la conservo. Intacta, como una virgen, conseguiréis a vuestra concubina.

XIANG YU

Dejo más en tu blando pecho, mi blando corazón te doy.

YUJI

Y aquí ostentará virtudes igual de recias.

XIANG YU (hacia la puerta.)

Mi caballo espera y el banderín ya es agitado por el viento.

(Acercándose a Yuji.)

Bésame, que parto ya.

(Se besan.)

YUJI

Marchad y volved, mi señor.

XIANG YU

Así sea como un Dios, he de parecerme a mí.

(Sale.)

YUJI

Es una provocación que en el mismo deseo puede reflejarse, se ofrece lo que se ve y se ve lo devuelto sin la entrega.

(Volviendo sobre sus pasos, coge un espejo.)

Ah, Nü Wa, señora de los hombres, apartad de mí estos funestos pensamientos. Mi rostro es el mismo, mi boca la misma que él besó, ésta misma que él muy dentro de la suya lleva.

(Oscurece.)






Escena 3


(el Señor de Pei vuelto a las ventanas.)

SEÑOR DE PEI

Llega tirado de cuatro caballos blancos y bajo los espléndidos emblemas de Qin. Veremos cómo capitula entonces.

(Al rato entra un oficial anunciando a Ziying. Entra Ziying.)

ZIYING

Noble general, el suelo que sus huestes pisan son hospitalarias con enemigos tenaces.

SEÑOR DE PEI

Pero solo a lanzazos pudo la visita conseguir un sitio entre vosotros.

ZIYING

La guerra, como es sabido de todos, tiene sus modos violentos de apaciguarse, hagamos de sus modos hoy unos modales muy distintos.

SEÑOR DE PEI

Ya no me preocupa hablar de muertos, más bien prefiero una conversación de esta especie.

ZIYING (ensimismado.)

La sangre, es verdad, nos asombra aun si no nos salpica.

SEÑOR DE PEI

Sé que ha poco ha heredado el trono de Qin. ¿Es vuestra primera visita Guanzhong?

ZIYING

Es la primera vez que extiendo mis dominios fuera de palacio.

SEÑOR DE PEI

Mas para venir a capitular muy lejos de él.

ZIYING

Exactamente. Así que dilucidemos ya las condiciones.

SEÑOR DE PEI

Qin, expulsada de todos sus delirios, ira reduciéndose cada vez.

ZIYING

En efecto, hasta una dimensión irreducible.

SEÑOR DE PEI (algo incomadado.)

Por de pronto, cederán del este toda la extensión que Chu reclamara en siglos de guerras infructuosas.

ZIYING

Tendréis los frutos de todas esas guerras.

SEÑOR DE PEI

Las fronteras del Norte se repasarán según la conveniencia del estado de Chu.

ZIYING

Creí que Chu enviaría a un hijo predilecto, que igual me asedia.



SEÑOR DE PEI

Chu confía sus asuntos a quien hubiera de tomar Guanzhong. Así que precisamente yo, del que habéis escuchado ya lo dicho, ha de insistir en tales términos.

ZIYING

Concedido está. La generosidad del vencido no puede ser poca cuando el vencedor abre sus manos. Os he de ceder incluso lo que no vinisteis a pedir y lo que no os imaginabais que os daría bajo este recato vuestro.

SEÑOR DE PEI

Qué tanto puede ser mucho, siendo estas dos primicias, que vos mencionáis de paso, una limosna de vuestra boca. Escuchad, tengo hombres que se levantarían a atacar antes que demorarse en curar heridas.

ZIYING

Sabed, Señor de Pei, que yo tengo hombres que indefensos atacaría vuestras posiciones, mas ellos no serían inofensivos en la defensa reducida. Protegeré mi generosidad hasta de quien es su dueño.

SEÑOR DE PEI (reflexivo.)

¿Qué ofrecéis?

ZIYING

Ofrezco una paz redentora.

SEÑOR DE PEI

Esa paz que decís bien puede sernos un acicate.

ZIYING

La paz conviene mucho a la proeza que en este punto habéis alcanzado, ahora que los caudillos del norte tienen sureñas ambiciones. Os arruinaríais en mezclar vuestra sangre con la nuestra, una pésima liga da por rojo uno muy intenso.

SEÑOR DE PEI

Olvidáis que Chu es el estado más fuerte y que muchos de esos caudillos están subordinados a Mi Xin.

ZIYING

Olvidáis que Mi Xin se acomoda mucho en su lecho mientras otros los desvelan tantas mataduras y lanzazos, y a fe que los guerreros llaman cobarde a los que se quedan muy detrás. Siendo uno el cobarde y muchos los valientes lo más seguro es que la guerra traiga otras veleidades. En cambio, si recibís todo de mí no os faltará nada después.

SEÑOR DE PEI

Con cuánto os quedáis, puesto que me dais todo.

ZIYING

Os díría que con nada, pero, sin ser ese hombre ambicioso, más bien pido el trono y una pequeña jurisdicción al margen de Chu y de cualquier estado.



SEÑOR DE PEI

Lo primero os lo concedo; seréis el emperador de vuestro propio trono, Chu no os tocará con estas tropas. Pero no tenéis garantía de que aquellos hombres con los que me amenazáis terminen por cambiar tu suerte.

ZIYING

Señor de Pei, justo mis presentes son los que os dijera, y porque prometidos a vos son también vuestras insignias. Sabréis negociar con ellos.

SEÑOR DE PEI

Con palabras vanas no daréis mucho, ni porque mucho maldigáis.

ZIYING

No os hablo de palabras vanas, pues no son vanas mis palabras. ¿Os acordáis de aquel fuego que cundió por todos los libros?

SEÑOR DE PEI

¿Os referís a una de las más infames empresa de Qin?

ZIYING

La más ambiciosa, sin duda.

SEÑOR DE PEI

Pues de cierto os digo que recordar infamias no os daría ni la virtud de ser memorioso, ni siquiera porque el candor os conmueva mucho. Y a fe que tampoco esas infamias apaciguarían a vuestros otros enemigos. Ya no tenéis la fuerza de reivindicar un pasado así.

ZIYING

Aún tengo la fuerza de reivindicar un pasado así; es vuestra fuerza, por cierto, en tanto el pasado conserva de ese fuego todas y cada una de sus llamas, con todas y cada una de sus proféticas palabras.

SEÑOR DE PEI

¿Qué decís?

ZIYING

Estaba muy chico cuando pude escurrirme hasta la estancia del gran Emperador. Lo vi de pie frente al esplendor que él parecía ver de algo opaco y sin espíritu. Ese hombre invencible era entonces más pequeño que yo y con una imaginación más desbordada que la mía de ese entonces. Yo creí que estaba ciego y que la ceguera ya no estaba en sus ojos, sino en aquella pila que miraba absorto. Yo creí que aquel alucinado hombre, dando tumbos sin salir de allí, se adentraría más en ese don.

(Volviéndose.)

La biblioteca, por cierto, es lo único que el emperador pudiera leer de sus inscripciones, e intacta como él la viese la conseguiría de nuevo sí volviera a la vida. A fe que de todos los libros que se quemaron se conservan ejemplares únicos en Qin. Cuando tenga mi jurisdicción bajos mis pies, os he de dar, en premio de lo acordado, aquellos libros que ningún bárbaro quemará después.

SEÑOR DE PEI

¿Devolveréis la historia arrebatada?

ZIYING

De todos los libros se conservan todos y de ellos la historia que vendrá. Qin, cediéndolo todo, será un estado marginal, pero intocable. Inculto, pero con sus primaverales brotes. Atrasado, pero fijo en sus convicciones. Dependiente, pero mío. Son mis capitulaciones, Señor de Pei.

SEÑOR DE PEI

Si conserváis la biblioteca que decís, acepto vuestras honras.

ZIYING

Nada más digo, entonces. Bienvenido a Guanzhong.

(Sale.)

SEÑOR DE PEI

Con tales presente, procuraré yo también que mis enemigos se detengan. Ruego a las divinidades que esos libros nos alumbren a todos.

(Oscurece.)


Escena 4


XIANG YU

Desbaratados fueron todos los ejércitos de Qin, y vos me decís que hay que ser indulgente ahora.

SEÑOR DE PEI

Os digo, más bien, que Chu quiere rayar fronteras para que ese mapa sea su guía más adelante.

XIANG YU

Mucho discrepo de vos, tanto que ya blando con más encono mi espada. Chu me debe los confines nuevos, mas me quiere del otro lado siendo su hijo de mejor linaje.

SEÑOR DE PEI

Sólo la paz puede reconfortar a los guerreros. Dejemos que las heridas sanen para que con así profieran su sentencia.

XIANG YU

Habéis capitulado porque no tuvisteis la fuerza de rendirlo antes, por eso vuestras grandes ventajas de ayer hoy os dejan rezagado.

SEÑOR DE PEI

Sois muy presuntuoso al hablar de mis ventajas, precisamente cuando después de todas las vuestras no me sobráis demasiado.

XIANG YU

Es verdad, muchos de mis soldados cayeron. Así que no vine al corazón de Qin para discutir apasionadamente, sino a desangrarlo con mi espada.

SEÑOR DE PEI

Si la suerte es tal, conservad los palacios.

XIANG YU

Si el fuego quiere juntarse a nuestras antorchas, pues subordinadas a ellas que lo incendien todo.

SEÑOR DE PEI

Valiosos tesoros pueden conservarse allí.

XIANG YU

El fuego no corrompe al oro, y él, así de incorruptible, toma la forma más conveniente con el fuego.

SEÑOR DE PEI

Olvidáis los escritos. Archivos y memoriales de un imperio unificado.

XIANG YU

Afrentas todas, que peor sería leerles.

SEÑOR DE PEI

¿Actuaréis como aquellos tiranos?

XIANG YU

La historia no puede escribirse si al cabo no se ejecuta nunca. Lo que esté escrito y así se pierda se escribirá después. Lo importante, Señor de Pei, es no perder el impulso del guerrero.

(Sale.)

SEÑOR DE PEI

No sabéis, belicoso Xiang Yu, que algún día vuestra espada os hará tropezar sobre ella. Cayó esta dinastía porque sus crímenes fueron los mismos que con mucha inocencia concibiesen, y ahora vos no os demoráis un instante en prolongar su impaciencia. ¿No sabéis que hicisteis ejércitos invencibles con todas aquellas criaturas que igual se congregarán en nuestra contra? ¿No sabéis que las leyes dividieron a los hombres, en lugar de haberse dividido la tierra según los hombres? Lo sé; no sois hombre cuya magistratura no sea la espada, pero ni con la espada podéis defender vuestros principios. Me retiraré a la agricultura, mientras los arrozales conquisten la tierra, entonces me volveréis a ver, pero como esas espigas. Y veremos cuáles ventajas son las del día que hoy nos aventaja en días.

(Se da vuelta. Oscurece.)


Escena 5


CORTESANO

No se contenta el caudillo con nada.

ZIYING

¿Cómo fue que las tropas de Zhang Han se hundieron en su sangre sin dejar siquiera el rastro de esa sangre?

CORTESANO

Tal vez transige con el mismo caudillo. Se sabe que muchas posiciones fueron abandonadas antes de la lucha, y que Yan Le pereció muy cerca de su espada. Sólo un ejército de desertores puede presumir Qin, pero repartidos en todo el imperio reducen vuestro trono en este punto.

ZIYING

Insistid con el Señor de Pei.

CORTESANO

Ya no importa. El Señor de Pei también cede a los embates del belicoso Xiang Yu; se ha apartado de su trato y prefiere reservarse con otras intenciones que ya no conoceréis.

ZIYING

Ah, todo está perdido.

CORTESANO

Mas todavía vuestra mano puede preservaros del desastre, señor.

ZIYING

¿Qué decís, miserable?

CORTESANO

No ofusquéis, mi señor. Lo que os digo es que vuestra espada si os la quitan será ya en vano.

(Ziying desenvaina, pero suelta la espada.)

ZIYING

Déjame solo.

CORTESANO

Solo no os rendirá ningún guerrero.

(Sale.)

ZIYING

Ah. Solo hasta puedo un ejército dirigir, pero no a mi soledad; y es que esta espada le da más medios a mi cobardía. Fuego, venís a reclamar el fuego rezagado. Ardiente dinastía, que apenas quema, la sangre ha de mermarla entonces hasta clarear el fondo.

(Toma la espada. La empuña pero ya en el último momento se arrepiente y la suelta otra vez.)

Ah. ¿Ni lejos de adversarios tientas el peligro, cobarde? Si al menos un verdugo fuera hoy mi consejero, yo sería, como el verdugo, sordo de los demás ruegos; mas la muerte no se retrasa aun por esperarla mucho. Cobarde, actúa según los hechos y no os demoréis según lo hecho hasta ahora referidos.

(Trata en vana de asir la espada.)

Pernicioso fuego que encadenado en el palacio guio desde su rincón las llamas de mi ombligo.

(Desesperado.)

Esperad. Vivir hasta que me maten es un delirio que me puede hacer soñar por más. Sí… Sí… Xiang Yu es un hombre muy despierto, no lo encandilará el fuego, es verdad, ni mi espada ha de detenerle nunca, pero

(Ziying delira con entusiasmo. Se invierte el escenario y a través de las ilusorias llamas el Emperador Huang-Di ve los rollos de su biblioteca.)

HUANGDI

He aquí el incendio en el ardor secreto de sus secretos. El mismo incendio que consumiera los proscritos libros. He aquí que sus llamas no las apolillará el tiempo ni la mente de ningún escriba. Sabios creen saber que lo saben todo y tienen por historias las que con esta inspiración cuentan. Mas las palabras, incluso escritas de diferentes formas, se reúnen como las aguas del Yangtsé, cuya corriente interminable arrastra también los brotes de la orilla. Es con la espada que se rubrica una historia verdadera, sólo tan honda que arraiga en donde el dolor es capaz de hurgar. ¿Acaso por ventura de estos trazos no se conserva ahora los rollos de bambú, que aquel docto incendio les hiciera propagarse para alumbrar a todos los caminos? La memoria de los hombres no necesita sino apenas tiznar con despojos a los extintos corazones. El fuego intacto, el mismo que como el oro se conserva aquí, no es para dilapidarlo sin sentido, sino para avivarle en su intransferible forma. Es el incendio que contiene en cada llama los actos que osaron precederme. Oh, fuego, cautivo fuego, como un tesoro ardes, mi primer tesoro que en sí contiene lo demás.

(Pausa. Ziying grita del otro lado.)

ZIYING (desvaneciéndose, a veces entre sollozos.)

Vivo estoy y sin menester de esta espada que me defiende…

(El Emperador Huangdi recula. Entra Li Si sin ser advertido.)

HUANGDI

Mas algunos fantasmas se entrevén en la mortificación de aquel ardor. Allí se retuercen como falsas figuras que sufren el horror sagrado… Oh, fuego, no te detengas aunque los libros sean los mismos y en ellos tus llamas inmutables…


FIN.


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